El domingo decidí cambiar de estrategia. Si los días anteriores había explorado principalmente el sur de la ciudad, era hora de conocer la zona norte. Desde el Puente de Triana me puse a caminar en dirección opuesta a la que había tomado los días anteriores, dispuesto a descubrir nuevos rincones de esta ciudad que no dejaba de sorprenderme.
La mañana sevillana me recibió de nuevo con esa luz especial del sur, esa claridad que hace que los colores sean más intensos y que cada rincón parezca un cuadro esperando ser pintado.
El Museo de Bellas Artes: Un tesoro por descubrir #
Mi primer encuentro significativo fue con el Museo de Bellas Artes. Aunque no entré ese día (sería una visita para el martes, mi último día), me llamó la atención su imponente fachada. El edificio, un antiguo convento del siglo XVII, ya prometía desde fuera ser un lugar especial.
Tomé nota mental de volver, intuiendo que iba a ser una de esas visitas que merecen tiempo y pausa. Sevilla estaba llena de estas sorpresas: lugares que podrían pasar desapercibidos en una visita rápida pero que guardaban tesoros esperando ser descubiertos.


La Basílica de la Macarena: En el corazón de la devoción sevillana #
Continué mi camino hasta llegar a la Iglesia de la Macarena, uno de los templos más venerados de Sevilla. Aunque era domingo por la mañana y había movimiento de fieles, pude apreciar la importancia que este lugar tiene para los sevillanos.
La basílica, construida a mediados del siglo XX, alberga a la Virgen de la Esperanza Macarena, una de las imágenes más queridas de la Semana Santa sevillana. Estar allí, viendo la devoción auténtica de la gente, me hizo entender mejor el alma religiosa de Andalucía, esa fe que forma parte indisociable de la cultura y las tradiciones de esta tierra.
Caminando junto a las murallas: Viajando en el tiempo #
Desde la Macarena caminé junto a las murallas árabes, esos restos de la antigua fortificación que nos recuerdan que Sevilla fue durante siglos una de las ciudades más importantes de Al-Andalus. Caminar junto a estos muros de más de mil años de antigüedad es como hacer un viaje en el tiempo, imaginándose cómo sería la vida en esta ciudad cuando era Ishbiliya.
Las murallas, aunque fragmentarias, conservan esa fuerza evocadora que tienen los vestigios del pasado. Te hacen consciente de que estás caminando por calles que han visto pasar siglos de historia, desde la época romana hasta nuestros días, pasando por el esplendor musulmán, la Reconquista cristiana, el descubrimiento de América y todas las transformaciones que han ido moldeando esta ciudad única.


Perdiéndose por el casco antiguo: El placer del descubrimiento #
Después de caminar junto a las murallas, me dejé perder de nuevo por las calles del casco antiguo. Ya empezaba a conocer la estructura básica de la ciudad, pero Sevilla tiene esa maravillosa capacidad de sorprenderte siempre con nuevos rincones, callejuelas que no habías visto antes, patios entreabiertos que dejan entrever jardines secretos.
Cada paseo por el centro histórico era un descubrimiento. A veces era una placeta diminuta con una fuente susurrante, otras veces un palacio señorial con una portada impresionante, o simplemente una calle tan estrecha y pintoresca que parecía sacada de un cuento.




Regreso a la Catedral: El atardecer dorado #
Como si fuera una especie de ritual, volví a llegar hasta la Catedral. Ya empezaba a ser un punto de referencia, un lugar al que mis pasos me llevaban casi sin darme cuenta. La mole gótica de la Catedral y la esbelta silueta de la Giralda se habían convertido en el faro que me orientaba en mis exploraciones por la ciudad.
Desde allí me dirigí hacia el Guadalquivir para ver el atardecer. Se había convertido en uno de mis momentos favoritos del día: contemplar cómo la luz dorada del atardecer bañaba las aguas del río y se reflejaba en los edificios históricos de la ribera.
El encendido de las luces de Navidad: Magia navideña sevillana #
Una vez que se hizo de noche, tenía una cita muy especial. Era el día del encendido oficial de las luces de Navidad en la zona del Ayuntamiento, y no quería perdérmelo. Este tipo de eventos te dan la oportunidad de ver la ciudad desde la perspectiva de sus habitantes, de participar en sus tradiciones y de sentirte parte de la comunidad, aunque sea temporalmente.
Me dirigí hacia la Plaza del Salvador y las calles adyacentes al Ayuntamiento, donde se concentraba el evento. La expectación era palpable, con familias enteras esperando el momento mágico en que toda la decoración navideña se iluminaría de golpe.
Sevilla se viste de gala #
Cuando llegó el momento del encendido, el espectáculo fue precioso. En un instante, todas las calles del centro se llenaron de luces, creando una atmósfera mágica que transformaba por completo el paisaje urbano. Sevilla se vestía de gala para las fiestas navideñas, y hacerlo de esta manera, colectiva y festiva, le daba un carácter especial a la celebración.
Lo que más me impresionó fue el ambiente. Hacía buen tiempo para diciembre, con una temperatura que permitía estar en la calle cómodamente, y había muchísima gente disfrutando del momento. Familias con niños, parejas, grupos de amigos, turistas como yo... todos unidos por la magia del momento.
Estuve disfrutando de las luces y del ambiente durante un buen rato, paseando por las diferentes calles iluminadas, viendo cómo cada rincón había sido cuidadosamente decorado. Era una Sevilla navideña que se mostraba en todo su esplendor, una ciudad que sabía celebrar y que invitaba a sus visitantes a formar parte de la celebración.






Final de un día especial #
Así terminó el domingo, con esa sensación cálida que te deja haber sido testigo de algo especial. No había sido solo un turista contemplando monumentos; había participado en la vida de la ciudad, había formado parte de uno de sus rituales anuales.
De vuelta a Triana, repasando mentalmente todo lo vivido durante el día, me di cuenta de que cada jornada en Sevilla me estaba aportando algo diferente. El primer día había sido el del reconocimiento, el segundo el del asombro ante la grandiosidad de sus monumentos, y este tercero había sido el de la conexión emocional con la ciudad y sus habitantes.
Mañana me esperaba uno de los días más intensos, con visitas programadas a algunos de los monumentos más importantes de la ciudad. Pero después de estos tres días de exploración libre, sabía que iba a afrontarlo con una perspectiva completamente diferente, con la mirada de alguien que ya empezaba a entender y amar profundamente esta ciudad extraordinaria.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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