Cada vez que paso por la Plaza Bizkaia, no puedo evitar detenerme a contemplar ese edificio singular que parece ondular con vida propia. Es imposible no fijarse en él: su fachada de cristal curva destaca entre los bloques tradicionales del ensanche, creando un contraste que, lejos de desentonar, enriquece todo el entorno.
El solar que esperó su momento #
La historia de este lugar me resulta fascinante. Durante años, este fue uno de esos solares vallados que todos conocemos en Bilbao, un hueco en el paisaje urbano que parecía esperar su destino. Donde antes estuvo el Colegio Santiago Apóstol, se había creado una situación urbanística compleja: un aparcamiento subterráneo ya funcionando, una plaza pública recién estrenada, y un solar que necesitaba completar el puzzle.
Cuando el Gobierno Vasco decidió construir aquí su nueva sede administrativa, el reto no era menor. No se trataba de edificar sobre terreno virgen, sino de levantar un edificio sobre una estructura existente, con todas las limitaciones que eso conlleva. Era como hacer un traje a medida para alguien que ya lleva puestos los zapatos.
El arquitecto elegido fue Federico Soriano, el mismo que nos regaló el Euskalduna. Y debo reconocer que su propuesta me conquistó desde el primer momento, aunque al principio no terminara de entender del todo lo que estaba viendo.
Una forma que cuenta una historia #
Lo primero que llama la atención del edificio es su forma. No es rectangular como cabría esperar, sino que se curva, se abomba, creando una silueta que cambia según desde dónde lo mires. Con casi noventa metros de longitud hacia la plaza, va variando su anchura a medida que avanza, como si fuera un ser vivo que respira.
Esta forma no es caprichosa. Quien haya vivido en Bilbao sabe lo que significa tener una casa orientada al oeste: las tardes de verano pueden ser infernales. Este edificio tiene esa orientación, y Soriano tuvo que ingeniárselas para que sus futuros ocupantes no acabaran asados.
La solución me parece brillante en su simplicidad: en lugar de luchar contra el sol, decidió trabajar con él. La fachada no es una simple pared de cristal, sino todo un sistema de capas que actúan como filtros. Es como si el edificio llevara unas gafas de sol sofisticadas que se adaptan a cada momento del día.
Un edificio que respira #
Una de las cosas que más me fascina es cómo cambia la percepción del edificio según la luz. Por las mañanas, cuando el sol aún no pega fuerte, los cristales permiten ver el interior con cierta claridad. Puedes intuir la actividad dentro, las personas moviéndose, las luces encendidas.
Pero cuando llega la tarde y el sol del oeste se intensifica, el edificio se transforma. Los vidrios serigrafiados entran en acción, creando una superficie que juega con la luz y las sombras. No es que el edificio se vuelva opaco, sino que adquiere una cualidad diferente, más misteriosa, casi etérea.
Me han contado que este sistema no es solo estético. En verano, esas serigrafías bloquean el exceso de calor, manteniendo fresco el interior. En invierno, cuando necesitamos toda la luz y el calor posibles, permiten que entre el sol. Es tecnología al servicio del confort, pero integrada de forma tan elegante que ni te das cuenta de que está ahí.
Más que un edificio de oficinas #
Aunque desde fuera pueda parecer un bloque compacto, el interior está pensado con mucha inteligencia. Los arquitectos colocaron todos los servicios, escaleras y zonas de almacenamiento pegados a la medianera, liberando así toda la fachada principal para los espacios de trabajo. El resultado es que prácticamente todos los puestos disfrutan de luz natural y vistas a la plaza.
Me gusta especialmente cómo resolvieron el tema de los despachos privados. En lugar de crear compartimentos cerrados que rompieran la fluidez del espacio, los "flotaron" dentro de la oficina, cerrados con mamparas de cristal. Así mantienen la privacidad necesaria sin sacrificar la sensación de amplitud.
Un vecino de lujo en una zona privilegiada #
La ubicación no podría ser mejor. Tener como vecinos a la Alhóndiga y al edificio de la Cámara de Comercio convierte a esta zona en una de las más dinámicas de Bilbao. Es curioso cómo estos tres edificios, tan diferentes en época y estilo, dialogan entre sí sin problemas.
La Alhóndiga, con su historia centenaria y su reciente transformación en centro cultural, representa nuestro pasado industrial reconvertido. El edificio de la Cámara, elegante y clásico, simboliza la tradición comercial de la ciudad. Y el Plaza Bizkaia aporta esa nota de modernidad y sostenibilidad que habla de hacia dónde vamos.
Desde que se inauguró en 2006, se ha convertido en sede de algunas de las entidades públicas más importantes del País Vasco: SPRI, EVE, IHOBE, OSATEK, URA, BASQUETOUR. Es decir, organismos que trabajan en promoción económica, energía, medio ambiente, tecnología, agua y turismo. Una concentración de talento y recursos que convierte al edificio en un auténtico motor de desarrollo.
Sostenibilidad avant la lettre #
Lo que más me llama la atención es que este edificio se adelantó a su tiempo en temas de sostenibilidad. Cuando se diseñó, en 2002, la eficiencia energética no era todavía la obsesión que es hoy. Pero Soriano ya intuía que el futuro pasaba por edificios que fueran respetuosos con el medio ambiente.
Las placas fotovoltaicas integradas en la cubierta y en parte de la fachada generan energía limpia. El sistema de climatización está optimizado para minimizar el consumo. Y toda esa sofisticada fachada de cristal no es solo bonita: es un verdadero regulador térmico que reduce drásticamente las necesidades de calefacción y refrigeración.
Flexibilidad para el futuro #
Una de las cosas más inteligentes del proyecto es su flexibilidad. Las plantas son espacios diáfanos que se pueden reorganizar según las necesidades. Esto es fundamental en un mundo que cambia tan rápido como el nuestro. Las organizaciones crecen, se reestructuran, cambian sus formas de trabajar, y el edificio debe poder adaptarse.
Aunque no he tenido ocasión de entrar me han contado de primera mano cómo diferentes plantas están organizadas de formas completamente distintas, desde espacios totalmente abiertos hasta configuraciones más compartimentadas, dependiendo de las necesidades de cada entidad.
Un edificio que envejece bien #
Ahora que han pasado casi dos décadas desde su inauguración, puedo decir que el edificio Plaza Bizkaia ha envejecido extraordinariamente bien. Su propuesta arquitectónica, que en su momento pudo parecer arriesgada, se ha consolidado como una de las mejores aportaciones a nuestro paisaje urbano reciente.
No es solo que se mantenga en buen estado (que también), sino que sigue sorprendiendo, sigue siendo relevante. En una época en la que muchos edificios "modernos" de los años 2000 ya parecen anticuados, este mantiene su frescura y su capacidad de emocionarnos.
Un ejemplo de lo que Bilbao sabe hacer #
Para mí, el edificio Plaza Bizkaia representa algo muy característico de nuestra ciudad: la capacidad de innovar sin perder la identidad, de mirar al futuro sin romper con el pasado. Es un edificio que respeta la escala del ensanche, que dialoga con sus vecinos históricos, pero que al mismo tiempo no renuncia a ser de su tiempo.
Cada vez que paso por delante, especialmente al atardecer cuando los cristales capturan los últimos rayos de sol, pienso en lo afortunados que somos de tener arquitectos capaces de crear edificios que no solo funcionan bien, sino que además nos emocionan. Porque al final, de eso se trata: de crear espacios que mejoren nuestra experiencia de la ciudad, que la hagan más bella, más eficiente, más humana.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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