Fui a Gijón con ganas de conocer mejor una ciudad que ya me había gustado en visitas anteriores, y la ciudad cumplió perfectamente con las expectativas. Es uno de esos lugares que tienen alma propia, que se dejan querer sin esfuerzo y que ofrecen experiencias auténticas sin artificios.
El plan de dedicarle tres días completos resultó acertado. Es el tiempo justo para moverte con tranquilidad, descubrir rincones nuevos y sentir los ritmos cotidianos de la ciudad sin la presión del turismo express. Gijón se presta a ser explorada con calma, y esa pausa es precisamente uno de sus mayores atractivos.
Una ciudad con personalidad #
Lo que más me ha gustado de Gijón es su capacidad para ser muchas cosas a la vez sin perder coherencia. Puedes pasar de la monumentalidad de La Laboral a la intimidad de Cimadevilla, del arte contemporáneo del Elogio del Horizonte a la historia milenaria de las termas romanas, y todo forma parte de un mismo relato urbano.
La relación que tiene la ciudad con el mar es especialmente atractiva. No es solo que tenga costa; es que el Cantábrico está presente en cada respiración, en cada perspectiva. Para alguien acostumbrado a vivir en una ciudad cantábrica, esa omnipresencia marina resulta familiar y relajante.
Comparaciones inevitables #
Como bilbaíno, es inevitable establecer paralelos entre ambas ciudades. Comparten ese carácter cantábrico, esa forma norteña de entender la vida, esa mezcla de tradición e innovación que caracteriza a las ciudades de esta franja costera. Quizás por eso me siento tan cómodo en Gijón; hay códigos culturales compartidos que facilitan la conexión.
Pero precisamente esas similitudes me hacen valorar más lo que tengo en casa. Bilbao sigue siendo mi ciudad, la que conozco en profundidad, la que forma parte de mi identidad. Gijón me gusta mucho, pero es más bien ese tipo de destino al que sabes que puedes volver cuando necesites una pausa, cuando busques esa combinación particular de mar, cultura y tranquilidad.
Descubrimientos que permanecen #
El fin de semana me ha dejado algunos descubrimientos que creo van a quedarse conmigo. La Laboral es realmente impresionante, un lugar que justifica por sí solo una visita a la ciudad. Las vistas desde su torre te dan una perspectiva privilegiada no solo de Gijón, sino de toda esa relación entre ciudad, mar y montaña que define el paisaje asturiano.
El Elogio del Horizonte también se ha ganado un lugar especial en mi memoria. Hay pocas obras de arte que dialoguen tan perfectamente con su entorno, que te inviten tanto a la contemplación. Chillida consiguió crear algo que trasciende la escultura para convertirse en experiencia.
Gijón en perspectiva #
Al final, creo que lo que más me llevo de estos tres días es la confirmación de que Gijón es una ciudad que merece ser visitada con tiempo y sin prisas. Es de esos destinos que se disfrutan desde la tranquilidad, que revelan sus secretos a quienes se toman la molestia de caminar por sus calles sin agenda fija.
No ha sido un viaje que cambie mi percepción del mundo, pero sí ha sido un fin de semana memorable. Gijón se ha ganado un lugar en mi mapa personal de ciudades queridas, esas a las que sabes que puedes volver cuando necesites reconectar con la belleza simple de caminar junto al mar, explorar patrimonio auténtico y disfrutar de buena comida sin complicaciones.
Es, indudablemente, una ciudad que enamora sin estridencias, que conquista desde la sencillez. Y eso, en tiempos de experiencias forzadas y destinos sobreexplotados, es algo que se agradece enormemente.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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