Tras un merecido descanso y con las pilas recargadas, comenzamos nuestro segundo día en Valencia con un desayuno tranquilo en una supermercado cercano a nuestro alojamiento. Este Mercadona disponía a su entrada de una zona de comedor incluso con microondas, lo que era perfecto para plantear desayunos low cost. El plan para hoy incluía dos de los lugares más emblemáticos de la ciudad: la playa de la Malvarrosa y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La mañana se presentaba soleada y con una temperatura perfecta para nuestras actividades.
Brisa marina en la Malvarrosa #
Después de desayunar nos dirigimos directamente a la playa de la Malvarrosa. Utilizando nuestra València Tourist Card, llegamos en transporte público sin problemas. Lo primero que me impresionó fue la amplitud de esta playa urbana: kilómetros de arena fina bañados por un Mediterráneo en calma que brillaba bajo el sol primaveral.
El paseo marítimo que bordea la playa se extendía ante nosotros como una invitación irresistible. Decidimos recorrerlo con calma, disfrutando de la brisa marina y del sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla. Una de las ventajas de viajar en temporada baja es precisamente esta: poder disfrutar de espacios que en verano estarían abarrotados pero que ahora se mostraban casi desiertos.
Mientras caminábamos por el paseo, observábamos los numerosos restaurantes y chiringuitos, muchos de ellos especializados en paella y mariscos, que en verano deben estar a rebosar. Los edificios modernistas que salpican el paseo añadían un toque de elegancia a un entorno ya de por sí agradable.
La playa misma se veía extremadamente limpia y bien cuidada. La arena dorada se extendía varios metros hasta llegar al agua, creando un espacio perfecto para los bañistas que en unos meses llenarían este lugar. Nosotros nos conformamos con quitarnos los zapatos y mojarnos los pies en un Mediterráneo todavía frío para el baño pero increíblemente refrescante para nuestros pies cansados del día anterior.






Hacia la Ciudad de las Artes y las Ciencias #
Hacia el mediodía, con el sol en lo alto, decidimos dirigirnos al que probablemente sea el complejo arquitectónico más famoso de Valencia: la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Para llegar allí desde la playa, tomamos un autobús que nos dejó a escasos minutos a pie de este impresionante conjunto de edificios.
Ya desde lejos, las estructuras vanguardistas diseñadas por Santiago Calatrava y Félix Candela comenzaron a perfilarse en el horizonte. A medida que nos acercábamos, el contraste entre el azul intenso del cielo, el blanco inmaculado de los edificios y el turquesa de los estanques que los rodean se hacía cada vez más impactante.
Un recorrido por el futuro #
La Ciudad de las Artes y las Ciencias es un complejo cultural y arquitectónico que parece sacado de una película de ciencia ficción. Construido en el antiguo cauce del río Turia, se compone de varios edificios que albergan diferentes atracciones culturales y de ocio.
El conjunto incluye:
- El Hemisfèric, con forma de ojo gigante, que alberga una sala IMAX y un planetario. Su reflejo en las piscinas que lo rodean completa la ilusión óptica de un ojo que parpadea.
- El Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, un imponente edificio que semeja el esqueleto de un dinosaurio gigante. En su interior se encuentran exposiciones interactivas sobre ciencia y tecnología.
- El Oceanogràfic, el acuario más grande de Europa, con representaciones de los principales ecosistemas marinos del planeta.
- El Palau de les Arts Reina Sofía, un espectacular auditorio que parece un casco de guerrero futurista, dedicado a la ópera y otras artes escénicas.
- L'Umbracle, un jardín con plantas mediterráneas que sirve tanto de mirador como de aparcamiento cubierto.
- El Ágora, un espacio multifuncional con forma de elipse que se utiliza para eventos diversos.
- Y el puente de l'Assut de l'Or, que cruza el antiguo cauce del río Turia con su impresionante mástil inclinado.
Aunque decidimos no entrar en ninguno de los recintos de pago (el Oceanogràfic era tentador, pero el presupuesto nos imponía restricciones), pasear por los exteriores de este complejo arquitectónico resultó ser una experiencia absolutamente fascinante.






Un paraíso para los amantes de la fotografía #
Lo que más me sorprendió de la Ciudad de las Artes y las Ciencias fue la infinidad de perspectivas diferentes que ofrece. Cada paso que dábamos nos regalaba un nuevo ángulo, un nuevo reflejo, una nueva combinación de formas y colores que resultaba irresistible para mi cámara.
Las superficies blancas de los edificios, combinadas con los reflejos en el agua y el cielo azul intenso, creaban un juego de luces y sombras absolutamente hipnótico. Los pequeños detalles constructivos, las curvas imposibles, las estructuras que parecen desafiar la gravedad... todo contribuía a crear una sensación de estar visitando un mundo futuro, ajeno a las leyes de la física tal como las conocemos.
Pasamos horas fotografiando cada rincón, cada reflejo, cada juego de luces. Perdimos la noción del tiempo mientras recorríamos los exteriores del complejo, maravillados ante esta oda a la arquitectura contemporánea que ha conseguido convertirse en el símbolo más reconocible de la Valencia moderna.










La transformación nocturna #
A medida que la tarde avanzaba, empezamos a sentir hambre. Decidimos buscar un lugar donde cenar cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias para poder volver después y contemplar el complejo iluminado. Encontramos la solución perfecta en el centro comercial que se encuentra a escasos minutos a pie: un lugar con diversas opciones gastronómicas a precios razonables.
Después de cenar, tal como habíamos planeado, regresamos al complejo arquitectónico para presenciar su transformación nocturna. Y vaya si mereció la pena. Si durante el día la Ciudad de las Artes y las Ciencias resultaba impresionante, de noche se convertía en algo absolutamente mágico.
La iluminación artificial resaltaba aún más las formas futuristas de los edificios. Los reflejos en las piscinas multiplicaban las luces, creando un espectáculo visual sobrecogedor. El Hemisfèric, especialmente, parecía cobrar vida con su iluminación que acentuaba su forma de ojo gigante.
El ambiente era mucho más tranquilo que durante el día. Algunos fotógrafos aficionados montaban sus trípodes para capturar exposiciones largas, parejas paseaban tomadas de la mano, y pequeños grupos de turistas, como nosotros, contemplaban en silencio este espectáculo de luz y arquitectura.
Pasamos más de una hora disfrutando de este espectáculo nocturno. Cada edificio, cada rincón, tenía un aspecto completamente diferente bajo la luz artificial. Fue como visitar un lugar completamente nuevo, a pesar de haberlo recorrido durante horas apenas unas horas antes.








Regreso al alojamiento #
Finalmente, cuando el cansancio empezó a hacer mella, decidimos poner rumbo a nuestro alojamiento. Cogimos un autobús que nos dejó relativamente cerca y completamos el trayecto a pie, comentando entusiasmados las impresiones del día.
Sin duda, la Ciudad de las Artes y las Ciencias había superado con creces mis expectativas. Como amante de la arquitectura contemporánea, este conjunto de edificios me pareció una auténtica obra maestra, un testimonio del genio creativo de Calatrava y Candela. Y aunque no entramos en ninguno de los recintos, la experiencia de recorrer los exteriores tanto de día como de noche resultó ser uno de los momentos culminantes de nuestro viaje a Valencia.
Con la cabeza llena de imágenes imposibles de formas, luces y reflejos, nos acostamos temprano. Mañana nos esperaba otro día intenso descubriendo los tesoros históricos y culturales de esta ciudad que, a cada hora que pasaba, me iba cautivando un poco más.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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