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Día 5. Explorando los tesoros del este islandés

23 agosto 2013

Día 5. Explorando los tesoros del este islandés

El este de Islandia es quizás la región menos visitada del país, pero esconde rincones de una belleza sobrecogedora y casi intacta. La jornada de hoy nos llevó por pequeños pueblos costeros, fiordos espectaculares, lagos misteriosos y cascadas imponentes que se descuelgan entre formaciones de basalto.

Un recorrido que, alejado de las rutas más turísticas, nos permitió conectar con la auténtica esencia islandesa: naturaleza en estado puro y una sensación de soledad que resulta extrañamente reconfortante.

El encanto portuario de Djupivogur #

Nuestra primera parada fue Djupivogur, un pequeño y pintoresco pueblo costero cuyo puerto adormecido parece anclado en otra época. Las casas de colores se alinean frente al mar, mientras los barcos pesqueros se mecen suavemente al compás de las olas que rompen contra los espigones.

Aunque no es un lugar que se caracterice por tener grandes atracciones turísticas, su encanto reside precisamente en esa autenticidad no corrompida por el turismo masivo. Un paseo por sus calles serenas y su puerto nos permite sentir el pulso de la vida local, donde el ritmo lo marcan las mareas y no los relojes. Vale la pena detenerse aunque sea brevemente en este lugar, especialmente si, como nosotros, te pilla de camino en tu ruta por el este islandés.

Djupivogur Djupivogur
Djupivogur

Lagarfljot: el lago del monstruo #

Continuando nuestra ruta, llegamos al impresionante lago Lagarfljot, una masa de agua de unos 25 kilómetros de longitud que se extiende como un espejo plateado entre montañas de un verde intenso. Este lago no solo destaca por su belleza natural, sino también por albergar una leyenda similar a la del monstruo del Lago Ness: el Lagarfljótsormurinn, una criatura serpenteante que, según la tradición local, habita en sus profundidades desde hace siglos.

Aunque no tuvimos la suerte de avistar al esquivo monstruo (que, por cierto, según dicen algunos lugareños, fue captado en vídeo en 2012), el paisaje que rodea el lago bien merece una parada. La carretera bordea prácticamente todo el lago, ofreciendo vistas cambiantes que son un verdadero festín para los ojos.

Recomiendo encarecidamente buscar algún punto donde aparcar con seguridad y tomarse unos minutos para contemplar este paisaje con calma. A menudo son estos momentos de contemplación, lejos de las atracciones más famosas, los que se quedan grabados en la memoria. Y si, como en mi caso, eres el conductor, haz el favor de parar para disfrutar del panorama; estos paisajes merecen ser apreciados por todos, no solo por el copiloto.

Lagarfljot Lagarfljot Lagarfljot Lagarfljot
Lagarfljot

Skriduklaustur: historia entre piedras #

No muy lejos del lago Lagarfljot se encuentra Skriduklaustur, una construcción de piedra que alberga un museo y un bar-restaurante que goza de cierta fama en la región. La edificación, de color negro y construida en 1939, tiene un aspecto robusto y solemne que contrasta con el verde paisaje que la rodea.

Revisando ahora mis fotografías, debo confesar que este lugar no dejó una impresión demasiado profunda en mí. Si el tiempo apremia en tu viaje, probablemente puedas prescindir de esta parada sin grandes remordimientos. No obstante, si te interesa la historia local o simplemente necesitas un descanso para tomar algo, Skriduklaustur ofrece un ambiente acogedor, aunque sin grandes alardes.

Skriduklaustur
Skriduklaustur

La magia de Litlanesfoss y Hengifoss #

El verdadero tesoro de esta jornada fueron, sin duda, las cascadas de Litlanesfoss y Hengifoss. Ambas están situadas en la misma ruta de senderismo, y el camino que conduce a ellas merece tanto reconocimiento como las propias cascadas.

La ruta comienza en un amplio aparcamiento desde donde ya se puede divisar, en la distancia, la cascada de Hengifoss. El sendero asciende gradualmente ofreciendo vistas cada vez más espectaculares de la zona. Tras aproximadamente 40 minutos de caminata, se alcanza la primera recompensa: Litlanesfoss, una cascada que se precipita entre formaciones hexagonales de basalto que dibujan un marco natural de una simetría casi perfecta.

Continuando el ascenso, el paisaje se vuelve cada vez más áspero y lunar, hasta que finalmente aparece en todo su esplendor Hengifoss, una de las cascadas más altas de Islandia con sus 128 metros de caída. Lo que hace única a esta cascada son las franjas rojizas que se intercalan con el negro basalto de la pared rocosa, resultado de la arcilla que quedó atrapada entre las sucesivas erupciones volcánicas hace millones de años.

Pero, como comentaba antes, es la garganta en su conjunto lo que realmente impresiona. El contraste entre el agua blanca que se precipita, el negro del basalto, el rojo de la arcilla y el verde de la vegetación crea un cuadro de colores imposible de olvidar. Es una ruta que, aunque exige cierto esfuerzo físico, resulta accesible para la mayoría de las personas con una condición física normal, y el premio al esfuerzo bien merece la pena.

Litlanesfoss y Hengifoss Litlanesfoss y Hengifoss Litlanesfoss y Hengifoss Litlanesfoss y Hengifoss Litlanesfoss y Hengifoss Litlanesfoss y Hengifoss
Litlanesfoss y Hengifoss

Egilsstaðir: base de operaciones en el este #

A media tarde llegamos a Egilsstaðir, el principal centro urbano del este de Islandia. Con sus aproximadamente 2.500 habitantes, podría parecer una aldea en cualquier otro país, pero en la escasamente poblada Islandia constituye uno de los núcleos más importantes de la región.

La verdad es que Egilsstaðir no destaca por su belleza arquitectónica ni por tener grandes monumentos o atracciones turísticas. Es una ciudad funcional, moderna y bastante anodina. Sin embargo, su ubicación estratégica la convierte en una excelente base para explorar los alrededores y, sobre todo, para encontrar alojamiento y servicios.

Nuestro hogar para esa noche fue el Lyngás Guesthouse, un alojamiento sencillo pero confortable situado en Lyngási 5-7. El establecimiento ofrecía habitaciones limpias y acogedoras, aunque sin grandes lujos, perfectamente alineadas con el espíritu práctico de la ciudad.

Egilsstaðir Egilsstaðir
Egilsstaðir

Fardagafoss: el tesoro escondido #

Con algo de tiempo por delante antes de que cayera la noche, decidimos visitar Fardagafoss, otra cascada cercana a Egilsstaðir pero mucho menos conocida que las anteriores. La falta de masificación turística quedó patente desde el momento en que llegamos al pequeño aparcamiento, donde nuestro coche descansaba en solitaria majestad, y solo más tarde se le unió un segundo vehículo.

La ruta de senderismo hasta la cascada es relativamente corta y sencilla, aunque hay que salvar cierto desnivel. El camino serpentea entre rocas y vegetación baja, y a medida que nos acercamos, empezamos a percibir el rumor del agua que se precipita por la montaña.

Fardagafoss no es una cascada particularmente alta o caudalosa, pero tiene un encanto especial. Su ubicación entre formaciones rocosas y el entorno natural prácticamente virgen le confieren una belleza serena y auténtica. Lo que realmente hizo especial esta visita fue la sensación de soledad y tranquilidad, algo cada vez más difícil de encontrar en la Islandia actual, cada año más visitada. Ese momento de conexión íntima con la naturaleza, sin otros turistas alrededor, convirtió esta parada en uno de los instantes mágicos del día.

No es una parada imprescindible, pero si dispones de tiempo extra en Egilsstaðir, Fardagafoss ofrece una experiencia auténtica y personal con la naturaleza islandesa, lejos del bullicio que caracteriza a los puntos más populares del país.

Fardagafoss Fardagafoss Fardagafoss Fardagafoss
Fardagafoss

Seydisfjordur: donde las montañas se funden con el mar #

Para concluir nuestra intensa jornada, emprendimos la ruta hacia Seydisfjordur, un pequeño pueblo situado al final de un profundo fiordo homónimo. Aunque la distancia desde Egilsstaðir no es excesiva en términos kilométricos, el tiempo de viaje se alarga considerablemente debido a la sinuosa carretera que asciende y desciende por la montaña, ofreciendo en cada curva panorámicas que quitan el aliento.

Durante el trayecto vivimos una de esas escenas que solo Islandia puede ofrecer: un rebaño de ovejas que, ajenas a nuestra presencia, se negaban con obstinación a abandonar la carretera. Este tipo de encuentros, lejos de resultar molestos, forman parte del encanto de viajar por este país, donde la naturaleza y sus habitantes dictan las normas.

Una vez superado el puerto de montaña, el descenso hacia Seydisfjordur es simplemente espectacular. El fiordo se abre paso entre imponentes montañas que parecen surgir directamente del mar, creando un anfiteatro natural de una belleza sobrecogedora. El pueblo, con sus casas de colores vivos y su iglesia azul celeste, parece sacado de un cuento nórdico.

Aunque Seydisfjordur cuenta con algunos edificios de interés, como la mencionada iglesia azul o algunas construcciones de madera típicas de la arquitectura escandinava, lo que realmente cautiva es el entorno natural que lo envuelve. Las montañas escarpadas que se reflejan en las aguas tranquilas del fiordo, las cascadas que se deslizan por las laderas y la luz cambiante que baña todo el conjunto crean un paisaje que, sin duda, se queda grabado en la retina.

Seydisfjordur Seydisfjordur Seydisfjordur Seydisfjordur Seydisfjordur
Seydisfjordur

Conclusiones de la jornada #

Esta quinta jornada por Islandia nos permitió descubrir la región oriental del país, quizás la menos visitada pero no por ello menos hermosa. Desde las tranquilas aguas del lago Lagarfljot hasta los imponentes fiordos de Seydisfjordur, pasando por la potencia natural de Hengifoss o el encanto discreto de Fardagafoss, cada lugar visitado nos ofreció una perspectiva diferente de la increíble diversidad paisajística islandesa.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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