Dicen que Nueva York nunca duerme, pero también es cierto que a veces se despierta llorando. Así fue mi sexto día en la Gran Manzana, con un amanecer gris y lluvioso que me obligó a replantear la jornada. Sin embargo, como buen viajero experimentado, sabía que la ciudad ofrece infinitas posibilidades bajo techo, por lo que decidí aprovechar la ocasión para visitar uno de sus tesoros culturales más reconocidos.
El MoMA: un templo del arte moderno #
Comenzar el día en el Museum of Modern Art (MoMA) fue una decisión acertada. Aunque debo confesar que no siempre conecto con el arte contemporáneo, este museo alberga obras maestras imprescindibles que merecen ser contempladas al menos una vez en la vida. Entre sus joyas destacan "Las señoritas de Avignon" de Pablo Picasso, obra clave para entender el nacimiento del cubismo; "La noche estrellada" de Vincent van Gogh, con su cielo en espiral que parece vibrar con vida propia; y varias creaciones de Roy Lichtenstein, cuyos lienzos de inspiración cómic resultan hipnóticos.
El MoMA tiene la ventaja de no ser excesivamente grande, lo que permite recorrerlo sin agotarse. En aproximadamente hora y media pude disfrutar de las obras principales sin sentir esa fatiga museística que a veces nos abruma en recintos más extensos. La distribución por plantas facilita el recorrido cronológico, permitiendo apreciar la evolución del arte moderno de forma ordenada y coherente.






El corazón bohemio de Manhattan: Greenwich Village #
Con una lluvia que seguía cayendo de forma intermitente, me aventuré a tomar el metro hasta Washington Square Park, la entrada natural al mítico barrio de Greenwich Village. Este parque, presidido por su característico arco, ha sido durante décadas punto de encuentro de artistas, músicos callejeros y jugadores de ajedrez, conservando ese espíritu bohemio que lo hace especial. Afortunadamente, mientras exploraba esta zona, la lluvia fue cesando gradualmente hasta desaparecer, permitiéndome disfrutar del resto del recorrido con mejor tiempo.
Muy cerca se encuentra la Biblioteca Jefferson Market, un edificio neogótico que parece sacado de un cuento de hadas. Originalmente construido como juzgado en 1877, su torre de reloj y sus detalles ornamentales contrastan con los rascacielos modernos que dominan otras zonas de Manhattan. Hoy convertido en biblioteca pública, es un recordatorio de la rica historia arquitectónica de la ciudad.


Las calles con más historia LGBTQ+ de Estados Unidos #
Adentrarme en las calles de Greenwich Village fue como hacer un viaje a través de la historia de la cultura LGBTQ+ americana. Este barrio, especialmente la zona conocida como West Village, ha sido cuna de movimientos sociales que cambiaron el mundo. Calles como Christopher Street, Gay Street y Waverly Place conservan ese aire de autenticidad que se ha perdido en otras zonas más turistificadas de la ciudad.
Gay Street, a pesar de su nombre, no recibió esta denominación por su conexión con la comunidad LGBTQ+, sino que data de finales del siglo XIX, mucho antes de que el término "gay" adquiriera su significado actual. Curiosamente, esta estrecha calle con sus edificios de ladrillo rojo se convirtió con el tiempo en parte importante del barrio que acogería la revolución de los derechos civiles LGBTQ+. Su nombre, según algunas teorías, podría derivar de la familia Gay, propietarios originales de los terrenos, aunque otras fuentes sugieren que el nombre proviene del ambiente "alegre" (gay en inglés) que caracterizaba a la zona en el siglo XIX.




Un momento especial de mi recorrido fue llegar al Stonewall Inn, ubicado en Christopher Street. Este bar, aparentemente modesto, es uno de los lugares más significativos para la historia de los derechos civiles en Estados Unidos. Fue aquí donde en junio de 1969 se produjeron los disturbios de Stonewall, cuando la comunidad LGBTQ+ se enfrentó a una redada policial, iniciando así el movimiento moderno por los derechos de este colectivo. Aquellas protestas, que duraron varios días, son consideradas el catalizador del activismo LGBTQ+ contemporáneo y la razón por la que junio se celebra como el mes del Orgullo en todo el mundo. Contemplar su fachada, declarada monumento nacional en 2016, fue un momento emocionante que conecta con luchas que siguen vigentes.
Escenarios de series y cultura popular #
El West Village no solo es relevante por su historia social, sino también por su presencia constante en la cultura popular. A pocos pasos del Stonewall me encontré con el edificio del 66 de Perry Street, reconocible como la casa de Carrie Bradshaw en la serie "Sexo en Nueva York". Esta fachada de brownstone con su característica escalera exterior se ha convertido en lugar de peregrinación para fans de todo el mundo, aunque los actuales propietarios han tenido que instalar una cadena para evitar que los visitantes suban los emblemáticos escalones.
Aunque mucha gente cree que el edificio de la serie "Friends" está en el Village, en realidad las tomas exteriores se filmaron en una esquina del 90 Bedford Street, en la intersección con Grove Street. El mítico Central Perk no existió nunca más que en un plató, pero el edificio sigue atrayendo a seguidores de la serie que buscan fotografiarse en este rincón de Manhattan.
Durante mi paseo también descubrí el Cherry Lane Theatre, el teatro profesional más antiguo en funcionamiento continuo de Nueva York. Inaugurado en 1924 en un edificio que anteriormente había sido una cervecería y una caja de ahorros, este pequeño teatro ha sido testigo de los primeros pasos de dramaturgos como Sam Shepard, y actrices como Barbra Streisand actuaron aquí al inicio de sus carreras. Su fachada discreta esconde un interior íntimo donde el teatro independiente sigue vivo.
La joya escondida: Washington Mews #
Una de las calles más encantadoras y menos conocidas de Manhattan es Washington Mews, ubicada justo al norte de Washington Square Park. Esta calle empedrada y cerrada al tráfico era originalmente una hilera de establos construidos en la década de 1830 para las mansiones que daban a la Quinta Avenida. Con el tiempo, estos establos se convirtieron en estudios y residencias para artistas y profesores de la Universidad de Nueva York, que actualmente es propietaria de los edificios.
Pasear por Washington Mews es como descubrir un fragmento de la vieja Europa en pleno Manhattan. Sus fachadas bajas, de no más de dos plantas, pintadas en colores pastel y decoradas con enredaderas, contrastan radicalmente con los rascacielos que dominan el skyline de la ciudad. Esta calle privada, aunque abierta al público durante el día, representa un oasis de tranquilidad en una ciudad frenética.


Cruzando a Brooklyn: Williamsburg y más allá #
Tras explorar el Village, decidí cruzar el Puente de Williamsburg, una estructura menos famosa que su vecino de Brooklyn pero igualmente impresionante. A diferencia del turístico Puente de Brooklyn, el de Williamsburg ofrece una experiencia más auténtica y menos abarrotada. Su estructura metálica, inaugurada en 1903, conecta el Lower East Side de Manhattan con el barrio de Williamsburg en Brooklyn.




El barrio de Williamsburg, que en las últimas dos décadas ha pasado de ser una zona industrial a convertirse en epicentro hipster, ofrece una perspectiva diferente de la ciudad. Sus antiguas fábricas reconvertidas en lofts, tiendas vintage y cafeterías de especialidad configuran un paisaje urbano fascinante que refleja la constante reinvención de Nueva York.
Mi siguiente parada fue el Riverwalk de Long Island City, donde se encuentra el icónico letrero de Pepsi-Cola. Este enorme letrero neón rojo, reliquia de la fábrica de embotellado que operaba en la zona hasta el año 2000, ha sido preservado como patrimonio industrial y ahora domina el paseo marítimo. Es uno de esos elementos que recuerdan que Nueva York, además de centro financiero y cultural, fue una potencia industrial cuyas huellas aún perviven en el paisaje urbano.







Manhattan iluminado: el broche perfecto #
A medida que caía la noche, con un cielo ya despejado desde mi visita a Greenwich Village, se me presentó el escenario perfecto para contemplar el skyline de Manhattan iluminado desde la orilla este. En esta ocasión, a diferencia de mi visita previa a la concurrida zona de DUMBO, estaba en Long Island City, un lugar mucho menos frecuentado por turistas. La tranquilidad era absoluta, encontrándome prácticamente solo para disfrutar de estas vistas.
Esperar a que oscureciera completamente fue una decisión acertada. Ver cómo, gradualmente, las luces de los rascacielos iban encendiéndose hasta crear ese perfil resplandeciente que hemos visto en tantas películas, resultó hipnótico. Desde este punto privilegiado pude identificar edificios emblemáticos como el Empire State, el Chrysler o la Torre de la Libertad, todos brillando como joyas en la noche neoyorquina.
Este momento de contemplación, observando la ciudad que nunca duerme en todo su esplendor nocturno, fue el broche perfecto para una jornada que había comenzado bajo la lluvia pero terminaba con un espectáculo de luces reflejadas en el East River. Porque Nueva York, incluso en días grises, encuentra formas de deslumbrarte cuando menos lo esperas.






Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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