En mi noveno día de viaje por Singapur, tuve la oportunidad de vivir lo que posiblemente fue la experiencia más memorable de toda mi estancia: la visita a la isla de Pulau Ubin. Este pequeño paraíso natural ubicado al noreste de Singapur, justo en la frontera con Malasia, ofrece un respiro del bullicio urbano y una inmersión total en la naturaleza que contrasta radicalmente con los rascacielos y la modernidad que caracteriza a la ciudad-estado.
Cómo llegar a Pulau Ubin desde Singapur #
El viaje a Pulau Ubin comienza en Changi Village, al noreste de Singapur. Para llegar hasta allí desde mi hostel en Tiong Bahru, utilicé una combinación de metro y autobús, lo que resultó ser un trayecto sencillo y bien conectado gracias al eficiente sistema de transporte público singapurense.
Una vez en Changi Village, hay que dirigirse al embarcadero para tomar una pequeña barca que hace el trayecto hasta la isla. Uno de los detalles más peculiares de este servicio es que no hay horarios establecidos: las barcas parten una vez que reúnen al menos 10 pasajeros. En mi experiencia, la espera fue mínima, no más de 15 minutos en ambos trayectos. Además, el sistema es bastante cómodo, ya que no es necesario esperar dentro de la embarcación. Basta con avisar de tu intención de cruzar y puedes aguardar tranquilamente en cualquier zona del embarcadero hasta que se complete el grupo.




La isla sin coches: desplazarse por Pulau Ubin #
Todas las guías recomiendan recorrer Pulau Ubin en bicicleta, y nada más desembarcar encontrarás varios puestos de alquiler destinados a los visitantes. Esto se debe a que en la isla no están permitidos los vehículos a motor, lo que contribuye a preservar su atmósfera tranquila y su entorno natural.
En mi caso, con cierta vergüenza debo admitir que no sé montar en bicicleta, así que asumí desde el principio que tendría que recorrer la isla a pie. Lo que inicialmente podría parecer una desventaja, acabó convirtiéndose en una oportunidad para conectar de forma más íntima con el entorno y disfrutar a un ritmo pausado de todos los detalles que ofrece este lugar.



Explorando el oeste: templos y miradores #
Mi recorrido comenzó por el lado occidental de la isla, donde el primer punto de interés fue el Wei Tuo Fa Gong Temple. Este templo budista, a diferencia de los grandes templos que había visitado anteriormente en Singapur, tiene un encanto particular por su sencillez y autenticidad. Sus colores vivos contrastan con el verde de la vegetación que lo rodea. Mientras estuve allí, solo me encontré con un par de devotos locales que realizaban sus ofrendas. El sonido de las campanas y el aroma del incienso, junto con el canto de los pájaros, creaban una atmósfera de recogimiento que invitaba a quedarse un rato contemplando la escena.




Desde allí, me dirigí a Puaka Hill, siguiendo un sendero sombreado por árboles tropicales. El camino de ascenso, aunque no excesivamente largo (unos 10 minutos), resulta algo empinado en su tramo final y el calor húmedo de Singapur lo hace más exigente. Durante la subida, pude observar varias mariposas y escuchar el constante sonido de los insectos que habitan en la vegetación.
Al llegar a la cima, a unos 74 metros sobre el nivel del mar, las vistas justifican completamente el esfuerzo. Desde allí se pueden contemplar los humedales de la isla, las antiguas canteras convertidas en lagos de aguas turquesas y, en la distancia, la costa de Malasia. El mirador está delimitado por una valla de madera que marca el límite de seguridad. Aunque no presencié este comportamiento durante mi visita, he visto en perfiles de Instagram la tendencia de algunos visitantes a saltar esta valla para hacerse fotos más impactantes, una práctica que desaconsejo completamente. Un trabajador del parque con el que conversé me explicó, visiblemente preocupado, que ya habían tenido varios incidentes por comportamientos similares y que las caídas desde esa altura podían ser fatales, especialmente considerando lo alejado que está este punto de cualquier centro médico.




Chek Jawa Wetlands: la joya de Pulau Ubin #
Tras la visita al mirador, puse rumbo hacia el este de la isla, con destino a la zona de Chek Jawa Wetlands. El camino, de aproximadamente 5 kilómetros, transcurre por senderos bien marcados pero poco transitados. Durante este trayecto tuve varios encuentros cercanos con la fauna local: un grupo de monos macacos que me observaban con curiosidad desde las ramas de los árboles y, para mi sorpresa, un par de jabalíes salvajes que cruzaron el camino a unos metros de distancia. A diferencia de otras zonas turísticas de Asia, aquí los animales no están acostumbrados a recibir comida de los visitantes, por lo que mantienen un comportamiento mucho más natural.






Al llegar a Chek Jawa quedé realmente impresionado. Este ecosistema es verdaderamente único porque concentra seis hábitats naturales distintos en una misma área relativamente pequeña (aproximadamente 100 hectáreas): playa de arena, playa rocosa, arrecife de coral, laguna costera, bosque costero y manglares. Los científicos consideran esta convergencia de ecosistemas como extremadamente rara, lo que convierte a Chek Jawa en un lugar de especial interés para la conservación.
El sendero de madera elevado (Coastal Boardwalk) que bordea la costa tiene una longitud de unos 600 metros y se adentra parcialmente en el mar durante la marea alta. Caminando sobre él, pude disfrutar de unas vistas alucinantes de los manglares y el mar. La pasarela permite observar el ecosistema desde una perspectiva privilegiada, con el agua bajo tus pies en algunos tramos y la vegetación exuberante a ambos lados. Los colores, los sonidos, los olores... todo contribuye a crear una experiencia sensorial completa que resulta difícil de describir con palabras.






La torre de observación Jejawi Tower, de unos 20 metros de altura, me permitió contemplar el dosel del bosque y obtener una perspectiva panorámica de toda la zona. La subida por la escalera de caracol resulta un poco fatigosa, pero compensa absolutamente. Desde arriba pude distinguir varias aves sobrevolando la copa de los árboles, un espectáculo que añadió otra dimensión a mi visita.
El Centro de Información, ubicado cerca del inicio del sendero, ofrece datos interesantes sobre los esfuerzos de conservación. Según me explicó un guía voluntario que encontré allí, Chek Jawa estuvo a punto de ser completamente rellenado para crear terreno urbanizable en 2001, pero una movilización ciudadana sin precedentes logró salvarlo. Hoy en día está protegido, aunque los ecosistemas marinos siguen amenazados por la contaminación y el cambio climático.




Durante las dos horas que pasé recorriendo esta zona, apenas me crucé con otros diez visitantes. Esta escasa presencia turística permitía escuchar con claridad el susurro del viento entre las hojas, el chapoteo del agua contra las raíces y el concierto de aves e insectos. Es precisamente esta soledad lo que hace de Chek Jawa una experiencia tan especial, tan distinta del bullicio que caracteriza otras atracciones turísticas de Singapur.
Recorriendo el norte: canteras y fronteras #
Desde Chek Jawa tomé un sendero hacia el noroeste, atravesando una zona boscosa donde la vegetación se vuelve más densa. El camino, menos transitado que otros en la isla, estaba parcialmente cubierto de hojas secas que crujían bajo mis pies. Tras aproximadamente 40 minutos de caminata, durante los cuales no me crucé con ningún otro visitante, llegué a Petai Quarry Viewpoint.
Esta antigua cantera de granito, activa durante la época colonial británica y abandonada en los años 70, ahora está completamente inundada. El resultado es un lago artificial de aguas tranquilas con un característico color verde-azulado debido a los minerales disueltos. Alrededor del lago, la naturaleza ha reclamado su espacio, creando un ecosistema donde proliferan helechos gigantes y árboles que se reflejan perfectamente en las aguas quietas. Un pequeño mirador improvisado con troncos me permitió sentarme unos minutos a contemplar este paisaje, que tiene algo de místico y evocador. Según me contaron, estas canteras abandonadas están ahora habitadas por varias especies de peces, incluyendo algunas variedades de tilapias, aunque no logré ver ninguno durante mi visita.


Después de descansar y rehidratarme (el calor se hacía bastante intenso para la hora del día), continué mi camino hacia el norte hasta alcanzar Mamam Campsite. Este área de acampada, bastante básica en sus instalaciones, cuenta con un par de mesas de picnic bajo tejados de hojas de palma y un punto de agua potable. Lo más interesante es su ubicación, en el extremo septentrional de la isla, desde donde se puede observar perfectamente el estrecho de Johor y la costa de Malasia. La frontera marítima entre ambos países está marcada por una serie de postes en el agua, que se distinguen claramente desde la orilla.
Mi teléfono móvil emitió un pitido y al revisarlo comprobé que había conectado automáticamente con una red malaya. Este detalle es importante para los visitantes, ya que puede generar gastos de roaming según la tarifa contratada. En mi caso, como mi plan incluía datos en Malasia, aproveché para enviar algunas fotos a través de WhatsApp y comentar dónde me encontraba. El contraste entre estar físicamente en Singapur pero conectado digitalmente a Malasia tiene su punto curioso y me hizo reflexionar sobre lo artificiales que son a veces las fronteras.


Sensory Trail y regreso #
Para completar mi recorrido por la isla, decidí tomar un camino que me llevara de vuelta al embarcadero pasando por el Sensory Trail. Este sendero, de unos 500 metros de longitud, está especialmente diseñado para estimular los sentidos y acercar a los visitantes a la rica biodiversidad de la isla. A lo largo del recorrido encontré carteles explicativos que identifican diversas especies de plantas y sus usos tradicionales en la medicina y gastronomía local.
El diseño del sendero invita a prestar atención a los diferentes elementos naturales, desde la variedad de texturas en las cortezas de los árboles hasta los distintos aromas que desprenden algunas plantas al frotar suavemente sus hojas. Es un espacio pensado para una experiencia más contemplativa y educativa, ideal para quienes viajan con niños o simplemente desean conectar de forma más consciente con la naturaleza.




Ya eran casi las 15:30 cuando llegué al embarcadero principal de la isla. Mientras esperaba a que se formara un grupo suficiente para que la barca partiera de regreso a Changi Village, me senté en un banco de madera bajo la sombra. Una chica pelirroja se sentó a mi lado y no tardamos en entablar conversación. Era danesa, viajaba sola y había recorrido la isla en bicicleta aquella misma mañana. Intercambiamos experiencias sobre nuestras respectivas visitas, y resultó interesante contrastar su perspectiva con la mía. Ella había centrado su recorrido en la parte este de la isla y no había llegado a Puaka Hill, pero completó su visita en mucho menos tiempo gracias a la bicicleta.
Le comenté que, en mi opinión, aunque recorrer la isla a pie supone un esfuerzo físico considerable, esta forma de desplazamiento permite una relación más cercana con el entorno. Cuando caminas, es más fácil detenerse a hacer fotografías de pequeños detalles que en bicicleta pasarían desapercibidos, apreciar los sonidos de la naturaleza sin el ruido de las ruedas sobre el camino, o simplemente dejarse llevar por el ritmo pausado que impone andar bajo el sol tropical. Es una experiencia más inmersiva, más completa en cierto modo, aunque evidentemente más lenta y físicamente exigente.


Tiempo, recomendaciones y regreso a Singapur #
En total, dediqué aproximadamente seis horas a explorar la isla, desde las 9:30 hasta las 15:30. Al regresar a Changi Village, aproveché para comer en el Changi Village Hawker Centre, un centro de comidas donde puedes degustar platos locales a precios muy asequibles. Después, di un paseo por Changi Beach Park para completar la visita a esta zona menos frecuentada de Singapur.
Aunque Pulau Ubin fue sin duda una de las mejores experiencias de mi viaje, debo mencionar un pequeño inconveniente: los mosquitos. Los picotazos en las piernas fueron casi mordeduras, así que mi principal recomendación es aplicarse un repelente de insectos potente antes de la visita. En cualquier caso, este contratiempo no empaña en absoluto la experiencia.





De vuelta a Marina Bay #
Regresé a Marina Bay en autobús, donde había quedado con un chico francés que había conocido unos días antes. Nos saludamos efusivamente y tomamos una cerveza mientras intercambiábamos impresiones sobre nuestras respectivas experiencias en Singapur. Me propuso continuar la noche de fiesta en Clarke Quay, pero el cansancio acumulado de la caminata matinal pesó más que las ganas de salir, así que nos despedimos y cada uno siguió su camino.
Aprovechando que me encontraba en la zona, dediqué un tiempo a recorrer el centro comercial situado en los bajos del hotel Marina Bay Sands. Al anochecer, capturé algunas fotografías nocturnas de esta emblemática área y volví a disfrutar del espectáculo de agua y luces "Spectra", un impresionante show gratuito que se realiza frente a la bahía.
Con las piernas cansadas pero el espíritu renovado por un día tan completo, regresé finalmente a mi hostel, llevando conmigo el recuerdo imborrable de Pulau Ubin, ese pequeño paraíso natural que constituye uno de los secretos mejor guardados de Singapur.






Consejos prácticos para visitar Pulau Ubin #
- Transporte: Lleva efectivo para pagar el trayecto en barca (3 SGD por trayecto).
- Horario recomendado: Llega temprano para aprovechar las horas menos calurosas del día.
- Equipamiento: Calzado cómodo para caminar, protección solar, repelente de mosquitos (imprescindible), agua suficiente y algo de comida, ya que las opciones en la isla son limitadas.
- Duración: Planifica al menos medio día para la visita, aunque un día completo es lo ideal si quieres recorrerla sin prisas.
- Conservación: Respeta el entorno natural, no dejes basura y sigue siempre las indicaciones de seguridad.
Pulau Ubin representa la cara menos conocida de Singapur, aquella que se aleja de los rascacielos y centros comerciales para ofrecer una experiencia auténtica en contacto con la naturaleza. Una visita obligada para quienes buscan algo más que el típico turismo urbano en la ciudad-estado.






Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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