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Día 11. Despedida de Islandia

29 agosto 2013

Día 11. Despedida de Islandia

Hoy al levantarme me invade esa melancólía que sólo aparece cuando un viaje extraordinario llega a su fin. Han sido once intensos días recorriendo esta isla de contrastes, donde la naturaleza muestra su rostro más salvaje y, a la vez, más hermoso.

Pero aún nos quedaba un último día con un recorrido por algunas de las atracciones más conocidas cerca de Reykjavík antes de tomar el vuelo de regreso.

El misterio entre nieblas de Seltún #

Abandonamos nuestro alojamiento en Reykjavík temprano, con la esperanza de aprovechar cada minuto de este último día. Nuestra primera parada fue Seltún, una de las zonas geotermales más accesibles desde la capital islandesa. El plan parecía perfecto sobre el papel: caminar entre fumarolas, contemplar pozas de barro burbujeante y maravillarnos con los vivos colores que los minerales dibujan en el terreno.

La realidad, sin embargo, decidió jugar sus cartas de manera diferente. Al llegar a Seltún nos recibió una densa niebla que apenas permitía ver más allá de un par de metros. Los vapores que emanaban de la tierra se mezclaban con la bruma natural, creando un ambiente casi fantasmagórico. Aunque no pudimos apreciar la zona en todo su esplendor, había algo hipnótico en aquella atmósfera misteriosa: el sonido del barro burbujeante, el penetrante olor a azufre y la sensación de estar caminando por la superficie de otro planeta.

La zona cuenta con pasarelas de madera que permiten recorrer el área sin peligro, algo fundamental considerando que en algunos puntos la temperatura del suelo puede alcanzar los 100 grados. A pesar de la niebla, pudimos distinguir algunas pozas de lodo hirviente y pequeñas fumarolas que exhalaban su aliento caliente en el frío ambiente islandés.

Seltún practicamente invisible entre la niebla
Seltún practicamente invisible entre la niebla

Krysuvik: Entre leyendas y paisajes volcánicos #

Tras la visita a Seltún, nos dirigimos a la otra parte de esta área geotermal: Krysuvik. Aquí el paisaje cambia ligeramente, ofreciendo la visión de un hermoso lago y un faro que se yergue solitario frente a la inmensidad del océano. La niebla comenzaba a disiparse, permitiéndonos apreciar mejor el entorno y sus colores.

Mientras recorríamos el lugar, leemos información sobre la leyenda de la bruja de Krysuvik y el fantasma que, según la tradición, habita en estas tierras. Las historias de fantasmas y seres sobrenaturales forman parte integral del folklore islandés, un país donde la línea entre lo real y lo mítico parece difuminarse entre vapores geotermales y auroras boreales.

La zona de Krysuvik, con sus cráteres, aguas termales y campos de lava, es un recordatorio constante de la juventud geológica de Islandia y de las fuerzas que continúan moldeando esta isla. Al contemplar el paisaje, resulta fácil entender por qué los primeros pobladores vikingos creyeron estar en la puerta del inframundo o por qué los astronautas del programa Apollo entrenaron aquí antes de pisar la Luna.

Krysuvik Krysuvik Krysuvik Krysuvik Krysuvik
Krysuvik

Relax final en la Laguna Azul #

Ningún viaje a Islandia estaría completo sin una visita a la famosa Laguna Azul o Blue Lagoon. Este destino, quizás el más fotografiado y conocido de toda Islandia, fue nuestra elección para despedirnos de la isla de manera relajada.

Al llegar, lo primero que impresiona es el contraste entre el negro intenso de la lava solidificada y el azul lechoso de las aguas termales. La Laguna Azul no es un fenómeno natural en sentido estricto: se formó en 1976 como resultado del agua utilizada en la cercana central geotérmica, pero eso no resta ni un ápice a la experiencia.

Sumergirse en estas aguas ricas en minerales, con una temperatura constante de unos 38 grados centígrados, mientras el aire frío acaricia el rostro, es una sensación difícil de describir con palabras. El vapor que se eleva creando un halo místico alrededor de los bañistas, la sensación de ingravidez en el agua salada, y ese característico color azul lechoso forman una combinación casi hipnótica.

¿Vale la pena el precio de entrada? Esta es una pregunta recurrente entre los viajeros. La Laguna Azul no es precisamente económica, y para quien busque variedad de instalaciones como múltiples jacuzzis o zonas diferenciadas, podría parecerle insuficiente para lo que cuesta. Sin embargo, lo que se paga aquí no es solo por unas instalaciones, sino por una experiencia única en un entorno extraordinario.

Durante nuestra visita, seguimos el ritual clásico: baño en las aguas termales, aplicación del famoso barro de sílice en el rostro (que te deja la piel sorprendentemente suave) y momentos de contemplación flotando tranquilamente. Es cierto que la oferta de servicios como duchas o zonas de hidromasaje es bastante básica para el precio, pero la belleza natural del lugar y la singularidad de la experiencia compensan estas carencias.

Keflavik: La última cena #

Con el cuerpo relajado y la piel impregnada de los minerales de la Laguna Azul, nos dirigimos a Keflavik, el pueblo cercano al aeropuerto internacional. Este pequeño núcleo urbano, a menudo ignorado por los viajeros en su prisa por llegar a Reykjavík o partir de la isla, nos sirvió como última parada antes de tomar nuestro vuelo de madrugada.

Ya conocíamos Keflavik del primer día, cuando llegamos a Islandia a las dos de la madrugada y decidimos alojarnos cerca del aeropuerto. En esta ocasión, aprovechamos para disfrutar de una cena tranquila, repasando mentalmente todos los lugares visitados y las experiencias vividas durante estos once días.

Keflavik, con su ambiente tranquilo y sus restaurantes sin aglomeraciones, resultó ser el escenario perfecto para digerir no solo la cena, sino todas las emociones acumuladas durante el viaje. A veces, estos lugares de transición, aparentemente menos espectaculares que los grandes atractivos turísticos, ofrecen momentos igualmente valiosos: la posibilidad de detenerse, respirar y reflexionar.

Local típicamente americano en Keflavik
Local típicamente americano en Keflavik

El regreso: Cuando el viaje continúa en la memoria #

Con cierta melancolía nos dirigimos al aeropuerto para tomar nuestro vuelo nocturno. El VY8561 despegó de Keflavik a la 1:40 de la madrugada del 30 de agosto, llevándose consigo no solo a un grupo de viajeros, sino también un fragmento de nuestros corazones que quedará para siempre en esas tierras de hielo y fuego.

Mientras sobrevolábamos la oscuridad del Atlántico Norte, no pude evitar pensar en todo lo que habíamos vivido: las cascadas majestuosas, los géiseres expulsando agua hirviendo hacia el cielo, los campos de lava interminables, las playas de arena negra y, sobre todo, esa sensación constante de estar contemplando un planeta en formación, joven y vibrante.

El avión aterrizó en Barcelona a las 8:00 de la mañana, y tras unas horas de espera, tomamos el vuelo de conexión que nos llevaría finalmente a Bilbao. El viaje físico había terminado, pero como ocurre con todas las grandes experiencias vitales, Islandia seguiría viajando con nosotros en forma de recuerdos, fotografías y relatos como este.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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