Día 3. Castillo de Gibralfaro y descubriendo el auténtico corazón malagueño
27 febrero 2025
La tercera jornada de nuestro viaje a Málaga transcurrió entre historia, vistas panorámicas y el descubrimiento de la ciudad más allá de sus rutas turísticas. Tras una agradable velada de cine y conversación la noche anterior, la mañana comenzó con calma, permitiéndonos recargar energías para otra intensa jornada de exploración por la capital de la Costa del Sol.
Un despertar tranquilo y rumbo al Gibralfaro #
Despertamos algo tarde, disfrutando de esa sensación de vacaciones donde el tiempo parece transcurrir de manera diferente. El desayuno casero con nuestros amigos fue el preludio perfecto para comenzar el día con buen pie. Tras los últimos sorbos de café, nos dirigimos a la parada para tomar el autobús que nos llevaría a nuestra primera visita del día: el majestuoso Castillo de Gibralfaro.
La entrada combinada que habíamos adquirido el día anterior para la Alcazaba demostró ser una excelente inversión, permitiéndonos evitar las tediosas colas para comprar tickets. Un pequeño consejo para todo aquel que planee visitar estos monumentos: adquirir la entrada combinada no solo supone un ahorro económico, sino también de tiempo, un bien muy preciado cuando se viaja.
El Castillo de Gibralfaro: joya defensiva con siglos de historia #
El Castillo de Gibralfaro resultó ser una de las sorpresas más agradables de nuestro viaje. Esta imponente fortaleza debe su nombre a la combinación de las palabras "Jbel" (monte) y "Faro" (faro), un testimonio de sus orígenes en la época fenicia cuando ya existía un asentamiento utilizado como punto de vigilancia y faro.
Aunque sus orígenes se remontan a épocas anteriores, la estructura que contemplamos hoy fue levantada principalmente en el siglo XIV por el sultán Yusuf I de Granada, quien reforzó esta posición estratégica para defender la Alcazaba y la ciudad de Málaga. Su construcción sobre una colina a 131 metros sobre el nivel del mar lo convirtió en una fortificación prácticamente inexpugnable en su época.
Características arquitectónicas que impresionan #
El castillo presenta un diseño militar de extraordinaria eficacia, con murallas dobles en algunos tramos y ocho torres albarranas que permitían una defensa avanzada. La "Coracha", un pasadizo fortificado de gran valor estratégico, conectaba esta fortaleza con la Alcazaba, formando un complejo defensivo integral.
Una de las características más notables es su aljibe o depósito de agua, una obra maestra de ingeniería hidráulica que permitía almacenar hasta 40.000 litros de agua, fundamental para resistir largos asedios. Este sistema de captación y almacenamiento de agua de lluvia demuestra la sofisticación técnica alcanzada en la época andalusí.






De los Reyes Católicos al presente #
El castillo jugó un papel fundamental durante la Reconquista, siendo uno de los últimos bastiones musulmanes en caer. En 1487, tras un asedio de tres meses, los Reyes Católicos lograron tomar la fortaleza, un episodio que marcaría el principio del fin del dominio musulmán en la península. La rendición de Gibralfaro se ha inmortalizado en el escudo de la ciudad de Málaga, donde aparecen los reyes Fernando e Isabel junto al castillo.
Tras este episodio histórico, la fortaleza continuó cumpliendo funciones militares durante siglos. Fue cuartel de tropas hasta 1925, cuando finalmente pasó a manos civiles y comenzó su transformación en monumento histórico visitable. En 1931 fue declarado Bien de Interés Cultural, consolidando su importancia como patrimonio histórico español.






Un recorrido que cautiva los sentidos #
Pasamos más de dos horas explorando cada rincón del castillo. El recorrido por el adarve, el camino de ronda sobre las murallas, nos permitió admirar tanto la fortaleza en sí como disfrutar de vistas panorámicas de 360 grados que quitan el aliento. Hacia el norte se divisa la serranía malagueña, mientras que hacia el sur se extiende el Mediterráneo en toda su inmensidad.
En su interior, el Centro de Interpretación ofrece una interesante exposición sobre la vida diaria en la fortaleza durante la época medieval, con reproducciones de armas, utensilios y uniformes militares que nos ayudan a imaginar cómo era la vida dentro de estas murallas hace siglos.
Las panorámicas que ofrece el recinto son simplemente espectaculares: la bahía de Málaga extendiéndose hacia el horizonte, el puerto con sus cruceros, la plaza de toros de La Malagueta, los jardines históricos y toda la ciudad a nuestros pies como un tapiz urbano que mezcla lo antiguo y lo moderno. Sin duda, uno de los mejores miradores naturales para contemplar Málaga en todo su esplendor.



Descendiendo hacia el corazón de Málaga #
Aunque habíamos subido en autobús, decidimos bajar a pie para disfrutar de esas maravillosas vistas desde diferentes perspectivas. El descenso nos permitió apreciar cómo la ciudad se va desplegando gradualmente, revelando su particular fisonomía urbana entre colinas y mar.
Nuestro camino nos llevó hasta los hermosos jardines junto al Ayuntamiento de Málaga, cuya fachada destaca por su elegante arquitectura. En esta zona institucional, también pudimos admirar edificios emblemáticos como la sede del Banco de España y uno de los edificios de la Universidad de Málaga, todos ellos ejemplos del patrimonio arquitectónico que enriquece la ciudad.






Tapeo en el casco antiguo #
Con el estómago ya reclamando atención, nos adentramos en el casco antiguo malagueño en busca de algún lugar para reponer fuerzas. Encontramos un acogedor bar donde nos sumergimos en la tradición del tapeo andaluz. Pequeñas delicias culinarias que, una tras otra, componen una comida completa mientras se disfruta del ambiente y la conversación.
La gastronomía local siempre es uno de los aspectos que más aprecio de cada viaje, y Málaga no decepciona en este sentido. Sus tapas, con predominio del pescado fresco y productos de temporada, son un fiel reflejo de la cultura mediterránea que impregna esta ciudad.




Descubriendo la Málaga más auténtica #
Con energías renovadas, continuamos nuestro recorrido por el casco antiguo, dirigiéndonos esta vez hacia la zona occidental que no habíamos explorado el día anterior. A medida que nos acercábamos al río Guadalmedina, pudimos percibir cómo el entorno iba transformándose, volviéndose más auténtico y menos orientado al turismo.
Esta transición resultó fascinante. De alguna forma, esta zona transmite una sensación de mayor autenticidad que áreas como la Plaza de la Constitución o la Calle Larios, donde la masificación turística ha dejado una huella evidente. Aquí podíamos observar la vida cotidiana de los malagueños, sus comercios tradicionales y un ritmo diferente, más pausado y genuino.






El Mercado de Atarazanas: un encuentro frustrado #
Uno de los puntos que teníamos marcados en nuestra ruta era el famoso Mercado de Atarazanas, conocido tanto por su impresionante arquitectura de hierro del siglo XIX como por ser el epicentro gastronómico de la ciudad. Lamentablemente, cuando llegamos ya había cerrado sus puertas, algo que deberemos tener en cuenta para una futura visita.
Este percance nos recuerda la importancia de verificar los horarios de los lugares que deseamos visitar, especialmente tratándose de mercados tradicionales que suelen cerrar temprano por la tarde.


El Soho malagueño: un museo al aire libre #
Cruzamos la Alameda Principal para dirigirnos hacia el Soho, un barrio que ha experimentado una notable transformación en los últimos años para convertirse en el distrito artístico de la ciudad. Lo que antes era una zona degradada es hoy un espacio urbano vibrante donde el arte callejero ha tomado el protagonismo.
Dedicamos un buen rato a fotografiar las impresionantes obras de street art que decoran numerosas fachadas. Artistas locales e internacionales han convertido este barrio en una galería al aire libre, aportando color y creatividad a cada esquina. Es fascinante observar cómo el arte urbano puede revitalizar un área y dotarla de una nueva identidad.







Una cena entre amigos para cerrar el día #
Al final de la jornada, nos reunimos con nuestros amigos malagueños para realizar algunas compras de última hora y regresar a casa, donde nos esperaba una cena con hamburguesas caseras y patatas fritas. Y algún incidente en la cocina que queda en nuestra memoria privada. La combinación perfecta de sabores elaborados con cariño.
Estas experiencias gastronómicas en un entorno familiar tienen un valor incalculable durante los viajes. Más allá de restaurantes y bares, compartir mesa con personas locales nos conecta con la esencia culinaria de un lugar de una manera imposible de replicar en los circuitos turísticos.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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