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Día 3. Visita a Burdeos y regreso a casa

22 abril 2011

Día 3. Visita a Burdeos y regreso a casa

El viernes 22 amaneció con una tranquilidad que contrastaba con la intensidad de los días anteriores. Nos levantamos sin prisas en nuestro alojamiento de Angulema, saboreando los últimos momentos en esta encantadora ciudad francesa.

El desayuno, sencillo pero delicioso, nos dio la energía necesaria para afrontar el día de regreso. Antes de partir, decidimos dar un último paseo por sus calles empinadas para despedirnos de las icónicas fachadas pintadas que habían sido fieles compañeras durante nuestra estancia.

Estas ilustraciones murales, herencia directa de la tradición del cómic tan arraigada en Angulema, transforman la ciudad en una auténtica galería al aire libre. Personajes de historietas clásicas y contemporáneas conviven con los habitantes locales en una simbiosis perfecta entre arte urbano y vida cotidiana. Fotografiamos algunas que habían escapado a nuestro objetivo en días anteriores, conscientes de que estas imágenes serían el mejor souvenir de nuestra visita.

Con cierta nostalgia, emprendimos el camino de regreso a Bilbao, pero todavía nos aguardaba una última etapa memorable: Burdeos. Aunque la había visitado en varias ocasiones anteriores, esta ciudad siempre ejerce sobre mí un magnetismo particular, una mezcla de elegancia arquitectónica, ambiente universitario y tradición vinícola difícil de resistir.

Burdeos: parada final en el camino de regreso #

Burdeos, capital de la región de Nueva Aquitania, es una ciudad que ha sabido reinventarse. Su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007, constituye el conjunto urbano del siglo XVIII más extenso de Europa. Las amplias avenidas, las plazas monumentales como la Place de la Bourse con su espectacular "Miroir d'Eau" (el espejo de agua más grande del mundo), y edificios emblemáticos como el Gran Teatro hacen de cada paseo una lección de historia del urbanismo.

La llegada a Burdeos siempre impresiona por su majestuosidad. El río Garona, que serpentea junto al centro histórico, ha sido durante siglos el motor económico de la ciudad, permitiendo el comercio del preciado vino que lleva su nombre. Los antiguos almacenes portuarios de piedra dorada han sido reconvertidos en restaurantes, galerías de arte y espacios culturales, creando una atmósfera única donde pasado y presente dialogan constantemente.

Lo que muchos desconocen es el interesante paralelismo urbano que existe entre Burdeos y Bilbao. Ambas ciudades portuarias experimentaron una profunda transformación urbanística a finales del siglo XX y principios del XXI, pasando de ser centros industriales en declive a convertirse en referentes de regeneración urbana. Si Bilbao tiene su "efecto Guggenheim", Burdeos cuenta con su proyecto de recuperación de las orillas del Garona, que ha devuelto la ciudad al río.

Tanto Burdeos como Bilbao han apostado por el tranvía como eje vertebrador del transporte público, han rehabilitado sus zonas portuarias para usos culturales y recreativos, y han sabido combinar la preservación del patrimonio histórico con la arquitectura contemporánea más innovadora. No es casualidad que ambas ciudades mantengan acuerdos de colaboración e intercambios en materia de planificación urbana.

Un paseo por la capital mundial del vino #

Nuestro recorrido por Burdeos comenzó en la emblemática Puerta de Borgoña (Porte de Bourgogne), antiguo acceso a la ciudad y magnífico ejemplo de arquitectura neoclásica. Desde allí, nos adentramos en el corazón histórico a través de la Rue Sainte-Catherine, considerada la calle comercial peatonal más larga de Europa con sus más de 1,2 kilómetros de tiendas, cafés y restaurantes.

El clima primaveral nos acompañó durante toda la visita, permitiéndonos disfrutar plenamente de los espacios abiertos como los Jardines Públicos, un oasis verde diseñado en el siglo XVIII que conserva su trazado original y alberga una notable colección botánica. Este lugar nos proporcionó un agradable descanso antes de continuar hacia la Catedral de San Andrés, imponente edificio gótico cuya torre separada, la Tour Pey-Berland, ofrece unas vistas panorámicas incomparables de la ciudad para quienes se atreven a subir sus 231 escalones.

La visita a la Place de la Bourse y su Miroir d'Eau resultó ser uno de los momentos álgidos del día. Este ingenioso espejo de agua, instalado en 2006, crea un efecto visual extraordinario al reflejar la fachada del palacio en su superficie perfectamente plana. Cada veinte minutos, el sistema alterna entre efecto espejo y una fina capa de niebla que envuelve a visitantes y edificios en una atmósfera casi mágica.

Dedicamos las horas disponibles a recorrer las calles del centro, admirando la uniformidad arquitectónica del conjunto urbano. Almorzamos en un bistró tradicional, donde no podía faltar una degustación de vinos locales. El menú del día incluía un entrecot a la bordelesa, cocinado con una reducción de vino tinto local y chalotas, que maridaba perfectamente con un Saint-Émilion de una pequeña bodega familiar. Este momento gastronómico nos permitió apreciar por qué Burdeos no es solo una ciudad para ver, sino también para saborear.

Después continuamos el paseo por la ribera del Garona, observando cómo locales y turistas disfrutaban por igual de este espacio reconquistado para el ciudadano. Los antiguos hangares portuarios reconvertidos en espacios culturales y de ocio, como el CAPC (Museo de Arte Contemporáneo) ubicado en un antiguo almacén de productos coloniales, son testimonio de la exitosa reconversión urbana de la ciudad.

Burdeos Burdeos
Burdeos

El regreso: círculo completado #

Ya entrada la tarde, retomamos la carretera para el último tramo hacia Bilbao. Las conversaciones en el coche giraban en torno a los momentos vividos, las anécdotas compartidas y los lugares descubiertos. Cada uno tenía su rincón favorito, su experiencia particular, pero todos coincidíamos en algo: había sido un viaje redondo.

El paisaje fue cambiando gradualmente a medida que nos acercábamos a la frontera española. Las suaves colinas de las Landas francesas dieron paso a los contornos más pronunciados del País Vasco, anunciando que nuestro hogar estaba cada vez más cerca. Cruzamos la frontera al atardecer, cuando los últimos rayos del sol bañaban de naranja las laderas montañosas, creando un espectáculo natural que servía como perfecto cierre visual a nuestro periplo.

Llegamos a Bilbao a última hora del viernes, cansados pero satisfechos. Mientras aparcaba el coche, pensaba en cómo estos pequeños viajes, aparentemente modestos, tienen a veces la capacidad de dejarnos recuerdos más vívidos que otros destinos más exóticos o lejanos. Quizás sea porque la verdadera esencia del viaje no reside tanto en la distancia recorrida como en la intensidad con que se vive cada momento y la calidad de las personas con quienes se comparte.

Angulema, Cognac y Burdeos quedaron grabadas en nuestra memoria colectiva como un perfecto ejemplo de lo que buscábamos en nuestras escapadas: descubrimiento, cultura, gastronomía y, sobre todo, tiempo de calidad juntos. Un paréntesis en la rutina que, paradójicamente, nos ayudaba a regresar a ella con renovadas energías y perspectivas.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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