Día 5. Despedida de la ciudad que enamora

El sábado 5 de febrero amaneció con esa luz especial que solo Sevilla parece capaz de ofrecer, como si la ciudad quisiera despedirnos con su mejor cara. La mochila estaba prácticamente hecha desde la noche anterior, así que tras un desayuno tranquilo en el apartamento, decidimos aprovechar las pocas horas que nos quedaban antes de dirigirnos al aeropuerto.

Dejamos el equipaje preparado y salimos a dar un último paseo por los alrededores de nuestro alojamiento. Es en estos momentos finales, cuando ya no hay presión por "ver cosas", cuando a menudo se disfruta más intensamente de la esencia de un lugar. Sin prisas ni objetivos concretos, simplemente caminando y dejándose envolver por la atmósfera urbana.

Un último vistazo al barrio: la ubicación perfecta #

Durante estos últimos días nos habíamos dado cuenta de lo acertado de nuestra elección de alojamiento. Los Apartamentos Los Angeles, en la calle San Eloy, resultaron tener una ubicación privilegiada, en pleno corazón del casco histórico pero en una calle tranquila que permitía descansar sin el bullicio de las zonas más turísticas.

En estos últimos momentos, mientras recorríamos las calles adyacentes, confirmamos lo conveniente que había sido nuestra elección: a escasos minutos a pie teníamos la Catedral, el Alcázar, la Plaza Nueva, las principales calles comerciales, e incluso el río no quedaba lejos. Una localización verdaderamente estratégica que había facilitado enormemente nuestros desplazamientos durante la estancia.

El apartamento en sí también había cumplido con creces: espacioso para dos personas, limpio, bien equipado y con ese encanto de los edificios antiguos rehabilitados con gusto. Desde luego, un alojamiento recomendable para cualquiera que visite Sevilla y busque una experiencia más personal que la de un hotel convencional.

El regreso: siempre duele dejar Sevilla #

Alrededor de las 11 de la mañana volvimos al apartamento para recoger nuestro equipaje y hacer el check-out. El proceso fue tan eficiente como había sido el check-in, y pronto estábamos en la calle de nuevo, esta vez con nuestras mochilas a cuestas y rumbo a la parada de autobús que nos llevaría al aeropuerto.

El trayecto en autobús nos permitió ver una última vez fragmentos de la ciudad a través de las ventanillas: la Macarena, las avenidas modernas, los barrios residenciales... Sevilla iba despidiéndose poco a poco mientras nos alejábamos de su centro histórico.

Llegamos al aeropuerto con tiempo suficiente, siguiendo esa máxima viajera de que es preferible esperar en el aeropuerto que arriesgarse a perder el vuelo. Los trámites de facturación y control de seguridad transcurrieron sin incidentes, y pronto estábamos en la zona de embarque, hojeando alguna revista o simplemente contemplando el ir y venir de otros viajeros.

Nuestro vuelo despegó puntualmente a las 14:10h. Apenas una hora y media después, aterrizábamos en el aeropuerto de Bilbao. El círculo se cerraba: el mismo trayecto que cinco días antes habíamos recorrido llenos de expectativas, lo hacíamos ahora cargados de recuerdos y experiencias.

Balance del viaje: cuando el plan B supera al A #

Ya en casa, mientras deshacíamos la mochila y reorganizábamos nuestras cosas, no podíamos evitar comentar lo afortunados que habíamos sido con este "plan B" que había surgido tras la cancelación de nuestro viaje a Milán.

Mi pareja, inicialmente reticente ante la idea de cambiar un destino internacional por uno nacional, reconocía ahora sin ambages que Sevilla había superado todas sus expectativas. La riqueza monumental, la gastronomía, el ambiente urbano, la amabilidad de la gente... Todo había contribuido a crear una experiencia que difícilmente habría sido superada por nuestra visita originalmente planeada a la ciudad italiana.

Para mí, que ya conocía Sevilla de visitas anteriores, había sido igualmente gratificante. Cada vez que regreso a esta ciudad descubro nuevos rincones, nuevos matices, nuevas perspectivas. En esta ocasión, lugares como Itálica o el Palacio de San Telmo, que no había visitado anteriormente, habían añadido nuevas capas a mi conocimiento y aprecio por Sevilla.

Y por supuesto, compartir la experiencia en pareja había dado una dimensión especial al viaje. Ver a través de los ojos de alguien que descubre un lugar por primera vez siempre aporta frescura y renovado entusiasmo a la propia percepción.