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Porqué viajar a Shanghai

Cuando la Expo y la fascinación por el Oriente se encuentran

Porqué viajar a Shanghai

Hay viajes que nacen de un capricho y otros que surgen de una fascinación profunda. Mi viaje a Shanghai en octubre de 2010 pertenecía claramente a la segunda categoría, alimentado por un doble motivo que hacía inevitable esta aventura hacia el corazón de China.

El germen de la idea #

Un año antes había estado en Hong Kong, y esa ciudad me había dejado completamente fascinado. Esa mezcla única de tradición china y capitalismo occidental, esos rascacielos que parecían tocar el cielo, esa energía que se respiraba en cada esquina... Hong Kong había establecido un listón muy alto en mi imaginario urbano. Pero 2010 traía consigo una oportunidad irrepetible: la Exposición Universal de Shanghai.

Como alguien que había disfrutado enormemente de la Expo 92 de Sevilla y la Expo 98 de Lisboa, la perspectiva de volver a vivir uno de estos eventos me emocionaba profundamente. Las exposiciones universales tienen algo mágico: son ventanas al futuro, encuentros de culturas, celebraciones de la creatividad humana. Y Shanghai, sobre el papel, prometía rivalizar con Hong Kong en todos los sentidos: arquitectura impresionante, impacto cultural, esa fascinante mezcla entre la tradición popular china y las referencias del capitalismo más puro que se traduce en centros comerciales y tiendas de todo tipo.

Era consciente de que las comparaciones entre Shanghai y Hong Kong serían inevitables, pero estaba dispuesto a afrontar la ciudad con la mente lo más abierta posible y disfrutarla independientemente de experiencias anteriores. Cada ciudad tiene su propia personalidad, su propio encanto, y Shanghai merecía ser descubierta sin prejuicios.

Los preparativos: el desafío del visado #

La primera dificultad apareció antes incluso de hacer la maleta: el visado para entrar en China. Si para Hong Kong, como ciudadano europeo, no había necesitado ningún visado especial, para entrar en China continental sí que se me exigía uno.

Normalmente de este tipo de gestiones se encargan las agencias de viajes, pero como había comprado el vuelo y el hotel por libre, no tenía a nadie que se hiciese cargo de ese trámite. Y no había forma de hacerlo online: la única opción era acudir presencialmente a la embajada china en Madrid.

Afortunadamente, era posible que otra persona realizase el trámite por mí. Aprovechando que mi hermano vivía en Madrid, le envié mi pasaporte y fue él quien se encargó de realizar toda la gestión en la Embajada China. Un alivio considerable que me permitió seguir adelante con los preparativos.

El plan de viaje #

Los números hablaban por sí solos: vuelo por 821,51€ (ida el martes 19 de octubre desde Bilbao, con escala en París, llegada el miércoles 20 a las 16:20 hora local; vuelta el miércoles 27 de octubre), alojamiento en el Hotel Zhao An por 238 dólares para toda la semana. Ocho días para descubrir una de las ciudades más fascinantes del planeta.

El itinerario se perfilaba ambicioso: explorar el centro histórico y moderno de Shanghai, visitar templos tradicionales, subir a los miradores más altos del mundo, perderme por mercados locales y, por supuesto, dedicar un día completo a la Expo 2010. Todo ello condimentado con la aventura de moverme por una megaciudad donde el inglés no era precisamente el idioma predominante.

Shanghai me esperaba con sus contrastes, sus rascacielos imposibles, sus tradiciones milenarias y sus ambiciones futuristas. Estaba a punto de comenzar una aventura que, intuía, me marcaría para siempre.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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