Día 11. Último día en Macedonia del Norte

Siempre me han parecido extraños los últimos días de viaje. Esos días en los que ya tienes la maleta hecha, la cabeza pensando en el regreso y el tiempo medido al minuto. Nuestro último día en Macedonia del Norte no fue una excepción, aunque nos dejó algunas sorpresas inesperadas y unas cuantas carreras que recordaremos durante mucho tiempo.

La mañana comienza temprano #

El 2 de enero de 2025 nos levantamos temprano. Teníamos que dejar el apartamento a las 10 de la mañana y nuestro vuelo no salía hasta las 5 de la tarde. En principio parecía tiempo más que suficiente, pero las opciones de transporte al aeropuerto eran limitadas: solo había dos autobuses que nos pudieran servir, uno a las 13:00 y otro a las 15:00. Después de darle algunas vueltas, decidimos no tentar a la suerte y optar por el de las 13:00. La experiencia me ha enseñado que en los aeropuertos siempre es mejor llegar con tiempo de sobra.

Había hecho los deberes el día anterior comprando los billetes de autobús directamente en la web de WTransporter. Aunque también se pueden comprar en la estación de autobuses, nos quedaban muy pocos dinares y no estaba seguro de si aceptarían tarjeta. En estos casos, siempre es mejor prevenir que curar.

Un paseo entre la niebla #

Con tres horas por delante hasta la salida del autobús, decidimos dar un último paseo por el centro de Skopje. La ciudad nos recibió envuelta en una niebla densa que, en realidad, era más bien smog. El olor a polución era intenso, casi palpable, pero le daba a la ciudad un aire misterioso. Ver la Plaza de Macedonia entre la bruma era como contemplar una escena sacada de una película de misterio: las estatuas y monumentos emergían de la niebla como fantasmas del pasado.

Teníamos pendiente un encargo familiar: comprar un recuerdo en la tienda de la Casa Memorial de la Madre Teresa. Sin embargo, la suerte no estaba de nuestro lado. La tienda estaba cerrada por inventario, de esas cosas que solo pasan cuando te piden algo con el tiempo justo.

Pero como suele suceder cuando los planes se tuercen, esta contrariedad nos llevó a un descubrimiento fascinante. En la parte posterior del memorial, un edificio brutalista captó nuestra atención. Para nuestra sorpresa, resultó ser la parte trasera de la House of Macedonian Army, que habíamos visitado días atrás. Es curioso cómo a veces la perspectiva lo es todo: esta vista trasera resultaba mucho más impresionante que la fachada principal que habíamos fotografiado durante nuestra ruta de arquitectura por Skopje.

El frío era intenso y la niebla no ayudaba. Decidimos que era momento de buscar un lugar más cálido, y el Diamond Mall nos pareció la mejor opción. Allí pasamos el resto de la mañana, resguardados del frío y haciendo tiempo hasta la hora de partir hacia la estación de autobuses.

El viaje al aeropuerto #

Para futuros viajeros, un detalle importante: los autobuses al aeropuerto no salen desde dentro de la estación, sino desde la calle del lateral norte. El punto de referencia es una farmacia con una llamativa cruz verde en una columna. Nuestro autobús llegó con unos cinco minutos de retraso, pero el trayecto transcurrió sin incidentes.

Caos en el aeropuerto de Skopje #

Llegamos al aeropuerto poco antes de las dos de la tarde y nos encontramos con una escena inesperada. La terminal estaba abarrotada, algo que me sorprendió porque no recordaba Skopje como un aeropuerto especialmente concurrido. Un vistazo a las pantallas de información nos dio la respuesta: todos los vuelos de la mañana hasta las 14:00 habían sido cancelados por la niebla. El caos era comprensible.

Por fortuna, cuando llegamos la niebla empezaba a disiparse y los aviones comenzaban a despegar. Nuestro vuelo de las 17:00 no se vio afectado y salió puntual.

La odisea en Frankfurt #

Si pensábamos que las emociones del día habían terminado, Frankfurt nos tenía preparada una sorpresa. Teníamos 50 minutos para hacer la conexión, lo que en circunstancias normales sería ajustado pero factible. Sin embargo, no contábamos con la concatenación de obstáculos que nos esperaba.

Primero, nuestro avión aparcó en medio de la pista, lo que significó tener que tomar un autobús hasta la terminal. Después nos esperaba el control de seguridad, un trámite que no habíamos tenido que pasar en el viaje de ida al salir de la zona Schengen, pero que es obligatorio al regresar. La cola avanzaba con una lentitud desesperante.

Superado el control de seguridad, tocaba sprint por los pasillos hasta el control de pasaportes. Nueva cola, nuevo momento de angustia viendo pasar los minutos. Cuando por fin cruzamos este último obstáculo, solo quedaban 10 minutos para la salida de nuestro vuelo.

La carrera final hasta la puerta A23 fue épica. Llegamos sin aliento, y ya sin nadie en la cola de embarque, pero justo a tiempo. El personal de la puerta nos vio hacer señas desde lejos y nos tranquilizó con una sonrisa: "¿Son los de Skopje? Pueden dejar de correr, lo han conseguido". Curiosamente, no fuimos los últimos: una pareja procedente de Berlín llegó después que nosotros, aunque ellos lo tuvieron más fácil: su vuelo había aterrizado en la A21, prácticamente al lado de nuestra puerta.

El regreso a casa #

El vuelo final fue tranquilo, aunque con un pequeño inconveniente: se habían quedado sin sándwiches y casi sin comida. Después de la carrera por el aeropuerto, teníamos el estómago vacío, pero no quedaba más remedio que esperar a llegar a casa para cenar.

Y así terminó nuestro viaje a Macedonia del Norte, con una última jornada que, aunque no estaba previsto, nos regaló algunas anécdotas memorables. A veces son precisamente estos momentos imprevistos, estas pequeñas aventuras, las que dan el toque especial a un viaje y las que recordamos con más cariño con el paso del tiempo.