Hay destinos que permanecen en nuestra lista de deseos durante años, esperando pacientemente el momento adecuado para ser descubiertos. Israel era uno de esos lugares que llevaba mucho tiempo queriendo visitar, un cruce de caminos donde la historia, la religión y la modernidad conviven de formas fascinantes. En enero de 2020, por fin pude hacer realidad este sueño largamente esperado.
La decisión y los preparativos para visitar Tierra Santa #
Cuando uno busca viajar a Israel, rápidamente descubre que no es precisamente un destino económico. Tras meses rastreando ofertas de vuelos desde diferentes ciudades españolas, encontré una oportunidad interesante desde Barcelona. Aunque suponía añadir un desplazamiento extra desde Bilbao, la diferencia de precio justificaba ampliamente la complicación logística. Además, me brindaba la excusa perfecta para pasar un fin de semana con amigos en la Ciudad Condal.
La preparación del viaje a Israel requiere cierta planificación adicional. Además de los habituales alojamientos y transportes, me aseguré de reservar una tarjeta SIM con datos móviles para recogerla directamente en el aeropuerto (29 dólares por 10GB para toda la estancia). Investigué también sobre el sistema de transporte público israelí y la tarjeta Rav Kav, esencial para moverse por el país de forma económica.
Leer sobre las experiencias de otros viajeros me ayudó a trazar un itinerario ambicioso pero realista: comenzaría por el norte (Acre y Haifa) aprovechando mi llegada de madrugada, dedicaría un par de días a Tel Aviv y finalmente me sumergiría en Jerusalén y sus alrededores. La emoción crecía conforme se acercaba la fecha de partida.
Un domingo con amigos en Barcelona #
Llegué a Barcelona el sábado por la tarde y me instalé en casa de mis amigos, con quienes hacía meses que no coincidía. Siempre es un placer redescubrir Barcelona a través de sus ojos, lejos de los circuitos turísticos habituales.
El domingo 19 de enero fue un día tranquilo, de esos que se saborean lentamente. Compartimos un desayuno tardío en una cafetería del barrio, charlando sobre proyectos, viajes y recuerdos compartidos. Hay algo especial en reencontrarse con amigos de largo recorrido; la conversación fluye como si el tiempo no hubiera pasado, aunque a veces hayan transcurrido meses desde la última vez.
La tarde la dedicamos a un paseo relajado por el litoral barcelonés, aprovechando un sol invernal que, aunque tímido, ofrecía un agradable contraste con el frío bilbaíno que había dejado atrás. Mientras contemplábamos el mar, les contaba mis expectativas sobre el viaje inminente y ellos compartían conmigo algunos consejos basados en su propia experiencia como viajeros.
Cenamos temprano en casa, entre risas y últimas recomendaciones. "No dejes de probar el hummus", "ten cuidado con los controles de seguridad al volver". Consejos que guardé cuidadosamente en mi memoria junto con la calidez de esa última velada antes de embarcarme en la aventura.
La partida nocturna: rumbo a Tel Aviv #
Llegué al aeropuerto de El Prat con tiempo suficiente para los trámites de seguridad, que suelen ser más exhaustivos en los vuelos con destino a Israel. La terminal bullía de actividad incluso a esas horas, con ese ambiente peculiar que tienen los aeropuertos por la noche, mezcla de emoción y somnolencia.
Mi vuelo, el VY7844, tenía programada su salida a las 23:05. Ya en la sala de embarque, la espera se hizo corta entre las últimas lecturas sobre los lugares que visitaría y alguna que otra mirada a los compañeros de viaje, intentando adivinar cuáles serían sus motivos para visitar Tierra Santa. ¿Turismo? ¿Peregrinación? ¿Negocios? El vuelo a Tel Aviv suele reunir una interesante mezcla de viajeros.
Finalmente embarcamos y, tras el despegue, la noche envolvió el avión mientras sobrevolábamos el Mediterráneo. Intenté descansar durante el vuelo, consciente de que al día siguiente me esperaba una jornada intensa. El plan era aprovechar la llegada de madrugada para desplazarme directamente hacia el norte del país, sin pasar por Tel Aviv más que para dejar el equipaje en una consigna.
Sueños y expectativas entre nubes #
Mientras el avión atravesaba la noche mediterránea, mi mente divagaba sobre lo que me depararían los próximos días. Israel, un territorio pequeño pero de una densidad histórica y cultural abrumadora. Tierra sagrada para tres grandes religiones, escenario de conflictos milenarios y cuna de civilizaciones que han modelado nuestra concepción del mundo.
Pensaba en las calles de Jerusalén, en el bullicio de los mercados, en el contraste entre la modernidad de Tel Aviv y la solemnidad de la Ciudad Vieja. Imaginaba el Mar Muerto, ese extraño fenómeno natural donde el cuerpo flota sin esfuerzo, y la fortaleza de Masada, símbolo de resistencia y determinación.
También reflexionaba sobre la complejidad política y social de esta región, sobre las diferentes realidades que conviven en un espacio tan reducido, sobre los muros visibles e invisibles que separan comunidades. Viajaba con la mente abierta, dispuesto a escuchar diferentes perspectivas y a formarme una opinión propia más allá de los titulares.
El sueño me fue venciendo mientras el avión avanzaba hacia el este. En unas horas aterrizaría en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv y comenzaría realmente la aventura. Una aventura que, sin yo saberlo entonces, me dejaría recuerdos imborrables y alguna que otra sorpresa inesperada.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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