El lunes 7 de julio amaneció gris y lluvioso, uno de esos días en los que el clima parece conspirar contra los planes turísticos. Después del desayuno, mientras observábamos desde la ventana del hotel cómo caía una lluvia fina pero persistente, tuvimos que replantear nuestra estrategia para el día. La lluvia en Viena no es necesariamente un inconveniente si uno sabe adaptar los planes, y nosotros decidimos convertir la adversidad meteorológica en una oportunidad para explorar la ciudad desde una perspectiva diferente.
Museumsquartier: cultura concentrada bajo la lluvia #
Con la lluvia como compañera de viaje, nos dirigimos al Museumsquartier, pensando que podría ofrecernos cierto refugio mientras explorábamos uno de los complejos culturales más importantes de Europa. Este distrito cultural, construido sobre los antiguos establos imperiales, alberga algunos de los museos más prestigiosos de Viena, desde el Leopold Museum con su importante colección de arte austriaco hasta el Museum Moderner Kunst con su apuesta por el arte contemporáneo.
Aunque no entramos en ninguno de los museos, disfrutamos recorriendo el complejo arquitectónico que los alberga. La transformación de los antiguos establos barrocos en un moderno centro cultural es un ejemplo perfecto de cómo Viena ha sabido combinar la preservación de su patrimonio histórico con las necesidades culturales contemporáneas. Los edificios históricos conviven armoniosamente con construcciones modernas de líneas vanguardistas, creando un conjunto que funciona tanto estéticamente como funcionalmente.




Naschmarkt: la decepción turística bajo la lluvia #
Desde el Museumsquartier nos dirigimos al famoso Naschmarkt, confiando en que este mercado histórico nos ofrecería refugio de la lluvia y una experiencia auténtica de la vida cotidiana vienesa. Sin embargo, pronto descubrimos que habíamos cometido un error de cálculo: el Naschmarkt no es un mercado cubierto como los de otras ciudades europeas, sino una sucesión de puestos al aire libre que, como mucho, cuentan con toldos y techumbres parciales.
La lluvia convirtió la visita en una carrera entre refugios improvisados, pero más allá de la incomodidad meteorológica, el Naschmarkt resultó ser una de las grandes decepciones del viaje. Lo que esperábamos que fuera un mercado auténtico con productos locales y ambiente vienés resultó ser una trampa turística perfectamente diseñada. La mayoría de los puestos ofrecían productos genéricos orientados exclusivamente al turismo, con vendedores especialmente insistentes que prácticamente te arrastraban hacia sus puestos para intentar venderte especias, souvenirs o productos supuestamente típicos.
El ambiente no tenía nada de local ni de auténtico. Era imposible encontrar productos realmente vieneses o austriacos entre tanta oferta estandarizada para el consumo turístico. Los precios eran exorbitantes y la experiencia, en general, profundamente artificial. Después de dar una vuelta completa por el mercado, salimos con la sensación de haber perdido el tiempo y con una lección aprendida sobre cómo el turismo masivo puede desnaturalizar completamente espacios que en teoría deberían ser auténticos.




Parada cultural: Ópera, Albertina y Biblioteca Nacional #
Huyendo de la lluvia y del ambiente comercial del Naschmarkt, nos dirigimos hacia algunos de los iconos culturales del centro de Viena. Pasamos por delante de la Ópera Estatal, con su majestuosa fachada neorrenacentista que ha convertido este edificio en uno de los símbolos musicales más reconocidos del mundo. Aunque no teníamos entradas para ninguna representación, simplemente contemplar el edificio desde el exterior permite imaginar la riqueza cultural que se desarrolla en su interior.
Nuestro siguiente destino fue el exterior del Museo Albertina, famoso por albergar una de las colecciones de arte gráfico más importantes del mundo, con obras que van desde Durero hasta Picasso. El edificio, situado en una posición privilegiada junto al Hofburg, combina la arquitectura clásica con ampliaciones modernas que han permitido adaptar el espacio a las necesidades museísticas contemporáneas.
Aprovechamos también para visitar la parte gratuita de la Biblioteca Nacional Austriaca, situada en el Hofburg. Aunque no pudimos acceder a la espectacular Sala de Estado barroca, que requiere entrada de pago, las zonas de acceso libre ya ofrecen una idea de la monumentalidad de esta institución que custodia más de 12 millones de objetos, desde manuscritos medievales hasta las más modernas publicaciones digitales.










El Parlamento: arquitectura y democracia #
A las tres de la tarde teníamos reservada una visita al Parlamento austriaco, una experiencia que habíamos planificado con antelación ya que las visitas gratuitas requieren reserva previa por internet. El edificio del Parlamento, construido a finales del siglo XIX siguiendo el estilo neoclásico griego, es uno de los ejemplos más puros de la arquitectura historicista vienesa.
La visita guiada nos llevó por las principales salas del edificio, desde el hemiciclo donde se reúne el Consejo Nacional hasta las salas de comisiones y los espacios de representación. El edificio fue diseñado por Theophil Hansen como símbolo de la democracia parlamentaria, inspirándose directamente en la arquitectura de la Grecia clásica para evocar los orígenes de la democracia occidental. La fachada principal está dominada por la fuente de Palas Atenea, diosa de la sabiduría, flanqueada por figuras alegóricas que representan los principales ríos del imperio austrohúngaro.
Una vez finalizada la visita oficial, nos permitieron explorar por libre las zonas de acceso público, incluyendo una terraza en la cuarta planta que ofrece vistas panorámicas sobre el centro de Viena. Desde allí pudimos contemplar la ciudad desde una perspectiva elevada, apreciando cómo se extiende el entramado urbano desde el centro histórico hacia los distritos exteriores.










El cambio meteorológico y rumbo a Schönbrunn #
Al salir del Parlamento nos encontramos con una sorpresa meteorológica: el tiempo había cambiado completamente. Las nubes grises habían dado paso a un cielo azul espléndido y el sol prometía una tarde magnífica. Era el momento perfecto para dirigirse hacia uno de los destinos más emblemáticos de Viena: el palacio de Schönbrunn.
El trayecto en tranvía hasta Schönbrunn nos permitió atravesar varios distritos vieneses y observar cómo cambia el carácter de la ciudad a medida que uno se aleja del centro histórico. El palacio aparece al final de una larga avenida, anunciando su presencia con esa monumentalidad característica de las residencias imperiales de los Habsburgo.
Aunque decidimos no visitar el interior del palacio, los jardines de Schönbrunn ofrecen una experiencia suficientemente rica como para justificar la visita. Y son gratuitos. Estos jardines barrocos, diseñados en el siglo XVIII, se extienden por más de 160 hectáreas y constituyen uno de los ejemplos más perfectos del arte paisajístico imperial europeo. Los parterres geométricos, las fuentes ornamentales, los pabellones dispersos por el parque y la famosa Gloriette en lo alto de la colina crean un conjunto de una belleza extraordinaria.
Pasear por los jardines de Schönbrunn con buen tiempo es una de las experiencias más placenteras que puede ofrecer Viena. Los jardines están diseñados para ser contemplados tanto desde el nivel del suelo como desde las terrazas elevadas, ofreciendo perspectivas constantemente cambiantes del conjunto palaciego. Es fácil entender por qué los emperadores austriacos eligieron este lugar como residencia de verano y por qué sigue siendo uno de los destinos más populares de la ciudad.










Un error de cálculo que se convierte en descubrimiento #
Para terminar el día habíamos decidido regresar a la zona del DonauKanal que habíamos vislumbrado el día anterior, con la intención de explorar el ambiente nocturno de esa área. Sin embargo, un error de cálculo con el transporte público nos llevó mucho más al oeste de lo que pretendíamos, a un tramo del canal completamente diferente y mucho menos conocido turísticamente.
Lejos de considerarlo un fracaso, decidimos convertir el error en una oportunidad de exploración. Comenzamos a caminar por la Henriette-Willardt-Promenade, un sendero que discurre junto al canal en una zona que parecía completamente ajena al turismo masivo del centro de Viena. Era un paseo casi agreste, con vegetación natural, bancos ocasionales y vistas al agua que recordaban más a un parque natural que a una gran capital europea.
Durante todo el recorrido nos cruzamos únicamente con algunos corredores puntuales y personas paseando a sus perros. Era la Viena más auténtica y cotidiana, completamente libre de turistas y de toda la parafernalia comercial que habíamos encontrado en el centro. El paisaje junto al canal tenía una belleza natural y relajante que contrastaba completamente con la grandiosidad imperial de los palacios y monumentos.
El atardecer junto al Danubio #
Este paseo inesperado junto al canal se convirtió en uno de los momentos más memorables del viaje. Lejos de las masas turísticas, disfrutando del atardecer en un entorno natural en pleno corazón de Viena, tuvimos la sensación de haber descubierto una faceta completamente diferente de la ciudad. Era un balón de oxígeno después de dos días de turismo intensivo entre multitudes.
El atardecer tiñó de colores dorados el agua del canal y la vegetación de las orillas. Era un momento de calma y contemplación que nos permitió desconectar del ritmo acelerado del turismo urbano y simplemente disfrutar de la belleza natural que Viena también puede ofrecer cuando uno se aleja de los circuitos habituales.



Ambiente nocturno en DonauKanal #
Cuando finalmente llegamos a la zona de bares y restaurantes cerca de Schwedenplatz, ya había anochecido por completo. El contraste con el paseo tranquilo y natural que acabábamos de experimentar era absoluto: aquí se concentraba el ambiente nocturno de una gran capital europea, con terrazas llenas de gente, música, conversaciones en múltiples idiomas y esa energía particular de las noches de verano en la ciudad.
El ambiente era realmente espléndido. La gente se sentaba tanto en las terrazas de los bares como directamente en el borde del canal, en grupos que conversaban tranquilamente mientras contemplaban el agua. Los bares tenían ambientes relajados y acogedores, muy diferentes de la frialdad que a veces se asocia con el carácter austriaco. La iluminación nocturna daba al conjunto un aspecto realmente atractivo, creando reflejos en el agua y destacando los murales de arte urbano que decoraban algunos muros.
Los graffitis y murales que encontramos por la zona eran de gran calidad artística, convirtiendo las paredes en galerías de arte urbano al aire libre. Era evidente que esta zona había evolucionado hacia un ambiente cultural alternativo que atraía tanto a jóvenes vieneses como a visitantes en busca de algo diferente al turismo convencional.








Una noche perfecta junto al agua #
Se había quedado una noche estupenda para disfrutar junto al río. La temperatura era perfecta, el ambiente relajado y cosmopolita, y el entorno resultaba mucho más auténtico que todo lo que habíamos experimentado en el centro turístico. Decidimos alargar el paseo hasta casi las once de la noche, cuando muchos locales ya estaban cerrando, simplemente disfrutando de la atmósfera nocturna vienesa en su versión más natural y menos impostada.
Cuando finalmente tomamos el metro de vuelta al hotel, llevábamos con nosotros la sensación de haber vivido un día completo y variado. Habíamos experimentado la Viena cultural de los museos, la decepción turística del Naschmarkt, la solemnidad democrática del Parlamento, la grandiosidad imperial de Schönbrunn, y sobre todo, habíamos descubierto esa Viena más auténtica y relajada que se esconde junto al agua, lejos de los grandes circuitos turísticos.
Era precisamente este tipo de descubrimientos inesperados lo que hacía que este regreso a Viena estuviera resultando mucho más interesante y matizado que mi primera visita de hace más de dos décadas.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Descubre Bilbao
Bienvenido a mi Bilbao, una ciudad que reinventa su pasado industrial en un presente lleno de arte, sabor y sorpresas. Aquí encontrarás rutas, paseos y eventos tanto de Bilbao como de sus alrededores