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Edificio Mas de Miquel

Cuando el discípulo de Gaudí miró hacia Roma

Edificio Mas de Miquel

Hay edificios que pasan desapercibidos desde la calle, protegiendo celosamente sus secretos tras fachadas que no gritan para llamar la atención. El edificio Mas de Miquel, en el chaflán de la Diagonal con Tuset, es uno de ellos. Desde fuera, su aspecto monumental pero contenido no deja adivinar lo que esconde en su interior: un espectacular patio ovalado de nueve plantas de altura que dialoga con el barroco italiano, y la distinción de ser el primer edificio de hormigón armado construido en Barcelona. Durante el Open House Barcelona, este gigante discreto abre sus puertas para revelar uno de los espacios interiores más impresionantes de la ciudad.

El arquitecto que vivió a la sombra de un genio #

Para entender el edificio Mas de Miquel es imprescindible conocer a su creador, Domènec Sugrañes i Gras, un arquitecto cuya biografía está inextricablemente unida a la de Antoni Gaudí. Nacido en Reus en 1878, Sugrañes llegó a Barcelona para estudiar arquitectura en una época en la que otro reusense, ya consagrado, dominaba la escena arquitectónica catalana.

La relación entre Gaudí y Sugrañes trasciende lo profesional para entrar en territorio casi filial. Cuando el joven Sugrañes quedó huérfano durante sus estudios, fue Gaudí quien asumió la responsabilidad de financiar su carrera. Esta generosidad creó un vínculo de lealtad inquebrantable. Sugrañes se convirtió en el colaborador más cercano de Gaudí, trabajando en la Casa Batlló y la Casa Milà, completando la Torre Bellesguard y realizando la Casa de la finca Miralles cuando Gaudí apenas había diseñado la puerta de entrada.

La intensidad de esta relación tuvo un precio: la obra personal de Sugrañes quedó eclipsada por la del maestro. Muchos lo conocen únicamente como "el discípulo de Gaudí", y su nombre aparece siempre vinculado al genio modernista. Pero lo cierto es que cuando Sugrañes tuvo la oportunidad de desarrollar proyectos propios, demostró una personalidad arquitectónica muy definida y sorprendentemente alejada del modernismo gaudiniano.

Los marqueses que querían una casa grande #

En 1923, los marqueses de la Pobla de Claramunt, Antoni Miquel i Costas y Balbina Mas i Santacana, decidieron construir un edificio monumental en el solar que ocupaba el chaflán de la Diagonal con la calle Tuset. Antoni Miquel era un destacado industrial papelero, una de esas fortunas catalanas que habían prosperado con la industrialización. La idea era levantar una casa familiar donde cada miembro de la familia dispusiera de su propio apartamento, una especie de complejo residencial privado que reuniera a todo el clan bajo un mismo techo.

Para el proyecto contrataron a Domènec Sugrañes, que por entonces tenía 45 años y aún no había firmado ninguna obra importante en solitario. Este sería su primer gran encargo sin la tutela de Gaudí, su oportunidad de demostrar que era algo más que el ayudante del maestro. Y la decisión que tomó fue arriesgada: en lugar de seguir la estela modernista que le habría resultado más cómoda, optó por un estilo radicalmente diferente.

Sugrañes se decantó por el academicismo francés, el estilo Beaux Arts que por entonces dominaba las construcciones de prestigio en París y otras capitales europeas. Era un estilo que abrazaba la monumentalidad, las proporciones grandiosas, las referencias clásicas y una cierta teatralidad compositiva. En Barcelona, este lenguaje arquitectónico se inscribía dentro del movimiento novecentista, que precisamente en los años veinte estaba desplazando al modernismo como estética dominante.

Una construcción revolucionaria interrumpida por dos muertes #

Las obras comenzaron en 1923, pero pronto quedó claro que este no iba a ser un proyecto convencional. Sugrañes decidió utilizar hormigón armado para la estructura, convirtiéndolo en el primer edificio del estado español construido íntegramente con este sistema. La estructura se sostenía únicamente mediante pilares de hormigón, sin muros de carga, una novedad técnica que atrajo la atención de arquitectos de toda España que venían a estudiar este método constructivo pionero.

Pero la construcción fue lenta y plagada de interrupciones. El sistema del hormigón armado, tan innovador como complejo, presentaba desafíos técnicos que había que resolver sobre la marcha. En 1926 ocurrió un acontecimiento que cambiaría el rumbo de la obra: Antoni Gaudí murió atropellado por un tranvía. En su testamento, Gaudí designó a Sugrañes como albacea y, lo que era más significativo, como responsable de continuar las obras de la Sagrada Familia.

Para Sugrañes, que llevaba toda su vida profesional bajo la sombra del maestro, este encargo testamentario era a la vez un honor y una carga. No podía negarse. Tuvo que abandonar sus proyectos personales, incluido el edificio Mas de Miquel, para dedicarse en cuerpo y alma a la obsesión de Gaudí: el templo expiatorio que consumiría el resto de su vida profesional.

Al año siguiente, en 1927, murió también el marqués Antoni Miquel, el promotor del edificio. La viuda, Balbina Mas, decidió continuar con el proyecto, pero ahora la casa llevaría solo su apellido. Finalmente, en 1929, tras seis años de una construcción intermitente, el edificio Mas de Miquel quedó terminado. Había sido un parto difícil, pero el resultado merecía la pena.

Un patio que mira hacia el Palazzo Barberini #

Si hay un elemento que define el edificio Mas de Miquel, ese es su patio interior ovalado. Accessible desde dos entradas, una por la Diagonal y otra por Tuset, este espacio monumental se eleva a lo largo de nueve plantas hasta culminar en una impresionante cúpula acristalada que inunda el espacio de luz cenital.

Sugrañes, estudioso de la arquitectura clásica, diseñó este atrio inspirándose en la escalera helicoidal que Francesco Borromini creó en el Palazzo Barberini de Roma en el siglo XVII. Es un homenaje explícito al barroco italiano, a esa capacidad de crear espacios que juegan con la percepción y producen efectos de asombro mediante la geometría y la manipulación del espacio.

El óvalo del patio está enmarcado por una sucesión de columnas que se repiten en cada planta. Visto desde abajo, el espacio parece estrecharse conforme asciende, como si las plantas superiores fueran más pequeñas que las inferiores. Pero se trata de un efecto óptico cuidadosamente calculado: todas las plantas tienen exactamente las mismas dimensiones. Las columnas, de función puramente estética y sin ninguna responsabilidad estructural, conducen la mirada verticalmente hasta la cúpula, enfatizando esa sensación de altura y verticalidad tan valorada en la arquitectura clásica.

Cuenta la leyenda que la inspiración para la cúpula acristalada vino de un viaje que una de las vecinas realizó a los balnearios de Budapest. Impresionada por la cúpula del Gellért Bath, pidió a Sugrañes que recreara algo similar. El resultado es una claraboia monumental que baña el patio de una luz difusa y etérea, creando una atmósfera suspendida en el tiempo que recuerda más a los grandes edificios centroeuropeos que a la arquitectura mediterránea.

Por todo el edificio aparecen motivos decorativos que remiten a sus promotores: las iniciales P y C de la Pobla de Claramunt, y la doble M de Mas de Miquel, se repiten en barandillas, pavimentos y elementos ornamentales. Es la forma en que la arquitectura de la época inscribía la identidad de sus dueños en la piedra y el hierro.

Un edificio repleto de innovaciones #

Más allá de ser el primer edificio de hormigón armado de Barcelona, el Mas de Miquel incorporaba toda una serie de innovaciones técnicas que lo convertían en una construcción pionera. El sistema de ventilación, diseñado para aprovechar las corrientes de aire que circulaban entre las dos entradas y el patio central, utilizaba una tecnología avanzadísima para la época.

Disponía de calefacción central, un lujo inusitado en los años veinte. Contaba con un sistema de aspiración centralizado, precursor de lo que hoy llamaríamos un sistema de limpieza por vacío. La segregación funcional entre ascensores y escaleras estaba pensada con una lógica moderna que separaba los circuitos de servicio de los espacios nobles.

Una de las instalaciones más espectaculares era una plataforma hidráulica que permitía llevar los coches hasta un garaje en el sótano, evitando que los vehículos tuvieran que maniobrar por rampas estrechas. Esta solución, absolutamente visionaria para su época, convertía el edificio en una especie de exhibición tecnológica de lo que la arquitectura moderna podía ofrecer a las clases acomodadas.

Del palacio familiar al hotel de lujo #

El edificio Mas de Miquel nació como residencia familiar, pero su historia posterior lo llevaría por otros derroteros. Durante muchos años funcionó como el Hotel Diagonal Tuset, un establecimiento de lujo que aprovechaba la monumentalidad y la ubicación privilegiada del edificio. Esta reconversión hotelera, aunque alejaba el edificio de su propósito original, permitió que se mantuviera en buen estado y que muchas personas pudieran experimentar ese impresionante patio ovalado.

La atmósfera del hotel tenía algo de balneario centroeuropeo, esa mezcla de elegancia burguesa y funcionalidad moderna que caracterizaba a los grandes hoteles de entre guerras. El patio, con su luz tenue filtrada por la claraboia y su ambiente suspendido, reforzaba esa sensación de estar en un espacio que no era del todo español, sino más bien en algún lugar entre Barcelona y Budapest.

Actualmente el edificio ha recuperado su función residencial original, aunque muchos barceloneses todavía lo conocen como "el antiguo Hotel Diagonal Tuset". En años recientes, varios estudios de arquitectura como Metronom Arquitectura han realizado intervenciones en algunos pisos, adaptándolos a usos contemporáneos como oficinas, pero siempre con un profundo respeto por los elementos originales del edificio.

La experiencia Open House: accediendo al patio monumental #

Durante el Open House Barcelona, el edificio Mas de Miquel se convierte en uno de los espacios más visitados del festival. No es difícil entender por qué: combina un interés arquitectónico indiscutible con la rareza de un espacio al que normalmente resulta imposible acceder. Es un edificio residencial privado cuyo vestíbulo y patio solo pueden verse durante estos días de puertas abiertas.

Las visitas son guiadas y se centran en explicar la historia del edificio, las innovaciones técnicas que incorporaba, y sobre todo el impresionante patio ovalado. Los guías contextualizan la figura de Sugrañes, explicando su relación con Gaudí y cómo este edificio representa su emancipación estilística del maestro. También desentrañan los trucos visuales que Sugrañes empleó para crear esa sensación de verticalidad infinita.

Es fundamental levantar la mirada y observar cómo el óvalo se eleva planta tras planta hasta la cúpula. La experiencia de estar en el centro del patio, mirando hacia arriba, produce un efecto casi vertiginoso. Las columnas que enmarcan cada nivel crean un ritmo visual hipnótico. La luz que penetra desde la claraboia cambia según la hora del día, transformando completamente la atmósfera del espacio.

También merece atención el pavimento original, las molduras, los detalles de las barandillas, las puertas de madera trabajadas con esmero artesanal. Todo habla de una época en la que la construcción de edificios residenciales de lujo implicaba un nivel de cuidado y detalle que resulta extraordinario para los estándares actuales.

La herencia de Sugrañes: más allá de Gaudí #

El edificio Mas de Miquel demuestra algo importante: que Domènec Sugrañes era mucho más que un simple ayudante de Gaudí. Tenía una visión arquitectónica propia, informada por sus estudios de la arquitectura clásica y barroca, y la capacidad técnica de materializar proyectos complejos que incorporaban las tecnologías más avanzadas de su tiempo.

Cuando Gaudí murió en 1926 y la Guerra Civil estalló en 1936, Sugrañes vivió ambos acontecimientos como tragedias personales. La pérdida del maestro lo sumió en una depresión de la que nunca se recuperó del todo. Cuando en 1936 se incendió el taller de Gaudí en la Sagrada Familia y se perdió valiosa documentación sobre el proyecto, Sugrañes pronunció unas palabras memorables: "Tot s'ha acabat" (todo se ha acabado). Murió dos años después, en 1938, sin haber podido ver terminada la Sagrada Familia que tanto lo obsesionó.

Su legado arquitectónico, eclipsado en vida por la figura abrumadora de Gaudí, merece ser reivindicado. Además del Mas de Miquel, dejó otros edificios notables en Barcelona como la Casa Sivatte en Passeig de Gràcia, las casas gemelas de la calle Balmes 107-109, la Escuela de los Escolapios de la calle Balmes, y diversos proyectos residenciales. También trabajó en la Plaza de Toros Monumental, encargándose de los óvalos exteriores, las decoraciones cerámicas y el refuerzo de las gradas.

Un edificio que miraba al futuro desde el pasado #

Hay algo fascinante en el edificio Mas de Miquel: representa una paradoja temporal. Por un lado mira hacia atrás, hacia el barroco italiano de Borromini, hacia el clasicismo académico francés, hacia una tradición arquitectónica centenaria. Por otro lado, era absolutamente vanguardista en sus soluciones técnicas: el hormigón armado, la ventilación mecánica, la plataforma hidráulica para coches, la segregación funcional de circulaciones.

Esta combinación de tradicionalismo estético e innovación tecnológica era característica del movimiento novecentista, que buscaba recuperar la claridad compositiva del clasicismo sin renunciar a las posibilidades que ofrecían los nuevos materiales y sistemas constructivos. En cierto modo, era la respuesta catalana al movimiento art déco que por entonces triunfaba internacionalmente.

El edificio se inscribe en un momento muy concreto de la historia de Barcelona: los años veinte, cuando la ciudad estaba en plena ebullición constructiva. La burguesía industrial, enriquecida con el boom económico de la Primera Guerra Mundial durante la que España permaneció neutral, construía sus palacios urbanos en la Diagonal y el Eixample. Edificios como el Mas de Miquel, la Casa Sayrach que estaba justo delante durante su construcción, o el Círculo Ecuestre, definían un paisaje urbano de ostentación burguesa y refinamiento arquitectónico.

Información práctica para la visita #

El edificio Mas de Miquel se encuentra en la avenida Diagonal 520, en el chaflán con la calle Tuset. La estación de metro más cercana es Diagonal, servida por las líneas 3 y 5. Desde allí son apenas un par de minutos caminando.

Durante el Open House, las visitas son guiadas y no requieren inscripción previa, aunque conviene llegar con tiempo porque es uno de los edificios más populares del festival y se forman colas considerables. Los horarios varían según la edición, por lo que es recomendable consultar la programación oficial.

La visita se limita al vestíbulo y al patio interior. No se accede a las viviendas, que son privadas. Pero el patio es más que suficiente para hacerse una idea del esplendor del edificio. Conviene dedicar tiempo a observar los detalles: las columnas, las barandillas, los elementos decorativos, y sobre todo ese juego visual que hace que el óvalo parezca estrecharse hacia arriba.

Fuera del Open House, el edificio no es visitable al ser residencial privado. Aunque se puede entrar al portal, el acceso al patio está restringido a residentes. Por eso el Open House es una oportunidad única de experimentar este espacio extraordinario.

¿Por qué visitar el edificio Mas de Miquel? #

Este edificio ofrece algo que escasea en la arquitectura barcelonesa: la oportunidad de ver cómo un arquitecto educado en la escuela gaudiniana fue capaz de desarrollar un lenguaje completamente diferente cuando tuvo ocasión de trabajar en solitario. Es la demostración de que el modernismo no era el único camino posible, de que en los años veinte convivían múltiples visiones arquitectónicas en una Barcelona culturalmente efervescente.

El patio ovalado es uno de los espacios interiores más espectaculares de la ciudad, comparable en impacto visual a los grandes atrios de los palacios europeos. La referencia a Borromini no es casual ni superficial: Sugrañes entendía profundamente los mecanismos mediante los cuales el barroco creaba efectos de asombro, y supo trasladarlos a un edificio residencial barcelonés del siglo XX.

Para cualquier persona interesada en la arquitectura, en la historia de Barcelona o simplemente en experimentar espacios bellamente diseñados, el edificio Mas de Miquel es una visita imprescindible. Es uno de esos lugares que te recuerdan que la arquitectura puede ser simultáneamente funcional, innovadora y profundamente emotiva.

Y hay algo conmovedor en la historia de su creador: un hombre que dedicó su vida a servir a un genio, que finalmente tuvo su oportunidad de brillar con luz propia, y que luego volvió a subordinar sus ambiciones personales para cumplir la última voluntad del maestro. El edificio Mas de Miquel es el testimonio de esos pocos años en los que Domènec Sugrañes pudo ser simplemente arquitecto, sin apellidos, sin sombras, sin la carga del legado ajeno. Y demostró que tenía mucho que decir.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

Edificio Mas de Miquel

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