A pesar de ser 25 de diciembre, Skopje mantenía su ritmo habitual de día laborable. En Macedonia del Norte, siguiendo el calendario ortodoxo, la Navidad se celebra el 6 y 7 de enero, por lo que este día que en occidente está lleno de preparativos navideños, aquí transcurría con total normalidad.
El cielo amaneció nublado, con pronóstico de lluvia para toda la jornada, una meteorología que acabaría condicionando nuestros planes, aunque no tanto como los trámites burocráticos que nos esperaban.
Una mañana de gestiones frustradas #
Comenzamos el día con lo que, en principio, parecía una simple gestión administrativa. Según la información que habíamos encontrado en diversas fuentes de internet, los extranjeros debemos registrarnos en la policía dentro de las 48 horas siguientes a nuestra llegada a Macedonia del Norte, supuestamente para obtener un resguardo necesario para salir del país. A pesar de que nuestro anfitrión de Airbnb nos había asegurado que se encargaría del trámite, el hecho de que no nos hubiera pedido la información de los pasaportes nos generó cierta desconfianza. Por precaución, y para evitar posibles problemas a la salida del país, decidimos gestionar el registro por nuestra cuenta.
Nuestra primera parada fue la comisaría más cercana al alojamiento, que resultó ser de tráfico. El edificio era antiguo y poco acogedor, y tras varios intentos infructuosos de comunicación en inglés con diferentes funcionarios, finalmente nos indicaron mediante gestos y palabras sueltas que debíamos ir al edificio contiguo. En esta segunda comisaría la situación se repitió: nuevamente nos encontramos con la barrera del idioma, y después de varios intentos de explicar nuestro caso, nos informaron que necesitábamos acudir a la comisaría central.
Descubriendo el transporte público de Skopje #
Con la lluvia arreciando y la comisaría central bastante alejada, decidimos que sería un buen momento para familiarizarnos con el transporte público de la ciudad. Como la estación de autobuses nos pillaba relativamente cerca y sabíamos que los puntos de venta de billetes son escasos y están mal señalizados en la ciudad, nos dirigimos allí para adquirir nuestros títulos de transporte.
Lo primero que hay que saber es que la estación de autobuses de Skopje tiene dos zonas bien diferenciadas, ubicadas bajo las vías del tren. Por un lado está la estación de autobuses interurbanos, que cuenta con mejores instalaciones y está mejor acondicionada. Por otro lado, y aunque está justo al lado, la estación de autobuses urbanos presenta un aspecto mucho más descuidado: es un espacio oscuro y desapacible, donde el goteo constante del agua que se filtra por el techo forma numerosos charcos en el suelo. El frío y la humedad hacen que la espera sea especialmente incómoda. Esta zona de autobuses urbanos se encuentra junto a la gasolinera y se reconoce fácilmente por los autobuses rojos, algunos de ellos de dos pisos, que están estacionados en las dársenas. Aquí es donde está la taquilla, ubicada en un peculiar autobús amarillo reconvertido que no resulta fácil de identificar si no sabes lo que estás buscando.
El sistema de billetes de Skopje requiere la compra de una tarjeta que cuesta 150 dinares. A partir de ahí, existen dos tipos de pases semanales: uno de 500 dinares que solo sirve para los autobuses urbanos, y otro de 600 dinares que incluye también las poblaciones cercanas. La vendedora de la taquilla, que afortunadamente hablaba algo de inglés, nos recomendó este último, explicándonos que lo necesitaríamos para visitar el Cañón Matka en los días siguientes. Aunque el precio podría parecer elevado para solo unos días de estancia, decidimos comprarlo por la comodidad de no tener que preocuparnos por buscar puntos de venta durante el resto de nuestra visita.
Es interesante mencionar que, si bien teóricamente no se pueden comprar billetes directamente al conductor, observamos que mucha gente lo hace, aunque a un precio más elevado que usando la tarjeta recargable.
Navegando por la ciudad: Un desafío constante #
El viaje hasta la comisaría central nos sirvió para descubrir las dificultades de orientarse en el transporte público de Skopje. Google Maps resulta poco fiable: las ubicaciones de las paradas suelen ser inexactas, cuando no directamente erróneas, y los horarios raramente coinciden con la realidad.
Existe una aplicación alternativa llamada "Skopje Bus" que los locales parecen usar, pero presenta sus propios desafíos para los turistas: está principalmente en macedonio con caracteres cirílicos, y la interfaz no es nada intuitiva. A pesar de estas limitaciones, puede ser útil para consultar los horarios de rutas específicas, siempre que uno tenga la paciencia necesaria para descifrar los nombres de las paradas en cirílico.
Tras varios intentos y alguna que otra parada equivocada, finalmente conseguimos llegar a la comisaría central. Todo este esfuerzo resultaría en vano cuando nos informaron que el proceso de registro debía realizarlo el anfitrión y que no teníamos que preocuparnos. Más de dos horas perdidas para un trámite que, como descubriríamos al salir del país días después, parece ser obsoleto, ya que en ningún momento nos solicitaron el registro policial.
El Old Bazar: Un viaje a través de los siglos #
Frustrados por la pérdida de tiempo pero ya familiarizados con el sistema de transporte público, decidimos aprovechar que estábamos en la zona para visitar el Old Bazar, considerado el corazón histórico de Skopje y el mayor bazar turco que se puede encontrar en Europa fuera de Estambul.
El histórico Puente de Piedra, que data de la época otomana, sirve como portal entre la Skopje moderna y este barrio histórico, simbolizando el enlace entre el pasado y el presente de la ciudad. Al cruzarlo, nos recibieron dos de los monumentos más impresionantes del controvertido proyecto Skopje 2014: la majestuosa fuente dedicada a la madre de Alejandro Magno y la imponente estatua de Filipo II, que se yergue de pie saludando a la estatua del guerrero a caballo que se encuentra al otro lado del río.


Un legado histórico vivo #
La historia del Old Bazar se remonta al siglo XII, aunque fue durante el dominio otomano cuando alcanzó su máximo esplendor, convirtiéndose en uno de los centros comerciales más importantes de los Balcanes. Sus callejuelas empedradas, que forman un fascinante laberinto, son testigos de siglos de intercambio cultural y comercial, y aún hoy mantienen esa esencia de punto de encuentro entre Oriente y Occidente.
Durante los siglos XVI y XVII, el bazar vivió su época dorada, desarrollándose hasta convertirse en uno de los mayores bazares orientales de los Balcanes. Este período de prosperidad se vio interrumpido por diversos eventos históricos: un devastador terremoto en 1555, el incendio que arrasó la ciudad en 1689, y posteriormente los daños sufridos durante las dos guerras mundiales. Sin embargo, el golpe más reciente fue el terremoto de 1963, que causó graves daños en muchas de sus estructuras históricas.
A pesar de estas adversidades, el Old Bazar ha demostrado una notable capacidad de recuperación. Hoy en día está protegido como patrimonio cultural de especial importancia para Macedonia del Norte, un estatus que recibió oficialmente en 2008 y que ha llevado a diversos proyectos de revitalización para preservar su esencia histórica mientras se adapta a las necesidades modernas.
El bazar alberga numerosas joyas arquitectónicas que reflejan su rica historia. Entre ellas destaca la Mezquita Mustafa Pasha, construida en 1492, que no es solo un lugar de culto sino un ejemplo sobresaliente de la arquitectura otomana. El Cifte Hammam, un antiguo baño turco doble que hoy funciona como galería de arte, es otro edificio emblemático que demuestra la adaptación de los espacios históricos a usos culturales modernos. El Kuršumli An, un antiguo caravasar otomano caracterizado por su distintiva arquitectura abovedada, que actualmente acoge eventos culturales y exposiciones, nos recuerda el papel histórico del bazar como punto de encuentro para comerciantes y viajeros.
El Suli An, otro antiguo caravasar que ha sobrevivido al paso del tiempo, alberga hoy el Museo de Macedonia, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de profundizar en la rica historia de la región. La presencia de estos antiguos caravasares nos habla de la importancia histórica de Skopje como punto de parada en las rutas comerciales que conectaban diferentes partes del Imperio Otomano.




El bazar no es solo un conjunto de edificios históricos, sino un barrio vivo que mantiene su función comercial original. Las tiendas que encontramos hoy son principalmente joyerías especializadas en oro, que domina claramente sobre la plata en los escaparates. La presencia dominante del oro refleja tanto las preferencias locales como la importancia histórica de la orfebrería en la región. También hay numerosas tiendas de artesanía local y algunos establecimientos de alfombras, aunque no tantos como cabría esperar en un bazar otomano tradicional.
Nuestra visita al bazar se vio condicionada por la lluvia persistente, que deslució en gran medida lo que imaginamos debe ser el ambiente habitual del lugar. Las numerosas y espaciosas terrazas que encontramos a nuestro paso, todas vacías por el mal tiempo, nos dieron una idea del bullicio que debe reinar en esta zona durante los meses de buen tiempo. A pesar de las condiciones meteorológicas adversas, pudimos apreciar cómo el ambiente del bazar varía según la hora del día: por la mañana, los comerciantes preparaban sus tiendas mientras llegaban los primeros clientes, principalmente locales; al mediodía, a pesar de la lluvia, se notaba más movimiento con una mezcla de residentes y algunos turistas como nosotros explorando sus callejuelas; las tardes, especialmente con este tiempo, resultaban más tranquilas, aunque esto nos permitió una experiencia más pausada y contemplativa del entorno histórico.
La zona comercial se extiende desde el Puente de Piedra hasta el Bit-Pazar y desde la Fortaleza de Skopje hasta el río Serava, ocupando un área considerable del casco antiguo de la ciudad. Esta disposición no es casual: refleja el desarrollo histórico de Skopje como centro comercial, con el bazar actuando como punto de conexión entre diferentes barrios y comunidades.
Un detalle práctico que conviene tener en cuenta es que en ninguno de los comercios y restaurantes que visitamos en el Old Bazar aceptaban tarjetas de crédito, solo efectivo. En nuestro caso, además de los dinares macedonios, pudimos pagar en euros en varios establecimientos y con un tipo de cambio justo, aunque no podemos asegurar que esta práctica sea generalizada en todo el bazar.


Los sabores del bazar #
El mercado de alimentos del bazar es un espectáculo en sí mismo. Los puestos rebosan de productos locales: una impresionante variedad de quesos artesanales, carnes curadas, frutas frescas y especias que inundan el ambiente con sus aromas. Este espacio representa perfectamente la confluencia de las tradiciones culinarias balcánicas y otomanas que caracterizan la gastronomía de Macedonia del Norte.




Para el almuerzo nos refugiamos de la lluvia en uno de los muchos restaurantes tradicionales del bazar. Allí probamos dos platos emblemáticos de la cocina local: el Tavče Gravče, un reconfortante guiso de alubias blancas cocinadas en una cazuela de barro tradicional con cebolla, pimentón y especias, servido con abundante pan casero, y los Macedonian Kebapi, pequeñas salchichas a la parrilla elaboradas con una mezcla de carne picada especiada, típicas de la región de los Balcanes.


Por la tarde, buscamos refugio en una de las pastelerías tradicionales del bazar donde, acompañados de un café, degustamos varios postres típicos, entre los que destacó especialmente el Trileçe. Este postre, aunque originario de Albania, se ha convertido en uno de los favoritos de toda la región balcánica. Se trata de un bizcocho empapado en tres tipos de leche y cubierto con una capa de caramelo, que demuestra una vez más la influencia otomana en la gastronomía local.








Zimzolend: Expectativas vs. Realidad #
Ya entrada la tarde, alrededor de las 18:00 horas, decidimos aprovechar nuestro nuevo conocimiento del transporte público para visitar Zimzolend, promocionado como un ambicioso parque de atracciones navideño instalado en el aparcamiento del Jane Sandanski Arena. La publicidad prometía una experiencia espectacular: más de 100 animadores en disfraces, un bazar navideño, más de 30 atracciones tanto para niños como para adultos, espectáculos de karaoke, teatro y stand-up, una pista de patinaje sobre hielo, shows de marionetas, talleres de pintura y magos.
Sin embargo, la realidad que encontramos distaba mucho de lo anunciado. El recinto consistía en unas pocas casetas de comida, la mayoría cerradas, y alrededor de una docena de atracciones de feria, de las cuales apenas la mitad estaban funcionando. El único punto que parecía mantener cierta actividad era la pista de patinaje sobre hielo natural (no artificial como hemos visto en otros lugares similares), aunque incluso aquí la afluencia era modesta, con no más de quince personas patinando simultáneamente. La escasa presencia de público en general hacía que el ambiente fuera más bien desolador, especialmente considerando que se trataba de un evento que supuestamente se extendería desde el 6 de diciembre hasta el 19 de enero.




Aprovechando que estábamos en el pabellón deportivo, entramos a usar los servicios y de paso echamos un vistazo a un partido de baloncesto que se estaba disputando en ese momento.
Finalmente, tomamos el autobús de regreso a nuestro alojamiento, reflexionando sobre un día que, aunque había comenzado con frustraciones burocráticas y contratiempos, nos había permitido descubrir el fascinante Old Bazar, sin duda el tesoro histórico y cultural más valioso de Skopje.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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