El domingo mantuve la rutina de madrugar para aprovechar la tranquilidad de la mañana barcelonesa. En esta ocasión, en lugar de dirigirme al Búnker, encaminé mis pasos hacia la parte alta del Park Güell y el barrio del Carmel. Esta zona menos turística ofrece una perspectiva diferente de la ciudad, más auténtica y alejada de los circuitos habituales.
Paseo matinal por el Carmel y Park Güell #
El barrio del Carmel, construido en las laderas de una colina, presenta una arquitectura escalonada que crea un paisaje urbano singular. Su origen como barrio de autoconstrucción durante las grandes migraciones hacia Barcelona en los años 50 y 60 del siglo XX ha dejado una trama urbana peculiar, con callejuelas estrechas y empinadas que conducen a miradores improvisados desde donde Barcelona se despliega majestuosamente.
La parte alta del Park Güell, menos concurrida que la zona monumental de pago, permite disfrutar del genio de Gaudí en un entorno más relajado y natural. Este parque, concebido inicialmente como una urbanización de lujo que nunca llegó a completarse, integra de forma magistral la arquitectura en el paisaje. Los senderos serpentean entre pinares mediterráneos, ofreciendo ocasionales vistas panorámicas de la ciudad y permitiendo descubrir estructuras que parecen surgir orgánicamente del terreno.
Lo que más me impresionó de este paseo matutino fue el silencio que reinaba en un lugar habitualmente tan concurrido. La pandemia había reducido drásticamente el turismo, devolviendo estos espacios emblemáticos a los barceloneses y a los pocos visitantes que, como yo, teníamos la fortuna de disfrutarlos casi en exclusiva. El suave rumor de los pájaros y el susurro del viento entre los pinos acompañaban mis pasos, creando una experiencia casi meditativa.
Las primeras luces del día iluminaban la ciudad a mis pies, con el mar Mediterráneo brillando en la distancia. Esta Barcelona despertando lentamente, contemplada desde las alturas en la quietud de la mañana, ofrecía una imagen muy diferente de la bulliciosa metrópoli que conocemos habitualmente. Una imagen que quedará grabada en mi memoria como uno de los momentos más especiales de este viaje.


Preparando la jornada: compras matutinas y plan familiar #
De regreso a casa, realicé algunas compras de pan recién horneado y fruta fresca para prepararnos para la excursión programada para ese día. Los mercados locales y las pequeñas tiendas de barrio mostraban signos evidentes de adaptación a la nueva normalidad: mamparas protectoras, señalización de distancias y gel hidroalcohólico en cada establecimiento.
El pequeño comercio, tan característico de los barrios barceloneses, luchaba por mantener su actividad a pesar de las dificultades. Este paseo por las tiendas del barrio permitía también tomar el pulso a la vida cotidiana de la ciudad en aquellos tiempos inciertos. Las conversaciones entre tenderos y clientes habituales giraban inevitablemente en torno a la situación sanitaria, pero también mostraban esa resiliencia y ese humor tan propio del carácter mediterráneo.
Al regresar, encontré a la familia ya despierta y preparando el desayuno. Compartimos la comida mientras planificábamos los detalles de la excursión del día. La pequeña mostraba su entusiasmo ante la perspectiva de ver caballos y pájaros, mientras los adultos valorábamos las rutas más adecuadas para realizar con una niña de cinco años, buscando el equilibrio entre la experiencia natural y la comodidad del paseo.
El oasis natural del Delta del Llobregat #
Para la jornada dominical escogimos un destino sorprendente por su proximidad a la ciudad: el Delta del Llobregat. Este espacio natural, situado junto al aeropuerto, constituye un importante humedal y un refugio para numerosas especies de aves migratorias. Resulta asombroso encontrar un entorno de tal valor ecológico tan cerca de una gran urbe.
El Delta del Llobregat es uno de esos secretos bien guardados que muchos barceloneses desconocen y pocos turistas visitan. Formado por la desembocadura del río Llobregat, sus humedales, lagunas, pinedas y playas constituyen un ecosistema de gran biodiversidad que ha sobrevivido milagrosamente a la presión urbanística e industrial del área metropolitana de Barcelona.
Aprovechamos el día espléndido para recorrer algunas de las rutas señalizadas. Aunque con una niña de cinco años no pudimos realizar largas caminatas, disfrutamos plenamente de la diversidad de paisajes que ofrece el delta: marismas, lagunas, pinedas litorales y playas salvajes. Los observatorios de aves estratégicamente ubicados nos permitieron contemplar especies como garzas, flamencos y diferentes tipos de anátidas, para deleite especial de la pequeña, que no cesaba de hacer preguntas sobre cada ave que avistábamos.
Una de las sorpresas más agradables fue encontrar caballos en semilibertad pastando en algunas zonas del delta. Estos animales forman parte de un programa de gestión natural del espacio, manteniendo controlada la vegetación y contribuyendo a la biodiversidad. La niña quedó fascinada al verlos tan cerca, en un entorno natural y no en el habitual contexto de un picadero o una granja escuela.




Un picnic ecológico bajo el cielo mediterráneo #
La comida al aire libre, necesaria por las restricciones sanitarias, se convirtió en un agradable picnic en plena naturaleza. Estos momentos sencillos adquirían un valor especial en aquellos tiempos de pandemia, cuando compartir espacios cerrados generaba incertidumbre.
Encontramos un área de descanso junto a una de las lagunas, donde unas mesas de madera bajo la sombra de los pinos ofrecían el lugar perfecto para nuestro almuerzo. Los bocadillos preparados por la mañana y la fruta fresca sabían especialmente bien en aquel entorno natural. La conversación fluía relajadamente mientras observábamos los patos y fochas que navegaban por las tranquilas aguas de la laguna.
La pequeña, tras comer, se entretuvo recogiendo piñas caídas y clasificándolas por tamaños, en un improvisado juego educativo que sus padres fomentaban con preguntas sobre las plantas y animales que veíamos. Este tipo de experiencias en la naturaleza resultaban especialmente valiosas para una niña que había pasado meses confinada, limitada a los espacios interiores y las pantallas como única ventana al mundo exterior.
La biodiversidad insospechada a las puertas de Barcelona #
Lo más sorprendente del Delta del Llobregat es la rica biodiversidad que alberga a pesar de su proximidad a infraestructuras tan impactantes como el aeropuerto, el puerto o las zonas industriales. Este oasis natural, protegido como Red Natura 2000, es hogar de más de 350 especies de aves, algunas de ellas en peligro de extinción.
Además de la avifauna, el delta cuenta con una flora adaptada a los diferentes ambientes: plantas halófilas en las zonas salobres, vegetación acuática en las lagunas, pinos y matorral mediterráneo en las zonas arenosas interiores. La sucesión de ecosistemas en un espacio relativamente reducido resulta fascinante para cualquier amante de la naturaleza.
En esta ocasión no pudimos llegar hasta la laguna de La Ricarda, una de las más importantes del delta. Su nombre proviene de la antigua masía que se encuentra en las proximidades, testigo de la actividad agrícola que tradicionalmente se ha desarrollado en estas tierras fértiles. Las aguas de la laguna, ligeramente salobres por su comunicación subterránea con el mar, albergan una interesante comunidad de peces y plantas acuáticas.
Tarde urbana en la Sagrada Familia #
Por la tarde, mientras la familia se quedaba en casa con planes para bajar luego a una zona de juegos cercana, aproveché para acercarme a la Sagrada Familia y capturar algunas fotografías. El templo expiatorio, obra cumbre de Gaudí y símbolo indiscutible de Barcelona, presentaba un aspecto inusualmente tranquilo debido a las restricciones de aforo.
Ver la Sagrada Familia sin las habituales colas de turistas resultaba casi irreal. La explanada frente a la fachada del Nacimiento, normalmente abarrotada, presentaba ahora un aspecto despejado que permitía contemplar en toda su magnitud el detalle escultórico de esta fachada, considerada la más personal de Gaudí por ser la única completada en vida del arquitecto.
Aunque no realicé la visita interior en esta ocasión, pasear por sus alrededores permitía apreciar los detalles de sus fachadas con una calma imposible en tiempos normales. Las torres se alzaban hacia el cielo en un permanente homenaje a la espiritualidad y al genio creativo de su arquitecto. El proyecto, aún en construcción más de un siglo después de su inicio, sigue cautivando a locales y visitantes con su ambición y simbolismo.
La luz del atardecer bañaba las torres y fachadas con tonos dorados y rojizos, creando un espectáculo visual que cambiaba minuto a minuto. Los fotógrafos aficionados y profesionales, mucho menos numerosos que en tiempos normales, buscábamos los mejores ángulos y momentos para capturar la magia de este edificio único en el mundo.


Regreso con atardecer barcelonés #
El paseo de regreso a casa de mis amigos me permitió disfrutar del atardecer barcelonés, con sus característicos tonos cálidos tiñendo las fachadas del Eixample. Las calles mostraban una actividad contenida, lejos del bullicio habitual pero con suficiente vida para recordar que, a pesar de todo, la ciudad seguía latiendo.
Algunos bares y restaurantes habían adaptado sus terrazas para cumplir con las normativas sanitarias, extendiendo sus dominios en aceras y calzadas cuando era posible. Los barceloneses, amantes de la vida social, se adaptaban así a las restricciones, manteniendo viva esa cultura mediterránea del encuentro y la conversación al aire libre.
Al llegar al barrio donde se alojaban mis amigos, me encontré con ellos y su hija que regresaban de su paseo por la zona de juegos cercana. Compartimos nuestras experiencias del día mientras cenábamos en la terraza, bajo un cielo que transitaba del crepúsculo a la noche estrellada.
Este tercer día había combinado a la perfección naturaleza y urbanismo, esos dos polos que hacen de Barcelona una ciudad tan especial. El contraste entre la tranquilidad del Delta del Llobregat por la mañana y la magnificencia arquitectónica de la Sagrada Familia por la tarde resumía perfectamente la diversidad de experiencias que ofrece la capital catalana, especialmente en aquellos tiempos extraordinarios donde redescubríamos espacios familiares con ojos nuevos.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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