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El puente de Deusto

Testigo de hierro en la transformación de Bilbao

El puente de Deusto

La primera vez que vi alzarse las hojas del puente de Deusto quedé fascinado. Era una tarde de primavera de finales de los años 90, y tuve la suerte de presenciar una de las cada vez más escasas aperturas de este coloso de hierro. El mecanismo se puso en marcha con un zumbido eléctrico y, como dos gigantescas alas metálicas, las dos secciones del puente comenzaron a elevarse majestuosamente hacia el cielo. Por debajo, un pequeño barco de la naviera Pinillos avanzaba lentamente por la ría. Aquella imagen quedó grabada en mi memoria como uno de esos momentos que definen la esencia de nuestra ciudad.

Mi relación con el puente #

Como bilbaíno, el puente de Deusto ha formado parte del paisaje urbano que me ha acompañado toda la vida. Lo he cruzado innumerables veces: para visitar amigos en Deusto, para asistir a clases en la Escuela de Idiomas o simplemente durante largas caminatas por la ciudad. Cada cruce supone transitar entre dos mundos: el Deusto residencial y universitario, y el moderno Abandoibarra con sus museos y edificios emblemáticos.

A menudo, me detengo en medio del puente y observo la ría que ha sido el alma de Bilbao desde su fundación. Desde allí, la perspectiva de nuestra ciudad es magnífica: la Torre Iberdrola elevándose imponente, el sinuoso perfil del Guggenheim brillando al sol, la grúa Carola que aún resiste como testigos de un pasado industrial que todos los bilbaínos llevamos en nuestro ADN.

Un puente nacido de la necesidad #

La historia del puente está entrelazada con la evolución de Bilbao. Tras el Plan de Ensanche de 1876, la ciudad empezó a expandirse hacia las anteiglesias vecinas. Bilbao crecía, pero la ría seguía siendo una barrera natural que separaba los nuevos barrios.

El alcalde Federico Moyúa prometió a los habitantes de estos barrios la construcción de puentes que facilitaran las comunicaciones. Era una necesidad imperiosa que el arquitecto Ricardo Bastida ya había previsto en una conferencia de 1923 titulada, con mucho acierto, "El problema urbanístico de Bilbao".

Me fascina imaginar el viaje que Bastida realizó a Chicago en 1926. Enviado por el alcalde al Congreso Eucarístico, aprovechó para estudiar los puentes móviles de la ciudad americana. ¿Qué pensaría aquel arquitecto bilbaíno al contemplar por primera vez las enormes estructuras metálicas que se alzaban sobre el río Chicago? ¿Soñaría ya con trasladar aquella ingeniería a nuestra querida ría?

Del sueño a la realidad #

En 1930, Bastida, junto con los ingenieros Ignacio de Rotaeche y José Ortiz de Artiñano, diseñaron un puente inspirado en el Michigan Boulevard Bridge de Chicago. Cuando paseo por el puente, a veces me pregunto cómo sería este proceso creativo, las discusiones técnicas entre ellos, los borradores descartados, las soluciones ingeniosas que fueron encontrando.

Las obras comenzaron en 1932, y no fueron sencillas. Como muchos bilbaínos, conozco por los estudios locales que para la cimentación en la margen izquierda tuvieron que perforar 20 metros hasta encontrar roca firme. ¡Veinte metros! Es impresionante pensar en el desafío técnico que esto suponía en aquella época, sin la maquinaria moderna con la que contamos hoy.

Un nacimiento en tiempos turbulentos #

El puente se inauguró el 13 de diciembre de 1936, en plena Guerra Civil. Qué paradoja: un símbolo de unión nacido en tiempos de división. Su vida fue breve entonces. Apenas seis meses después, el 19 de junio de 1937, fue volado ante la inminente llegada de las tropas franquistas a Bilbao.

A veces, cuando cruzo el puente en una noche tranquila, trato de imaginar el estruendo de aquella explosión, el metal retorciéndose, cayendo sobre las aguas de la ría. En Bilbao todos hemos escuchado relatos sobre aquella destrucción, transmitidos de generación en generación, parte de la memoria colectiva de nuestra ciudad.

El puente fue reconstruido entre 1938 y 1939. Durante la dictadura franquista llevó el nombre de "Puente del Generalísimo", una denominación que afortunadamente se cambió en 1979, con la llegada de la democracia. Los bilbaínos más mayores todavía recuerdan el día que retiraron esa placa, cuando un grupo de vecinos aplaudió espontáneamente.

La mecánica del gigante #

Las casetas que hay a ambos lados del puente siempre han despertado mi curiosidad, como la de muchos bilbaínos. Son las que albergan el mecanismo que permite la elevación de las hojas. Aunque nunca he podido acceder a su interior, en Bilbao circulan muchas historias sobre su funcionamiento, y he leído descripciones detalladas en publicaciones locales sobre nuestro patrimonio industrial.

El interior alberga una fascinante maquinaria: enormes engranajes, sistemas de poleas, motores eléctricos... toda una maravilla de ingeniería industrial. El sistema, diseñado por la empresa alemana MAN, funciona mediante un ingenioso conjunto de bielas que conectan ambas hojas con un cable submarino. Es sorprendente pensar que bajo las aguas de nuestra ría, un cable invisible coordina el movimiento sincronizado de las dos mitades del puente.

En sus mejores momentos, este mecanismo permitía elevar las hojas hasta un ángulo de 71 grados en apenas 70 segundos. Un espectáculo de precisión y potencia que, lamentablemente, cada vez es más difícil presenciar en nuestra ciudad.

Testigo de la transformación de Bilbao #

El puente ha sido testigo privilegiado de la transformación de Bilbao. Lo que antes eran muelles industriales y astilleros son ahora paseos, jardines y edificios emblemáticos. La ría, antaño oscurecida por los vertidos industriales, fluye hoy limpia bajo su estructura.

Como muchos bilbaínos, recuerdo los duros días de 1988, cuando los trabajadores de los Astilleros Euskalduna, ubicados muy cerca del puente, protestaban por el cierre de la instalación. El puente se convirtió en escenario de aquellas manifestaciones, a veces violentas, que reflejaban el doloroso proceso de reconversión industrial que vivió nuestra ciudad.

Tampoco olvidaré nunca cómo la gabarra del Athletic Club pasó por debajo del puente cuando ganó la liga en 1983 y 1984. Aquellos fueron días de alegría colectiva extraordinaria para todos los bilbaínos. El puente se abría entonces como un arco de triunfo para recibir a los héroes deportivos de la ciudad.

Un paseo actual por el puente #

Hoy, cruzar el puente de Deusto es una experiencia muy distinta a la de hace unas décadas. La renovación realizada en 2008 sustituyó el color verde original que todos los bilbaínos recordamos por un plateado más moderno, y se instaló un sistema de iluminación LED que lo hace brillar en nuestras noches.

Les recomiendo cruzarlo al atardecer, cuando el sol comienza a ponerse tras los montes que rodean nuestra ciudad. La luz tiene entonces una cualidad especial, un tono dorado que hace resaltar la silueta del puente contra el cielo. Desde allí, las vistas de la ría son espectaculares, especialmente hacia el lado de Abandoibarra, con el Guggenheim y la Torre Iberdrola componiendo una estampa perfecta de nuestro Bilbao renovado.

Para una experiencia diferente, sugiero tomar uno de los barcos turísticos que recorren la ría. Como bilbaíno, lo he hecho varias veces, especialmente cuando recibo visitas de fuera, y pasar por debajo del puente ofrece una perspectiva completamente distinta de su estructura. Desde el agua se aprecia mejor la magnitud de la obra, la elegancia de su diseño y la precisión de su ingeniería. No hay caminos que permitan pasar a pie por debajo de las partes móviles, así que este recorrido en barco es la única manera de experimentar el puente desde abajo.

El futuro del puente #

El mecanismo del puente ya no se activa con regularidad. La última apertura oficial fue en marzo de 2008, para dar paso a la 28ª edición de la regata entre las universidades de Deusto e Ingenieros.

Me entristece pensar que quizás las nuevas generaciones de bilbaínos nunca tendrán la oportunidad de ver alzarse las hojas del puente, ese espectáculo que tanto me impresionó en mi juventud. Por eso, como muchos vecinos, apoyo las iniciativas de asociaciones como la Vasca de Patrimonio Industrial, que defienden la necesidad de mantener operativa la maquinaria y realizar aperturas periódicas, al menos en fechas señaladas.

El puente de Deusto es más que una estructura de metal y hormigón; es un símbolo de la capacidad de Bilbao para reinventarse sin perder su esencia. Cada vez que lo cruzo, siento que estoy transitando no solo entre dos orillas, sino entre el pasado y el futuro de mi ciudad, que ha sabido transformar sus cicatrices industriales en nuevas oportunidades.

Si algún día visitas Bilbao, no dejes de pasear por este puente. Detente en su centro, mira a tu alrededor, y piensa en todas las historias que han transitado por él. Quizás, como me ocurrió aquella tarde de primavera, tengas la suerte de presenciar una de sus cada vez más raras aperturas. Si es así, no lo dudes: estarás contemplando uno de los espectáculos más hermosos que nuestra ciudad puede ofrecer.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

El puente de Deusto

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