Después de una intensa celebración de Nochevieja, nuestro primer día del año comenzó con la tranquilidad que solo puede ofrecer un amanecer tardío en una ciudad que aún dormita tras la fiesta. Madrid, en este primer día de enero, mostraba esa peculiar calma que solo se encuentra en las grandes urbes cuando la mayoría de sus habitantes permanecen en casa recuperándose de los excesos de la noche anterior.
Un despertar pausado en el primer día del año #
El sol ya estaba alto cuando conseguimos abrir los ojos. La celebración de Nochevieja había sido espléndida, pero nos había dejado con ese agradable cansancio que solo las buenas veladas saben proporcionar. Decidimos tomarnos la mañana con calma, sin prisas ni horarios. Era el primer día del año, después de todo, y Madrid, como bien sabíamos, tendría la mayoría de sus comercios y atracciones cerradas.
La mañana transcurrió entre conversaciones sosegadas, algún que otro café y esos pequeños momentos de contemplación que solo las vacaciones nos permiten disfrutar. También aprovechamos para comer en el apartamento, sabiendo que encontrar un restaurante abierto sería toda una odisea en este día tan especial.
Una excursión diferente: el Teleférico de Madrid #
Tras la comida, decidimos que era momento de aventurarnos al exterior. Habíamos planeado una actividad especial para este día: tomar el Teleférico de Madrid desde Rosales hasta la Casa de Campo. Esta atracción, que funciona desde 1969, es uno de esos pequeños tesoros que muchos visitantes de la capital pasan por alto, pero que ofrece unas vistas incomparables de la ciudad.
Llegamos a la estación de Rosales con esa mezcla de entusiasmo y curiosidad que siempre acompaña a las nuevas experiencias. El Teleférico, con sus cabinas de colores, se alzaba ante nosotros prometiendo un viaje por los cielos madrileños. Durante los aproximadamente 12 minutos que dura el trayecto, pudimos contemplar el Parque del Oeste, el Palacio Real, la Catedral de la Almudena y, por supuesto, la inmensidad de la Casa de Campo extendiéndose ante nuestros ojos como un inmenso pulmón verde en medio de la urbe.





Paseo por la Casa de Campo: naturaleza en plena capital #
Al descender del Teleférico, nos encontramos inmersos en la mayor zona verde de Madrid. La Casa de Campo, con sus más de 1.700 hectáreas, nos recibió con el aroma de los pinos y ese silencio tan particular que solo la naturaleza sabe proporcionar, especialmente contrastante con el bullicio habitual de la capital.
Decidimos emprender un largo paseo, dejándonos llevar por los senderos que serpentean entre la vegetación. El clima, aunque fresco, era perfecto para caminar, y la luz del sol de invierno dotaba al paisaje de un brillo especial, creando sombras alargadas y reflejos dorados entre los árboles.
Después de un buen rato caminando, llegamos al Lago de la Casa de Campo. Este espacio, creado artificialmente en el siglo XVII, se ha convertido en uno de los puntos más emblemáticos del parque. En sus orillas, algunas familias disfrutaban de la tarde, mientras que varios patos y aves acuáticas surcaban sus aguas con tranquilidad, ajenos a nuestra presencia.




El parque navideño del Puente del Rey #
Desde el lago, dirigimos nuestros pasos hacia el Puente del Rey, siguiendo el borde del río Manzanares. A medida que nos acercábamos, comenzamos a escuchar música y risas: habíamos llegado al parque navideño instalado en la zona.
Este espacio festivo, montado especialmente para las celebraciones de fin de año, ofrecía diversas atracciones para todas las edades. La pista de hielo, en particular, atraía a numerosos visitantes que se deslizaban (o intentaban hacerlo) con distintos grados de destreza. También había puestos de comida donde el aroma de castañas asadas y chocolate caliente creaba una atmósfera perfectamente invernal.
Recorrimos el parque navideño sin prisa, observando las familias que, como nosotros, habían decidido comenzar el año con una actividad al aire libre. Había algo especialmente reconfortante en ver a Madrid celebrando, incluso en un día en que la mayoría de la ciudad permanecía en silencio.


Regreso al centro: de Puente del Rey a la Puerta de San Vicente #
Cuando la tarde comenzaba a avanzar y el sol a descender, decidimos emprender el camino de regreso hacia el centro de la ciudad. Desde el Puente del Rey, caminamos siguiendo el curso del Manzanares hasta llegar a la Puerta de San Vicente, una de las antiguas entradas a Madrid, reconstruida en el siglo XVIII.
Este monumento, que ha sido testigo de siglos de historia madrileña, nos marcó la transición entre el Madrid verde que acabábamos de explorar y el Madrid urbano y monumental al que regresábamos. La luz del atardecer bañaba la piedra de la puerta con tonos cálidos, creando un efecto casi pictórico.
Últimos momentos del día: Plaza Mayor y Mercado de San Miguel #
Para cerrar nuestro primer día del año, decidimos dirigirnos a dos lugares emblemáticos del centro histórico: la Plaza Mayor y el Mercado de San Miguel.
La Plaza Mayor, uno de los espacios más representativos de la capital, nos recibió con su característica estructura rectangular y su estatua ecuestre de Felipe III en el centro. Las fachadas rojas de sus edificios, con sus balcones y arcadas, estaban iluminadas para las fiestas, creando un ambiente casi mágico. A pesar de ser el primer día del año, varios turistas y madrileños paseaban por la plaza, algunos tomando fotografías, otros simplemente disfrutando del espacio.
Finalmente, nos acercamos al Mercado de San Miguel, situado a pocos pasos de la Plaza Mayor. Este mercado gastronómico, ubicado en un bello edificio de hierro y cristal de principios del siglo XX, es uno de los lugares más visitados de Madrid, y no es difícil entender por qué. Aunque algunos puestos permanecían cerrados por la festividad, pudimos disfrutar de algunas tapas y un buen vino, el perfecto colofón para nuestro día.






El regreso al apartamento se hizo entre conversaciones sobre todo lo que habíamos visto y experimentado. Madrid, incluso en un día tan particular como el primero del año, nos había ofrecido una jornada llena de descubrimientos y momentos especiales.
Así terminaba nuestro cuarto día en la capital, un día que había comenzado con la tranquilidad de un despertar tardío y había culminado con la satisfacción de haber explorado tanto la naturaleza como el corazón histórico de Madrid. Una perfecta bienvenida al año 2023, que apenas comenzaba a desplegarse ante nosotros, lleno de promesas y posibilidades.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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