París: La segunda parada de nuestro viaje relámpago por Europa

Hay ciudades que despiertan pasiones intensas, y otras que, aunque hermosas, mantienen una distancia emocional con quien las visita. París, en mi caso, pertenece a esta segunda categoría. A pesar de haberla visitado en numerosas ocasiones a lo largo de los años, incluyendo tres veces en el último bienio, nunca ha logrado cautivarme del modo que lo han hecho otras capitales europeas.

El reencuentro no planificado #

La vida, con su peculiar sentido del humor, me ha traído de nuevo a la Ciudad de la Luz en mayo de 2024. Esta vez como parte de un tour express por Europa junto a familiares brasileños, ansiosos por conocer las joyas del continente. Barcelona, París y Roma: un itinerario ambicioso que incluía, inevitablemente, la capital francesa.

Una belleza innegable, una conexión esquiva #

No se puede negar que París es una ciudad espectacular. Sus boulevares perfectamente trazados, los edificios haussmanianos, los jardines meticulosamente cuidados y sus monumentos icónicos componen postales dignas de admiración. Sin embargo, tras todas mis visitas, sigue siendo para mí como esas personas bellísimas con las que, por alguna razón inexplicable, nunca llegas a intimar.

El reto de los tres días #

Del 14 al 18 de mayo nos enfrentábamos a un desafío considerable: mostrar París, incluido Disneyland, en apenas tres días completos. Como veterano de la ciudad, me tocaba el papel de guía improvisado, diseñando itinerarios que rozaban lo imposible. La experiencia previa me había enseñado los ritmos de la ciudad, pero también que los planes más ambiciosos suelen chocar con la realidad parisina.

Una nueva perspectiva forzada #

A pesar de mi relación tibia con París y de la reciente familiaridad con sus rincones - especialmente con Disneyland, visitado dos veces en años recientes - decidí abordar esta nueva visita como un ejercicio de adaptación. No se trataba de mis preferencias, sino de facilitar que otros crearan su propia relación con la ciudad, fuera esta la que fuera.

Este es el comienzo de un diario que narra una nueva inmersión en París, esta vez marcada por el contraste entre mi familiaridad distante con la ciudad y el entusiasmo primerizo de mis acompañantes. Una aventura que, aunque no elegida, prometía añadir nuevos matices a mi particular relación con la capital francesa.