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Día 2. Sarlat-la-Canéda y Bergerac

20 abril 2014

Día 2. Sarlat-la-Canéda y Bergerac

El segundo día de nuestro viaje por Aquitania nos llevó a explorar dos de las localidades más emblemáticas de la región del Périgord: Sarlat-la-Canéda, auténtica joya medieval, y Bergerac, ciudad ribereña famosa por sus viñedos y su asociación literaria con el romántico Cyrano. Una jornada intensa que nos permitiría sumergimos en la esencia misma del Périgord Noir y del Périgord Pourpre, dos de las cuatro subdivisiones tradicionales de esta fascinante comarca.

De Périgueux a Sarlat: adentrándose en el Périgord profundo #

El trayecto desde Périgueux hasta Sarlat-la-Canéda, de unos 60 kilómetros, nos regaló un paisaje cada vez más cautivador. Abandonamos la llanura donde se asienta la capital de Dordoña para adentrarnos en un territorio más accidentado, donde colinas cubiertas de bosques de robles y castaños se alternan con valles surcados por ríos serpenteantes. De tanto en tanto, sobre alguna colina destacaba la silueta de un castillo o un pequeño pueblo de piedra dorada, anticipando lo que nos esperaba en Sarlat.

Decidimos desviarnos ligeramente de la ruta más directa para acercarnos al valle del Vézère, conocido como el "valle del hombre" por albergar algunos de los yacimientos prehistóricos más importantes del mundo, como las cuevas de Lascaux. Aunque no teníamos tiempo para visitar estos enclaves (que merecerían un viaje específico), el simple hecho de atravesar este paisaje sabiendo que fue cuna de nuestros ancestros del Paleolítico añadía una dimensión casi mística al recorrido.

Sarlat-la-Canéda: viaje al corazón de la Edad Media #

La primera visión de Sarlat-la-Canéda resulta impactante. De repente, tras una curva, aparece ante nosotros un conjunto urbano medieval perfectamente conservado, como si el tiempo se hubiera detenido entre sus calles. No es de extrañar que esta pequeña ciudad de apenas 10.000 habitantes sea considerada uno de los conjuntos medievales y renacentistas más importantes de Europa, ni que haya servido como escenario natural para numerosas películas de época.

Las calles doradas de Sarlat-la-Canéda parecen detenidas en el tiempo Las calles doradas de Sarlat-la-Canéda parecen detenidas en el tiempo
Las calles doradas de Sarlat-la-Canéda parecen detenidas en el tiempo

Por las calles del casco antiguo #

Aparcamos en uno de los estacionamientos exteriores (es importante saber que el centro histórico está peatonalizado) y nos adentramos en el laberinto de callejuelas empedradas que conforman el corazón de Sarlat. Lo primero que sorprende es el color: toda la ciudad parece bañada en un tono dorado o miel, resultado de la piedra caliza local con la que se construyeron sus edificios. Este efecto, especialmente al ser iluminado por el sol matinal, crea una atmósfera cálida y acogedora que envuelve al visitante.

El centro histórico de Sarlat es uno de esos lugares donde el mapa se vuelve secundario; lo mejor es dejarse llevar, perdiéndose entre callejuelas que desembocan en plazoletas inesperadas o pasajes cubiertos que conectan diferentes partes de la ciudad. Cada esquina parece ofrecer una nueva estampa de postal: mansiones con torrecillas, ventanas góticas, puertas talladas del Renacimiento, balcones de hierro forjado...

Place de la Liberté: el corazón palpitante #

Nuestro paseo nos llevó inevitablemente a la Place de la Liberté, auténtico epicentro de la vida sarladesa. Esta plaza irregular, rodeada de elegantes mansiones de los siglos XV al XVIII, alberga algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, como el antiguo Palacio de Justicia. En uno de sus extremos se encuentra la entrada al pasaje cubierto que conduce a la iglesia de Sainte-Marie, reconvertida actualmente en mercado cubierto y coronada por un ascensor panorámico que ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad.

La plaza, animada por las terrazas de sus cafés y restaurantes, es el punto perfecto para tomar un descanso y observar el ir y venir de lugareños y visitantes. Estábamos en temporada media, lo que nos permitió disfrutar de la ciudad sin las multitudes que la invaden en pleno verano, pero con suficiente animación para sentir su pulso vital.

La Catedral de San Sacerdos: un compendio de estilos #

Continuando nuestro paseo llegamos a la Catedral de San Sacerdos, un fascinante edificio que resume en su arquitectura la evolución histórica de la ciudad. Su construcción se inició en el siglo XII en estilo románico, pero fue completada y modificada durante los siglos posteriores, resultando en una interesante mezcla de estilos románico y gótico.

El interior, austero pero majestuoso, invita al recogimiento. Me impresionó especialmente la luz que se filtra a través de sus vitrales, creando juegos de luces y sombras sobre la piedra centenaria. El órgano del siglo XVIII, recientemente restaurado, domina la nave central desde lo alto.

Junto a la catedral se encuentra el antiguo palacio episcopal, actual Museo de Arte Sacro, que no tuvimos tiempo de visitar pero que alberga una interesante colección de objetos litúrgicos y arte religioso.

La Linterna de los Muertos: enigmático monumento #

Uno de los elementos más curiosos del patrimonio sarladés es sin duda la Linterna de los Muertos, una extraña estructura cilíndrica que se eleva junto al antiguo cementerio de la ciudad. Este monumento funerario del siglo XII, uno de los pocos que se conservan en Francia, servía tradicionalmente como faro para guiar simbólicamente las almas de los difuntos hacia el más allá.

La Linterna, con sus 4,5 metros de altura, resulta misteriosa y evocadora. Antiguamente, en su parte superior se encendía una llama visible desde toda la ciudad, especialmente en la noche de Todos los Santos. Hoy en día, restaurada y protegida, sigue siendo un testimonio enigmático de las creencias y tradiciones medievales.

El Mercado y la gastronomía sarladesa #

Sarlat es famosa por su gastronomía, considerada una de las más ricas y auténticas de Francia. El Périgord Noir, la subregión donde se encuentra la ciudad, es cuna de algunos de los productos más preciados de la cocina francesa: la trufa negra, el foie gras, las nueces, las setas silvestres y los magrets de pato.

Tuvimos la suerte de que nuestra visita coincidiera con uno de los días de mercado. El mercado de Sarlat, que se extiende por varias calles y plazas del centro histórico, es una auténtica fiesta para los sentidos. Puestos rebosantes de productos locales, aromas que se entrelazan en el aire, vendedores pregonando sus mercancías en un francés con fuerte acento regional... Una experiencia que nos permitió conectar con la esencia más auténtica de la región.

Para el almuerzo elegimos Le Grand Bleu, un restaurante situado a pocos minutos a pie del centro histórico que ofrece una interpretación contemporánea de la cocina tradicional perigordina. Degustamos una sublime ensalada tibia de mollejas de pato con vinagreta de nueces, seguida de un confit de pato acompañado de patatas sarladaises (cocinadas en grasa de pato con ajo y perejil). Para terminar, nos dejamos tentar por un pastel de nueces con helado casero de vainilla, todo ello maridado con un excelente Bergerac tinto.

Bergerac: entre viñedos y literatura #

Tras un par de horas más explorando Sarlat, emprendimos camino hacia Bergerac, situada a unos 70 kilómetros al suroeste. El trayecto nos llevó a través de paisajes cada vez más dominados por viñedos, anunciando la entrada en el Périgord Pourpre, la zona vinícola por excelencia de la Dordoña.

Bergerac, con su encanto ribereño y su herencia vinícola Bergerac, con su encanto ribereño y su herencia vinícola
Bergerac, con su encanto ribereño y su herencia vinícola

Primera impresión: una ciudad a orillas del río #

Bergerac se presenta ante el visitante como una ciudad acogedora a orillas del río Dordoña. Menos turística que Sarlat pero con un encanto propio indiscutible, esta localidad de unos 30.000 habitantes combina su patrimonio histórico con una animada vida contemporánea.

Lo primero que hicimos fue dirigirnos al puerto fluvial, desde donde antiguamente se embarcaban los toneles de vino con destino a Burdeos y de ahí al resto de Europa y al Nuevo Mundo. Hoy en día, este muelle reconvertido en agradable paseo ofrece hermosas vistas sobre el río y el puente de piedra que lo cruza. En verano, desde aquí parten cruceros turísticos que recorren este tramo del Dordoña, permitiendo admirar desde el agua los castillos y viñedos que bordean sus orillas.

La Vieille Ville: entre casas de entramado de madera #

Desde el puerto nos adentramos en el casco antiguo o "vieille ville", un conjunto de callejuelas estrechas donde se alternan casas de entramado de madera típicas del Renacimiento con elegantes mansiones del siglo XVIII. La arquitectura de Bergerac resulta más variada que la de Sarlat, reflejando las diferentes etapas de prosperidad que ha vivido la ciudad a lo largo de su historia.

Entre los edificios más notables destacan la iglesia de Saint-Jacques, con su característica torre-campanario, y el claustro de los Récollets, un remanso de paz en pleno centro urbano. Sin embargo, lo que más me cautivó fueron las pequeñas plazas arboladas como la Place Pelissière, donde los bergeracois disfrutan de la vida al aire libre en las terrazas de sus cafés y restaurantes.

Cyrano: el personaje que nunca estuvo aquí #

Resulta imposible hablar de Bergerac sin mencionar a Cyrano, el famoso personaje creado por Edmond Rostand que, curiosamente, nunca tuvo relación real con la ciudad. El verdadero Cyrano de Bergerac fue un escritor y espadachín del siglo XVII que no visitó jamás esta localidad (su apellido procedía de una pequeña propiedad familiar en la región parisina).

Sin embargo, la ciudad ha sabido aprovechar esta asociación literaria. En la Place de la Myrpe encontramos una estatua del Cyrano ficticio, con su característica nariz prominente, que se ha convertido en uno de los puntos fotográficos más populares. También existe un Museo Cyrano, que aprovecha la figura del personaje para realizar un recorrido por la historia y tradiciones de la ciudad.

Esta apropiación de un personaje literario me pareció una deliciosa ironía, especialmente dadas las circunstancias personales que rodeaban nuestro viaje. El romanticismo asociado a Cyrano, su amor no correspondido por Roxane, contrastaba dolorosamente con el final de mi propia historia de amor.

Los viñedos de Bergerac: una denominación de origen con historia #

La región vinícola de Bergerac, menos conocida internacionalmente que su vecina Burdeos pero con una tradición igualmente milenaria, produce vinos blancos, tintos y rosados de gran personalidad. La denominación Bergerac AOC agrupa en realidad 13 denominaciones diferentes, cada una con sus características propias, entre las que destacan Monbazillac (vinos dulces naturales) y Pécharmant (tintos estructurados).

Decidimos aprovechar nuestra estancia para visitar una de las bodegas cercanas al centro urbano, el Château de Monbazillac. Este impresionante edificio del siglo XVI, que combina elementos defensivos medievales con la elegancia renacentista, se alza sobre una colina rodeada de viñedos, ofreciendo unas vistas espectaculares sobre el valle del Dordoña.

La visita incluía un recorrido por las antiguas bodegas excavadas en la roca caliza y una degustación de sus vinos, especialmente el famoso Monbazillac, un vino dulce natural elaborado con uvas afectadas por la "podredumbre noble" (similar al proceso de elaboración del Sauternes). La combinación del recorrido histórico por el castillo, las explicaciones sobre el proceso de vinificación y la degustación final resultó una experiencia completa y enriquecedora.

Reflexiones al regresar a Périgueux #

El regreso a Périgueux, ya entrada la noche, fue un momento propicio para reflexionar sobre las experiencias del día. Sarlat y Bergerac, tan diferentes entre sí pero tan representativas cada una de su particular rincón del Périgord, me habían ofrecido un contraste fascinante: la primera, preservada en su esplendor medieval como una cápsula del tiempo; la segunda, más viva y dinámica, integrando su patrimonio histórico en una vibrante vida contemporánea.

Mientras contemplaba el paisaje nocturno desde la ventanilla del coche, pensaba en cómo estos lugares, con su peso histórico y cultural, tienen la capacidad de trascender nuestras circunstancias personales. A pesar de la tensión emocional que flotaba en nuestro grupo, la belleza arquitectónica de Sarlat había conseguido, al menos momentáneamente, transportarme a otra época; los viñedos de Bergerac y la degustación de sus vinos habían activado mis sentidos, recordándome el placer de las pequeñas cosas.

La combinación de estos dos destinos en una sola jornada ofrece al viajero una visión completa del Périgord: su historia medieval, su patrimonio gastronómico, su tradición vinícola y, sobre todo, ese arte de vivir que caracteriza al suroeste francés. En cierto modo, este recorrido me hizo reflexionar sobre los contrastes de la vida misma: cómo lo antiguo y lo nuevo, la tradición y la innovación, la pérdida y el descubrimiento pueden coexistir en un equilibrio que, aunque a veces tensionado, resulta necesario para avanzar.

Con este pensamiento llegamos de nuevo a nuestro hotel en Périgueux, cerrando así un día intenso que quedaría grabado en mi memoria no solo por los lugares visitados, sino por las emociones y reflexiones que estos despertaron en mí. Al día siguiente nos esperaba el regreso a Bilbao, con paradas en Burdeos y San Juan de Luz, culminando así nuestro recorrido por esta fascinante región del suroeste francés.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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