El primer contacto con Oslo nos sitúa frente a su Ayuntamiento, un edificio que a primera vista puede resultar poco atractivo con su austera fachada de ladrillo rojo y sus dos torres que evocan cierta estética comunista.
Sin embargo, este edificio, iniciado en 1931 como símbolo de la independencia noruega de Suecia, esconde verdaderos tesoros en su interior que merecen una visita pausada. Su ubicación privilegiada junto al puerto lo convierte en un punto de referencia visible desde toda la bahía, destacando por encima de los edificios adyacentes con sus características torres.
El Ayuntamiento: mucho más que un edificio administrativo #
Las visitas guiadas gratuitas al Ayuntamiento son una auténtica sorpresa que no requieren reserva previa, algo que agradecemos los viajeros más improvisadores. Nada más cruzar sus puertas, el imponente patio interior cubierto nos deja sin palabras. Los frescos que decoran sus paredes narran la historia del pueblo noruego, destacando especialmente el mural que representa los años de la Segunda Guerra Mundial, dividido en seis secciones que ilustran desde los primeros momentos de la ocupación alemana hasta la victoria final.
La visita continúa por las salas superiores, cada una con su propia personalidad en cuanto a decoración, mobiliario e iluminación. Las vistas sobre el puerto desde estas estancias son espectaculares y la luz natural inunda cada rincón. Durante el recorrido, nuestra guía nos relató curiosidades fascinantes, como el origen danés de la familia real noruega y cómo el primer rey tras la independencia convocó un referéndum para que el pueblo decidiera si querían mantener la monarquía.
Es precisamente en el patio principal donde cada 10 de diciembre se entrega el Premio Nobel de la Paz, dotando al edificio de un simbolismo especial que trasciende sus funciones administrativas.





El puerto de Oslo: un ejemplo de regeneración urbana #
Desde el Ayuntamiento, el paseo natural nos lleva hacia la zona portuaria, donde encontramos el Havnepromenaden, un paseo de 9 kilómetros que discurre en paralelo al mar recorriendo el fiordo de este a oeste. Los diversos puntos de información y paneles explicativos a lo largo del recorrido nos ayudan a comprender mejor la historia y evolución de esta zona.


Los barrios de Aker Brygge y Tjuvholmen ocupan el espacio de los antiguos astilleros cerrados en 1982. La transformación de esta zona es verdaderamente notable, con edificios modernos perfectamente integrados en el entorno natural y numerosos canales que dan acceso a embarcaderos privados. A pesar de la alta densidad de construcción, el conjunto resulta armonioso y para nada agobiante.
La zona invita al paseo con sus innumerables restaurantes y terrazas, tanto en primera línea de puerto como en las calles interiores. Los centros comerciales elegantes y las tiendas exclusivas completan la oferta de ocio. El ambiente recuerda vagamente a los alrededores del parque DUMBO en Brooklyn, especialmente por el estilo de las terrazas y las tiendas de moda.
En Tjuvholmen, el museo de arte moderno Astrup Fearnley se integra perfectamente en el entorno, convirtiéndose en uno de los puntos más fotogénicos de la zona. En su parte trasera encontramos una pequeña playa artificial que ofrece las mejores vistas del fiordo de Oslo, una impresionante masa de agua que se extiende más de 100 kilómetros. Varias empresas ofrecen paseos y cruceros por el fiordo, algunos incluyendo paradas en las islas cercanas.
Personalmente Aker Brygge y Tjuvholmen es una de las partes que más me han gustado de Oslo. Tal vez en invierno la zona resulte menos acogedora, pero en verano los amplios espacios abiertos, las terrazas de los restaurantes y la impresionante y cuidada urbanización de la zona invitan a pasear y pasar tiempo junto al puerto de Oslo. Y la arquitectura moderna es limpia, elegante y te hace desear poder vivir en cada uno de los edificios que encuentras a cada paso.




La Ópera: donde la arquitectura se hace accesible #
Cruzando el fiordo, nos encontramos con la Ópera, inaugurada en 2008 y diseñada por el estudio Snøhetta. Este edificio singular, revestido de mármol de Carrara blanco y paredes de cristal, representa un témpano emergiendo del mar, con una pequeña escultura de cristal frente a él que simula un fragmento desprendido del cuerpo principal. Su característica más llamativa es la posibilidad de caminar sobre él, ascendiendo por sus paredes inclinadas hasta la azotea. No es una simple escalera exterior: todo el edificio en sí mismo es una estructura transitable.
Durante el ascenso por la fachada, hay que prestar atención a los pequeños cambios de nivel y escalones que aparecen en la pendiente, diseñados probablemente para dirigir el agua y la nieve por los conductos adecuados. Aunque durante nuestra visita las condiciones eran perfectas, es razonable preguntarse cómo de segura o resbaladiza puede resultar esta pendiente en caso de mal tiempo. Las vistas del fiordo desde la parte superior son, en cualquier caso, espectaculares.
El interior es igualmente impresionante, con un vestíbulo principal en forma de herradura que rinde homenaje a los teatros clásicos. La abundante luz natural y el uso extensivo de la madera aportan calidez al espacio. Con capacidad para 1.369 espectadores en su auditorio principal y dos salas adicionales para 400 y 200 personas respectivamente, el edificio combina funcionalidad y estética de manera magistral. Toda la parte pública del edificio, incluyendo el vestíbulo, la tienda y el bar, puede visitarse de forma gratuita, y hasta los baños tienen una estética especial que merece la pena descubrir.







El Barcode: la modernidad hecha skyline #
Junto a la Ópera se alza el llamado Código de Barras de Oslo, un conjunto de 12 edificios de diferentes alturas y anchuras que, vistos de frente, simulan un código de barras. Aunque es una zona principalmente de oficinas, la variedad arquitectónica y el cuidado diseño urbano la convierten en un punto de interés para los amantes de la arquitectura contemporánea. Lo más fascinante es cómo edificios tan diferentes entre sí logran formar un conjunto ordenado y armonioso.
El proyecto sigue unas normas urbanísticas estrictas que garantizan su integración en el entorno: espacios mínimos de 12 metros entre edificios, construcciones largas y estrechas, y alturas escalonadas para evitar el efecto muralla entre el fiordo y la ciudad antigua. Los puentes y pasarelas que parten entre los edificios conectan la zona con el resto de la ciudad, superando las vías del tren y acercando el fiordo a todos los barrios de Oslo.




El encanto bohemio de Grünerløkka #
La tarde nos llevó hasta Grünerløkka, un antiguo distrito industrial reconvertido en el barrio de moda de Oslo. A pesar de que las guías lo destacan como un punto de referencia imprescindible, la realidad que encontramos resulta algo decepcionante. Las calles Thorvald Meyers y Markveien concentran tiendas y restaurantes, pero el ambiente general resulta bastante anodino, al menos durante nuestra visita en un lunes por la tarde. Es posible que el ambiente mejore durante las noches o los fines de semana, o quizás simplemente este tipo de ambiente "hipster" no sea de nuestro especial interés.
El verdadero encanto de la zona lo encontramos cerca del río Akerselva, donde las zonas verdes crean la ilusión de estar en medio de un bosque en plena ciudad. Dos senderos recorren el curso del río, ofreciendo un agradable paseo alejado del bullicio urbano, aunque por sí solos quizás no justifiquen el desplazamiento hasta este barrio.




El punto culminante de la visita es sin duda Mathallen, situado al otro lado del río en el lado oeste de Grünerløkka. Este mercado gastronómico, ubicado en una antigua nave industrial rehabilitada, destaca tanto por la belleza del propio edificio y su cuidada remodelación como por su variada oferta gastronómica. Todo el producto que se vende y consume aquí procede exclusivamente de proveedores locales noruegos o pequeños importadores de la región, sin presencia de grandes cadenas internacionales. Los restaurantes internacionales fusionan estos ingredientes locales con técnicas culinarias de otros países, creando una experiencia gastronómica única, aunque no precisamente económica.



Las joyas ocultas: Damstredet y Telthusbakken #
A unos 15-20 minutos a pie de la estación central descubrimos dos calles que parecen transportarnos a otro tiempo. Damstredet y Telthusbakken, con sus casas de madera de los siglos XVIII y XIX, ofrecen un contraste fascinante con la modernidad del resto de la ciudad. Construidas en una pronunciada pendiente, estas viviendas mantienen sus pequeños huertos y jardines, creando un ambiente residencial sorprendentemente tranquilo en pleno centro urbano.
La calle Damstredet, con su pavimento de piedra original, enmarca perfectamente estas casas de madera perfectamente conservadas. Aunque Telthusbakken estaba en obras durante nuestra visita, el encanto de la zona es innegable. Ambas calles desembocan en uno de los espacios más sorprendentes de Oslo: el cementerio de Vår Frelsers Gravlund (Cementerio de Nuestro Salvador).
Este cementerio histórico rompe con la imagen tradicional que tenemos de estos lugares. Es un espacio abierto y luminoso que los habitantes de Oslo han integrado de forma natural en su vida cotidiana, utilizándolo como zona de paso o lugar de descanso, como si se tratara de un parque más de la ciudad. Entre sus tumbas destacadas se encuentra la del famoso pintor Eduard Munch, autor de "El Grito", aunque el ambiente general del lugar invita más a la contemplación serena que al turismo. La forma en que la luz atraviesa los árboles y la disposición espaciosa de las tumbas crean una atmósfera de paz que contrasta con el bullicio urbano de las calles cercanas.




La Fortaleza Akershus: el broche perfecto #
Terminamos nuestro recorrido en la Fortaleza Akershus, una construcción defensiva del siglo XIII que nunca fue conquistada a pesar de sufrir varios asedios. Aunque el acceso al recinto y las murallas es gratuito, el tiempo no nos permitió visitar el interior del castillo ni sus museos. Sin embargo, el paseo por sus murallas, donde aún se conservan réplicas de los antiguos cañones, nos regaló unas vistas espectaculares del fiordo de Oslo.
El castillo actual, con sus modificaciones renacentistas del siglo XVII, presenta dos patios interiores y un exterior austero dominado por altas murallas y torres. El patio interior, algo árido incluso en verano, debe ofrecer una imagen impresionante cuando la nieve lo cubre en invierno. Bajo las murallas se encuentra la moderna terminal de cruceros de Oslo, otro ejemplo más de cómo la ciudad combina su patrimonio histórico con las necesidades contemporáneas. Sin duda, fue el cierre perfecto para un día lleno de contrastes entre la tradición y la modernidad de esta fascinante capital nórdica.






Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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