El lunes 27 de octubre nos despertamos sin alarma, sin prisas, sin ningún edificio que visitar a una hora concreta. Después del frenesí del fin de semana, con trece edificios visitados y cinco horas como voluntarios, necesitábamos un día tranquilo. Un día para dejar que Barcelona fluyera a su ritmo, sin agendas ni planificaciones estratégicas.
El rastro de las Glorias #
Por la mañana fuimos a visitar el Mercat dels Encants, ese mercadillo de pulgas y antigüedades que desde 2013 ocupa un espacio moderno diseñado por b720 Fermín Vázquez Arquitectos junto a la plaza de las Glorias. El edificio en sí ya merece la visita, con esa cubierta espejada que refleja el cielo y la ciudad creando efectos visuales fascinantes.
Pero lo realmente atractivo es perderse entre los puestos. Antigüedades, ropa vintage, libros de segunda mano, muebles restaurados, discos de vinilo, cámaras antiguas, objetos curiosos de todo tipo. Es el tipo de lugar donde puedes pasarte horas curioseando sin comprar nada, simplemente dejándote sorprender por lo que vas encontrando. Cada puesto es un pequeño museo particular de los gustos y obsesiones de su vendedor.
Nosotros estuvimos deambulando entre los pasillos, mirando, tocando, preguntando precios más por curiosidad que por intención real de compra. Al final no llegamos a comprar nada, pero disfrutamos el paseo. A veces el placer está en el descubrimiento, no en la adquisición.
Comida y playa #
Desde el mercadillo nos fuimos al centro comercial de las Glorias para comer. Nada especial, simplemente una comida funcional para recuperar energías. Estos momentos también forman parte de los viajes, esos paréntesis prosaicos entre las experiencias más memorables.
Después de comer cogimos un autobús para ir a dar un paseo por la playa. Barcelona tiene ese privilegio de ser ciudad y mar al mismo tiempo, de poder pasar en cuestión de minutos del bullicio urbano a la brisa marina. Nos bajamos en la Barceloneta y empezamos a caminar por el paseo marítimo.
El final de octubre no es temporada de playa, evidentemente. Hacía buen tiempo pero no como para bañarse. Aún así, pasear por la arena con el Mediterráneo al lado tiene algo terapéutico. El sonido de las olas, las gaviotas, la luz rasante de la tarde que va tiñendo todo de tonos más cálidos. Barcelona sin las multitudes del verano muestra una cara más amable, más accesible.
Caminamos por la Barceloneta, ese barrio de calles estrechas y edificios bajos que conserva todavía algo del espíritu marinero original, aunque la turistificación haya transformado mucho su carácter en los últimos años. Pasamos junto a las terrazas de los restaurantes de pescado, junto a las pequeñas plazas donde los vecinos de toda la vida todavía se sientan a charlar.
Último paseo por el Gótico #
Desde la playa nos dirigimos al barrio Gótico para dar un último paseo. Ya lo habíamos visitado el domingo durante el Open House, pero es uno de esos lugares a los que siempre apetece volver. Esas callejuelas medievales, esas plazas escondidas, esos rincones donde el tiempo parece haberse detenido hace siglos.
No teníamos ningún objetivo concreto, ningún monumento que visitar. Simplemente caminar, observar, dejarnos llevar por el laberinto de calles. Entrar en alguna tienda que nos llamaba la atención, pararnos a mirar una fachada interesante, sentarnos en un banco a ver pasar a la gente.
Es curioso cómo después de días de arquitectura programada, de visitas guiadas y explicaciones detalladas, lo que más apetece es simplemente estar. Observar la ciudad sin el filtro de la información turística, sin la presión de aprovechar cada minuto porque mañana ya no estaremos.
La calma antes del regreso #
Cenamos algo por el centro y volvimos a casa. Mañana tocaba hacer las maletas y regresar a Bilbao. Pero eso era mañana. Esta noche todavía éramos residentes temporales de Barcelona, todavía podíamos disfrutar de esa sensación de estar en una ciudad que ya empezaba a resultarnos familiar pero que seguía guardando secretos.
El lunes había sido exactamente lo que necesitábamos después de la intensidad del fin de semana. Un día sin grandes acontecimientos, sin visitas memorables, sin experiencias extraordinarias. Simplemente un día para respirar, para procesar todo lo vivido, para recargar pilas antes del regreso a la rutina.
Nos fuimos a dormir pensando en que al día siguiente ya estaríamos de vuelta en Bilbao, pero también con la certeza de que este viaje había cumplido todas nuestras expectativas. Y las había superado.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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