Cuando planificamos este viaje a París y surgió la idea de visitar Disneyland, debo confesar que internamente puse los ojos en blanco. No me malinterpretéis, adoro los parques temáticos, pero esta iba a ser mi tercera visita en menos de dos años. Sin embargo, como suele suceder con Disney, acabé rendido ante su magia una vez más.
El despertar temprano #
La mañana comenzó con el sonido del despertador antes de lo que me hubiera gustado durante unas vacaciones. Nuestro apartamento en Villiers-sur-Marne resultó ser una elección fantástica para esta visita a Disney. Mientras preparábamos los bocadillos y llenábamos las mochilas con provisiones para el día, no podía dejar de pensar en lo afortunados que habíamos sido al encontrar este alojamiento con tan buena conexión al parque.
El trayecto en RER fue sorprendentemente agradable. Observar cómo el vagón se iba llenando progresivamente de familias con niños emocionados y parejas con orejas de Mickey me hizo empezar a contagiarme de esa ilusión tan característica de Disney. Ya veis, aún no habíamos llegado y la magia empezaba a hacer efecto.
La caza del mejor precio #
Una de las cosas que más satisfacción me dio fue haber conseguido las entradas a un precio más ventajoso que el oficial. Para nuestras fechas de mayo, Disney había establecido un precio de 72€ por persona (ya sabéis que sus precios fluctúan constantemente según temporada y demanda).
Sin embargo, tras una búsqueda exhaustiva, encontré las entradas en distribuidor turístico (Get Your Guide), y la suerte quiso que diera con un cupón de descuento del 10%. En un grupo de cuatro personas, este pequeño ahorro de 7€ por entrada se tradujo en casi 30€ de ahorro total, una cantidad nada despreciable que bien puede cubrir una comida durante el viaje.
Provisiones para un día largo #
Una de las particularidades más apreciadas de Disneyland Paris, y que lo diferencia de otros parques temáticos, es su política permisiva respecto a la entrada de comida y bebida del exterior. Esta característica resulta especialmente beneficiosa considerando los elevados precios de la restauración dentro del recinto, donde un menú básico, y de calidad cuestionable, puede superar fácilmente los 15-20€ por persona.
Aprovechando esta ventaja, optamos por preparar una selección completa de alimentos para el día: sándwiches variados, bebidas, fruta y diversos snacks para mantener la energía durante toda la jornada. Esta previsión no solo supuso un ahorro considerable sino que nos permitió mayor flexibilidad en nuestros horarios, evitando las largas colas de los restaurantes en las horas punta y pudiendo dedicar más tiempo a disfrutar de las atracciones.
La magia comienza #
Llegamos a las puertas del parque poco antes de las 9 de la mañana. Ya había cola, sí, pero nada comparado con lo que recordaba de visitas anteriores. El día se presentaba soleado, con una temperatura perfecta que invitaba al optimismo. Mi escepticismo inicial comenzaba a diluirse.
Las primeras horas en el parque fueron una delicia. Contra todo pronóstico, y a pesar de estar en temporada media, las colas eran sorprendentemente manejables. Decidimos centrarnos solo en el parque principal, dejando Disney Studios para otra ocasión, y resultó ser una decisión acertada. Pudimos disfrutar de todas las atracciones clásicas sin las prisas que supone querer abarcar los dos parques en un solo día.


Los pequeños momentos #
A lo largo del día, fueron los pequeños detalles los que me recordaron por qué Disney siempre merece la pena. La cara de ilusión de los más pequeños al ver a sus personajes favoritos, las fotografías con Mickey y sus amigos, el aroma a palomitas que impregna Main Street... Son esos momentos los que hacen que cada visita sea única, independientemente de las veces que hayas estado antes.
El gran desfile de la tarde sigue siendo uno de esos momentos que me hacen sentir como un niño. Ver a todos los personajes desfilando, la música, el ambiente... Es imposible no sonreír y dejarse llevar por la magia del momento.




Un final apoteósico #
Y entonces llegó la noche. Si hay algo que justifica plenamente haber vuelto a Disney es el espectáculo nocturno con drones. Estar allí, frente al castillo de la Bella Durmiente, viendo cómo cientos de drones iluminados dibujan figuras en el cielo mientras las proyecciones transforman el castillo, es algo que te deja sin palabras. La tecnología al servicio de la magia en su máxima expresión.
Cuando abandonamos el parque, pasadas las 23:30, estaba agotado pero feliz. El regreso en RER a nuestro apartamento fue tranquilo, el vagón lleno de visitantes con la misma cara de satisfacción que seguramente teníamos nosotros.
Disney tiene esa capacidad única de hacer que cada visita sea especial, de sorprenderte cuando menos lo esperas. Y sí, aunque los precios sean elevados y las colas a veces eternas, hay algo en la magia Disney que te hace querer volver.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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