El domingo 26 de octubre nos despertamos con una misión clara: exprimir al máximo nuestra pulsera de acceso prioritario. Ya habíamos cumplido con nuestras tareas de voluntariado el día anterior, así que toda la jornada estaba dedicada exclusivamente a disfrutar de Open House Barcelona como visitantes. Y vaya si lo hicimos. Diez edificios en un solo día, que sumados a los tres del sábado nos daban un total de trece visitas en el fin de semana. Una auténtica maratón arquitectónica que nos dejó las piernas destrozadas pero el alma llena.
Estrategia de guerra para optimizar el día #
Cuando tienes acceso prioritario en un festival con más de doscientos edificios abiertos, la tentación es querer verlo todo. Obviamente es imposible, pero con buena planificación y aprovechando los horarios se puede conseguir una cantidad considerable de visitas. La clave está en combinar edificios cercanos entre sí, no perder tiempo en desplazamientos innecesarios, y estar atento a los horarios de apertura y cierre de cada espacio.
Nuestra pulsera nos permitía saltarnos las colas que en algunos edificios llegaban a ser de varias horas de espera. Eso nos daba una ventaja enorme para poder encadenar visitas sin perder medio día esperando. No se trataba de ir corriendo de un sitio a otro sin prestar atención, sino de optimizar los tiempos muertos para poder dedicarle a cada edificio la atención que merecía.
El circuito del Eixample: modernismo y elegancia burguesa #
Empezamos el día en el Passeig de Gràcia, esa arteria del modernismo barcelonés donde se concentra buena parte de la arquitectura más espectacular de la ciudad. Nuestra primera parada fue la Casa Pérez Samanillo, hoy sede del Círculo Ecuestre. Este edificio de 1910 diseñado por Joan Josep Hervàs i Arizmendi es un ejemplo perfecto de esa arquitectura señorial del Eixample, con sus salones elegantes, sus techos decorados y ese aire de club social de la alta burguesía catalana.
De allí nos fuimos a la Casa Sayrach y la Casa Montserrat, dos edificios residenciales modernistas adyacentes que se visitaban en el mismo recorrido. Aunque comparten la experiencia de visita, son dos portales diferentes, cada uno con su propia personalidad arquitectónica. La Casa Sayrach, de 1918 y obra de Manuel Sayrach i Carreras, destaca por las formas onduladas de su fachada que recuerdan al Gaudí más orgánico. En ambos casos, al tratarse de edificios de viviendas, solo podíamos acceder a los portales, pero qué portales. Los detalles decorativos, las escaleras, los juegos de luz, las explicaciones del guía sobre la historia de los edificios, todo contribuía a hacernos entender la riqueza arquitectónica del modernismo barcelonés.
Pero quizás una de las visitas más curiosas de la mañana fue la Truiteria Flash Flash. Este restaurante diseñado en 1970 por Federico Correa y Alfonso Milá es un icono del diseño de los años setenta. Todo blanco, con ese aire pop y moderno que contrasta radicalmente con el modernismo de principios de siglo que habíamos visto justo antes. Es uno de esos espacios que te recuerdan que la arquitectura interesante no se limita a los edificios históricos.
Continuamos con Il Giardinetto, un restaurante encantador que combina gastronomía y un espacio arquitectónico singular.
El Edificio Mas de Miquel, el antiguo Hotel Diagonal Tuset, fue otra de nuestras paradas. Este ejemplo de arquitectura de mediados del siglo XX muestra cómo Barcelona se fue transformando urbanísticamente en las décadas posteriores al modernismo.
Del Barrio Gótico al Born: capas de historia #
Después del Eixample nos adentramos en el corazón histórico de la ciudad. El Ateneu Barcelonès en el Palau Savassona fue una de las visitas más especiales del día. Esta institución cultural fundada en 1860 ocupa un palacio del siglo XVIII, y sus bibliotecas, salas de lectura y espacios de debate respiran historia por todos los rincones. Es uno de esos lugares donde sientes el peso de las generaciones de intelectuales, artistas y pensadores que han pasado por allí.
El Palacio Moja, justo en la Rambla, nos mostró otra cara de la Barcelona aristocrática del XVIII. Hoy convertido en espacio cultural de la Generalitat, conserva salones y escaleras nobles que hablan de otros tiempos.
En el Centre Excursionista de Catalunya pudimos visitar también el MUHBA Temple d'August, esas columnas romanas que se alzan majestuosas en pleno barrio gótico, recordándonos que Barcelona lleva más de dos mil años de historia acumulada. Es fascinante cómo la ciudad ha ido construyéndose sobre sí misma, capa tras capa.
La Fundación Enric Miralles fue otro de los puntos álgidos del día. Poder entrar en el estudio del arquitecto que diseñó el Parlamento de Escocia, entre tantas otras obras maestras, y ver sus bocetos, sus maquetas, su proceso creativo, fue un regalo para cualquiera que aprecie la arquitectura contemporánea.
Cerramos el circuito de visitas con el Antic Convent de la Mercè, hoy Seu de la Capitania General. Un edificio militar que normalmente está completamente cerrado al público y que durante Open House abre algunas de sus estancias más representativas. El contraste entre la arquitectura religiosa original del convento y los usos militares posteriores resulta fascinante.
El desafío del catalán #
Si hay que ponerle algún pero a este maravilloso día de visitas, fue la barrera idiomática. Muchas de las explicaciones se realizaban exclusivamente en catalán, y aunque podíamos entender bastante gracias a nuestra familiaridad con las lenguas romances, lo cierto es que nos perdíamos matices y detalles que seguramente habrían enriquecido la experiencia. No es una crítica, es completamente lógico que en Barcelona se priorice el catalán, pero sí que reconocemos que en algunos momentos nos quedamos con ganas de profundizar más en las historias que nos estaban contando.
Aún así, la arquitectura habla por sí misma. Puedes no entender perfectamente la explicación del guía, pero cuando estás ante un salón modernista con sus vidrieras originales, o subiendo una escalera barroca, o contemplando los bocetos de Enric Miralles, la experiencia trasciende las palabras.
La fiesta de los voluntarios #
Al terminar la última visita nos dirigimos al Museo del Diseño de Barcelona, el DHUB, donde a partir de las siete de la tarde había organizada una fiesta de voluntarios. Era el momento de celebrar el esfuerzo colectivo que había hecho posible el festival, de compartir experiencias con otros voluntarios y de conocer más de cerca a los organizadores.
El ambiente era fantástico. Gente que había estado en distintos edificios, con distintos roles, pero todos unidos por esa misma pasión por abrir la arquitectura al público. Estuvimos hablando con voluntarios que habíamos conocido a lo largo del día, con las coordinadoras del festival, con los organizadores. Todo el mundo fue tremendamente amable con nosotros.
Había cierta gracia en nuestra situación. Éramos los "infiltrados" de Bilbao, los que veníamos de otra ciudad a meter las narices en su festival. Pero lejos de tratarnos como intrusos, nos recibieron como parte de la familia Open House. Nos preguntaban sobre cómo funcionaba el festival en Bilbao, qué diferencias veíamos, qué nos había parecido la experiencia de ser voluntarios en Barcelona. Había ganas genuinas de intercambiar conocimientos, de aprender unos de otros.
Varios organizadores nos dijeron que ojalá pudiésemos repetir otro año. Y la verdad es que nosotros salimos de allí con las mismas ganas. La experiencia había sido tan satisfactoria, tan enriquecedora, que ya estábamos pensando en cómo cuadrar fechas y presupuestos para volver.
El balance de un día irrepetible #
Salimos de la fiesta cuando ya estaban cerrando, pasadas las diez de la noche. Habíamos estado desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche sumergiéndonos en arquitectura, historia, diseño y comunidad. Diez edificios visitados en un solo día. Decenas de escaleras subidas y bajadas. Kilómetros recorridos por las calles de Barcelona. Conversaciones en cuatro idiomas. Y una sensación de plenitud absoluta.
Cenamos algo rápido porque el cansancio empezaba a hacer mella, y nos fuimos a casa. Mañana sería lunes, un día de descanso después del frenesí del fin de semana. Pero ahora tocaba dejarse caer en la cama y procesar todo lo vivido.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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