La quinta jornada de mi viaje a Nueva York prometía ser intensa y llena de contrastes. Mi plan incluía una visita matutina a una isla histórica, una inmersión en el arte urbano de Williamsburg y culminar el día con vistas panorámicas desde uno de los rascacielos más impresionantes de Manhattan.
Governors Island: un oasis histórico a minutos de Manhattan #
Mi día comenzó temprano dirigiéndome al Battery Maritime Building, un edificio histórico de 1909 con una fachada de hierro fundido pintada en un característico verde aguamarina. Desde aquí parten los ferries a Governors Island, y aproveché el servicio gratuito que ofrecen los fines de semana hasta las 12 del mediodía. Siempre es agradable ahorrar unos dólares en una ciudad tan cara como Nueva York.
Governors Island tiene una fascinante historia que se remonta a la época colonial. Originalmente llamada "Nutten Island" por los colonizadores holandeses, pasó a manos británicas y posteriormente se convirtió en una instalación militar estadounidense hasta 1996. El Fuerte Jay y el Castle Williams, ambas fortificaciones de principios del siglo XIX, son testigos de su importancia estratégica para la defensa del puerto de Nueva York.
Lo que más me sorprendió de la isla fue su tranquilidad en comparación con el bullicio de Manhattan, a pesar de estar separada por apenas 800 metros. Sus 70 hectáreas de extensión ofrecen amplios espacios verdes, carriles para bicicletas y vistas impresionantes del skyline de Lower Manhattan y la Estatua de la Libertad.
Durante mi visita pude disfrutar de las casas históricas de Nolan Park, antiguas residencias de oficiales militares reconvertidas en espacios para exposiciones y programas culturales. El Hill, un área elevada artificialmente con colinas onduladas, ofrece perspectivas únicas de la bahía y lugares perfectos para hacer una pausa y contemplar el entorno.
La isla se ha transformado en los últimos años, convirtiéndose en un espacio recreativo y cultural con hamacas, zonas de picnic, instalaciones artísticas y eventos durante toda la temporada de apertura (de mayo a octubre). Mis dos horas allí pasaron volando, pero fueron suficientes para recorrer sus principales atractivos y disfrutar de un respiro de la intensidad urbana.







Arte callejero en Williamsburg: Brooklyn en su máxima expresión #
De vuelta en Manhattan, tomé el metro hacia Williamsburg, uno de los barrios más transformados de Brooklyn en las últimas décadas. Lo que fue una zona industrial y de clase trabajadora se ha convertido en un epicentro hipster con tiendas vintage, cafeterías de especialidad y una vibrante escena artística.
Mi objetivo principal era descubrir el arte urbano que decora sus calles. Williamsburg no decepcionó: sus paredes son un auténtico museo al aire libre. En el área entre Bedford Avenue y las calles cercanas al río East encontré murales impresionantes que transforman edificios enteros en lienzos de expresión contemporánea.
El Bushwick Collective, aunque técnicamente está en el barrio vecino, extiende su influencia hasta aquí, atrayendo a artistas internacionales que dejan su huella en estas calles. Cada esquina parecía ofrecer una nueva sorpresa: desde piezas abstractas de gran formato hasta retratos hiperrealistas y mensajes sociales plasmados con espectacular técnica.
Lo fascinante del arte urbano es su naturaleza efímera y cambiante. Muchos de los murales que fotografié probablemente ya hayan sido sustituidos por nuevas creaciones. Esta constante renovación mantiene vivo el paisaje urbano y refleja la evolución continua de la ciudad.












Preparativos en Lower Manhattan #
Con la tarde avanzando, regresé a Manhattan y me dirigí al One World Observatory para reservar mi entrada utilizando la tarjeta Sightseeing FLEX Pass. Esta tarjeta es una excelente inversión para quienes planean visitar varias atracciones turísticas, ya que ofrece acceso a numerosos lugares de interés con un precio fijo.
Hasta la hora de mi entrada al observatorio, decidí aprovechar para explorar algunos de los puntos emblemáticos de Lower Manhattan, una zona que concentra gran parte de la historia de Nueva York y contrasta con la modernidad de sus edificios financieros.
City Hall Park: el corazón cívico de Nueva York #
Mi primera parada fue City Hall Park, un remanso de vegetación en medio del concreto que rodea el Ayuntamiento de Nueva York. Este parque triangular ha sido testigo de la historia de la ciudad desde la época colonial. En sus orígenes fue commons (terreno comunal), luego campo de pastoreo, plaza para desfiles militares, y finalmente se transformó en el elegante parque que es hoy.
El Ayuntamiento, que preside el parque, es una joya arquitectónica de estilo federal y neoclásico inaugurada en 1812. Su fachada de mármol y su cúpula coronada por la estatua de la Justicia son emblemas del poder municipal de la ciudad. Por curiosidad, el edificio tiene una peculiaridad: su parte trasera está construida con arenisca más sencilla, pues en la época se pensaba que nadie importante llegaría a la ciudad desde el norte.
El parque alberga varias esculturas notables, incluyendo una representación de Horace Greeley, influyente editor del siglo XIX, y la Fuente de Jacob Wrey Mould, una estructura de granito y bronce restaurada que añade un toque victoriano al conjunto. Los árboles centenarios ofrecen sombra en verano, y los bancos diseminados por el parque son perfectos para observar el flujo constante de neoyorquinos que pasan apresuradamente, muchos de ellos funcionarios municipales o abogados que trabajan en los juzgados cercanos.


St. Paul's Chapel: superviviente de la historia #
A pocos pasos se encuentra St. Paul's Chapel, un auténtico milagro arquitectónico e histórico. Construida entre 1764 y 1766, es la iglesia en funcionamiento más antigua de Manhattan y representa uno de los mejores ejemplos de arquitectura georgiana en Estados Unidos. Su sencilla fachada de piedra rojiza y su campanario blanco ofrecen un contraste sorprendente con los rascacielos circundantes.
Lo que hace especialmente emotiva esta capilla es su relación con los acontecimientos del 11 de septiembre. Situada a apenas una manzana del World Trade Center, St. Paul's sobrevivió milagrosamente a los atentados sin sufrir ningún daño significativo, protegida en parte por un viejo sicomoro que absorbió el impacto de los escombros. Este árbol, aunque no sobrevivió, ha sido conmemorado con una escultura de bronce en el patio de Trinity Church.
Durante los nueve meses posteriores al ataque, St. Paul's se convirtió en un santuario para los equipos de rescate y recuperación que trabajaban en la Zona Cero. Los bancos de la iglesia se transformaron en camas improvisadas, los voluntarios servían comidas las 24 horas, y médicos y masajistas atendían a los trabajadores exhaustos. Las paredes se llenaron de mensajes, fotos, banderas y recuerdos de las víctimas.
Hoy, aunque la capilla ha vuelto a su función religiosa, mantiene un pequeño pero conmovedor memorial con algunos de estos objetos, fotografías y testimonios. Caminar por su interior, bajo la luz que filtran sus vidrieras originales del siglo XVIII, mientras se contempla el altar donde George Washington rezó tras su investidura presidencial en 1789, y al mismo tiempo recordar su papel en la tragedia más reciente, crea una sensación de continuidad histórica profundamente conmovedora.


Trinity Church: gótico entre rascacielos #
Continuando mi recorrido, visité Trinity Church, quizás la iglesia más emblemática de Manhattan. Su actual edificio, el tercero en este emplazamiento, fue diseñado por Richard Upjohn en 1846 en estilo neogótico, y durante décadas su aguja de 86 metros fue el punto más alto del skyline neoyorquino.
El interior de Trinity es impresionante, con sus altas bóvedas de crucería, columnas de piedra rojiza y magníficos vitrales, incluyendo uno diseñado por la firma Tiffany. El altar, tallado en mármol blanco, y el retablo dorado crean un espacio solemne que invita a la contemplación, incluso para quienes no somos religiosos. El órgano de la iglesia, con más de 5.000 tubos, es famoso por su excepcional acústica.
Pero lo que realmente distingue a Trinity es su cementerio, uno de los más antiguos de Nueva York. Este camposanto alberga las tumbas de personalidades históricas como Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de Estados Unidos y primer Secretario del Tesoro, cuya popularidad ha aumentado gracias al exitoso musical que lleva su nombre. También descansan aquí Robert Fulton, inventor del barco de vapor comercialmente viable, y Albert Gallatin, otro Secretario del Tesoro que fundó la Universidad de Nueva York.
Pasear entre las lápidas antiguas, algunas con inscripciones apenas legibles por el paso del tiempo, mientras los rascacielos de Wall Street se elevan a su alrededor, ofrece una de las yuxtaposiciones más fascinantes de la ciudad: la vida, la muerte y el poder financiero coexistiendo en unos pocos metros cuadrados.



El Toro de Wall Street: icono financiero en la era de Instagram #
Mi recorrido continuó hacia el famoso Toro de Wall Street (oficialmente "Charging Bull"), una escultura de bronce de 3,2 toneladas creada por Arturo Di Modica. Instalada originalmente en 1989 como "arte guerrilla" frente a la Bolsa de Nueva York sin permiso oficial, la escultura se convirtió rápidamente en un símbolo del "espíritu y la fuerza" del pueblo estadounidense, según su creador.
Para mi sorpresa, encontré el lugar absolutamente abarrotado de turistas que hacían cola para fotografiarse tocando los cuernos o, más controversialmente, los testículos del toro, un gesto que supuestamente trae buena suerte financiera. La escena contrastaba radicalmente con mi recuerdo de 2005, cuando pude acercarme y fotografiar la escultura sin apenas esperar.
Esta transformación ilustra perfectamente cómo las redes sociales, especialmente Instagram, han cambiado el paisaje turístico de la ciudad. Lugares que antes eran visitados principalmente por su significado histórico o artístico se han convertido en trasfondos obligatorios para selfies, modificando completamente la experiencia de visitarlos. El toro, símbolo del capitalismo americano, irónicamente se ha convertido él mismo en un producto de consumo masivo para el turismo.
Memorial del 11-S: un espacio de recuerdo y reflexión #
Lo que en 2005 era un enorme solar en construcción tras los atentados, se ha transformado en un emotivo memorial. Las huellas de las Torres Gemelas se han convertido en dos enormes piscinas cuadradas con cascadas que caen hacia un vacío central, simbolizando la ausencia y la pérdida. Los nombres de las 2.983 víctimas de los atentados están grabados en los parapetos de bronce que rodean estas fuentes, creando un lugar de recuerdo personal y colectivo.
El museo del 11-S, situado bajo el nivel del suelo, conserva artefactos, historias personales y exhibiciones que documentan los eventos de aquel día y su impacto. Es una experiencia intensa pero necesaria para comprender la magnitud de lo sucedido.
Pero quizá lo más sorprendente arquitectónicamente es el Oculus, la estación de transporte diseñada por Santiago Calatrava. Este edificio blanco de formas orgánicas evoca un pájaro a punto de alzar el vuelo. Su estructura de costillas blancas se eleva hacia una claraboya central que permite la entrada de luz natural, creando un espacio interior de una belleza etérea.
El contraste entre el exterior, con sus formas puntiagudas y dinámicas, y el interior, un amplio espacio diáfano de mármol blanco, es asombroso. Además de ser un nodo de transporte que conecta líneas de metro y el PATH a Nueva Jersey, el Oculus alberga un centro comercial de lujo. Sin embargo, es su arquitectura lo que lo convierte en un destino por derecho propio, una prueba de que Nueva York no solo honra su pasado sino que mira hacia el futuro con audacia.






One World Observatory: Nueva York a tus pies #
Finalmente llegó el momento de subir al One World Observatory, situado en la torre One World Trade Center, el edificio más alto del hemisferio occidental con sus 541 metros. El acceso es una experiencia en sí misma: los ascensores, llamados Sky Pods, suben 102 pisos en apenas 60 segundos mientras proyectan en sus paredes un fascinante vídeo que muestra la evolución de Nueva York desde sus orígenes hasta la actualidad.
El observatorio ocupa los pisos 100, 101 y 102 y ofrece una vista de 360 grados de la ciudad. Lo que lo hace especial es el sistema "See Forever", una presentación multimedia que culmina con el levantamiento de una pantalla para revelar la panorámica de Nueva York, un momento diseñado para impresionar incluso a los visitantes más experimentados.



La tecnología está presente en todo el recorrido, con pantallas interactivas que permiten explorar la ciudad en detalle. El "Sky Portal", un círculo en el suelo con pantallas de alta definición, ofrece la sensación de estar flotando sobre las calles 100 pisos más abajo.
Decidí quedarme hasta el atardecer para experimentar la transición del día a la noche, una decisión que recomiendo encarecidamente. Ver cómo la ciudad se va iluminando gradualmente, con millones de luces encendiéndose mientras el cielo cambia de tonalidad, es un espectáculo inolvidable. Los puentes de Brooklyn, Manhattan y Williamsburg destacan como collares de luces sobre el East River, mientras que al oeste, el río Hudson refleja los últimos rayos del sol.





Regreso al Bronx bajo el manto nocturno #
Con las imágenes de la ciudad iluminada grabadas en mi retina y mi cámara, emprendí el regreso a mi alojamiento en el norte del Bronx. El contraste entre la opulencia de Lower Manhattan y los barrios más residenciales del Bronx es otro recordatorio de la diversidad que hace única a Nueva York.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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