Volver a Nueva York después de más de una década ha sido una experiencia completamente renovadora. Mi primera visita en 2005, acompañado por tres personas, fue sin duda gratificante, pero este viaje en solitario de mayo de 2018 ha superado todas mis expectativas.
La libertad de viajar solo #
Cuando viajamos en grupo, inevitablemente nos adaptamos a los ritmos y preferencias de nuestros acompañantes. En esta ocasión, al viajar solo, pude diseñar cada jornada según mis intereses, cambiando planes sobre la marcha y deteniéndome donde realmente quería. Esta libertad me permitió descubrir muchos más rincones de la ciudad que habían pasado desapercibidos en mi primera visita.
La soledad en una ciudad como Nueva York no es sinónimo de aislamiento sino todo lo contrario: es una invitación constante a interactuar con la ciudad y sus habitantes de forma más auténtica.
Momentos inolvidables #
En una ciudad tan apabullante como Nueva York resulta difícil destacar experiencias concretas, pero sin duda hay algunas que han quedado grabadas en mi memoria.
La puesta de sol contemplada desde Brooklyn, con el skyline de Manhattan cambiando de color mientras las luces de la ciudad comenzaban a brillar, ofreció una de las estampas más hermosas que he presenciado. Es difícil describir la sensación de ver cómo el sol se esconde tras aquellos rascacielos emblemáticos mientras el cielo se tiñe de tonos anaranjados y rojizos.
La visita a Coney Island también merece mención especial. Este parque de atracciones junto al mar, con su ambiente nostálgico y sus atracciones vintage, me transportó a otra época. Pasear por su paseo marítimo, degustar un hot dog en el famoso Nathan's y contemplar a los neoyorquinos disfrutando de un día de playa mostró una faceta menos conocida pero igualmente fascinante de la ciudad.
Encuentros inesperados #
Una de las sorpresas más agradables fue participar en el podcast de Mürmur Studio. Lo que comenzó como un encuentro casual acabó convirtiéndose en una divertida colaboración que me permitió ver la ciudad desde otra perspectiva.
Greenwich Village y su importante historia LGTB me brindaron momentos de conexión personal con la ciudad. Recorrer las calles donde se gestaron importantes momentos del movimiento de liberación LGTB, visitar el Stonewall Inn y sentir el ambiente inclusivo que se respira en el barrio fueron experiencias muy especiales.
Arte urbano y barrios con personalidad #
Williamsburg y el Bronx me mostraron el lado más auténtico y creativo de Nueva York. El arte callejero en estos barrios es simplemente espectacular. Muros repletos de grafitis y murales, algunos con mensajes sociales profundos, otros simplemente expresando belleza o irreverencia, pero todos reflejando el alma diversa de la ciudad.
Estos barrios menos turísticos permiten observar la vida cotidiana de los neoyorquinos, lejos de las aglomeraciones de Times Square o la Quinta Avenida.
El factor personal #
Creo que un elemento fundamental que potenció mi experiencia fue el momento vital en que me encontraba. Viajar cuando estamos en un buen momento personal multiplica las sensaciones positivas y nos permite conectar más profundamente con los lugares que visitamos.
Nueva York es una ciudad que refleja como un espejo nuestro estado de ánimo, y en mi caso, me devolvió una imagen llena de posibilidades y entusiasmo.
Más allá del turismo masificado #
Es cierto que Nueva York sufre una enorme presión turística. Hay momentos en que las colas para acceder a determinadas atracciones o la densidad de gente en ciertos puntos pueden resultar abrumadoras. Sin embargo, la ciudad ofrece tantas alternativas que siempre es posible escapar de las multitudes.
Me sorprendió descubrir que, a pesar de su fama de destino caro, Nueva York ofrece numerosas actividades gratuitas o muy asequibles. Desde los parques hasta los museos con horarios de entrada libre, pasando por espectáculos callejeros o simplemente el placer de pasear por sus barrios.
Un viaje que invita a regresar #
Nueva York tiene ese extraño poder de atraparte y hacerte sentir que, por mucho que la visites, siempre quedarán cosas por descubrir. Estoy convencido de que volveré, y sé que cada visita será una experiencia completamente diferente.
Si algo he aprendido es que Nueva York no es una ciudad que se pueda "completar" en un viaje ni en dos. Es un organismo vivo que evoluciona constantemente, ofreciendo nuevas facetas cada vez que la visitas.
Recomiendo Nueva York sin reservas, tanto para quienes la visitan por primera vez como para quienes, como yo, regresan buscando redescubrirla. La ciudad que nunca duerme siempre tiene algo nuevo que mostrar a quien está dispuesto a mirar más allá de lo evidente.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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