Amanecía nuestro último día completo en Valencia. Con un ligero toque de nostalgia por la inminente partida, pero con muchas ganas de seguir descubriendo rincones de la ciudad, nos preparamos para una jornada que el clima iba a hacer un poco diferente de las anteriores. Las nubes habían aparecido en el horizonte y el pronóstico anunciaba posibilidad de lluvia. Esto nos obligaría a ser flexibles con nuestros planes, pero no iba a impedirnos disfrutar de nuestro último día en la capital del Turia.
Las Torres de Serranos: un encuentro frustrado #
Comenzamos el día dirigiéndonos a las Torres de Serranos, que el primer día de nuestra visita habíamos encontrado cerradas. Estas torres, construidas a finales del siglo XIV, formaban parte de la antigua muralla medieval de Valencia y son uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad.
Desafortunadamente, cuando llegamos a las torres, estaba empezando a llover y, para nuestra sorpresa, volvimos a encontrarlas cerradas. Las gotas comenzaban a caer con más fuerza y decidimos buscar rápidamente una alternativa cultural a cubierto para no desperdiciar la mañana.


Refugio en los museos: El ETNO y el Museo de Prehistoria #
La lluvia nos llevó a buscar refugio en el complejo museístico formado por el Museo Valenciano de Etnología (El ETNO) y el Museo de Prehistoria de Valencia, ambos ubicados en el antiguo edificio de La Beneficencia, una construcción del siglo XIX que en su momento funcionó como casa de la caridad.
El Museo Valenciano de Etnología (El ETNO) resultó ser una grata sorpresa. A través de sus salas pudimos conocer mejor las tradiciones, los oficios y la forma de vida de los valencianos a lo largo de la historia. La exposición permanente, organizada por ecosistemas (huerta, secano, marjal y montaña), nos permitió entender cómo el entorno natural ha condicionado la cultura y las costumbres valencianas.
Especialmente interesante me pareció la sección dedicada a la huerta valenciana, con su complejo sistema de regadío de origen árabe, y la sala que muestra la evolución de las Fallas, complementando así nuestra visita del día anterior al Museo Fallero.
Justo al lado, el Museo de Prehistoria de Valencia nos transportó mucho más atrás en el tiempo. Sus colecciones abarcan desde el Paleolítico hasta la época visigoda, con un especial énfasis en los yacimientos arqueológicos de la región valenciana. La cultura ibérica está particularmente bien representada, con piezas tan emblemáticas como la Dama de Guardamar, una escultura ibérica que, aunque no es tan conocida como la Dama de Elche, resulta igualmente fascinante.
Pasamos allí buena parte de la mañana, hasta que la lluvia dio una tregua. Fue una de esas casualidades afortunadas que a veces ocurren durante los viajes: lugares que no teníamos previstos visitar y que, sin embargo, acaban siendo descubrimientos muy enriquecedores.


El barrio del Carmen: el encanto de lo auténtico #
Cuando dejó de llover, salimos de los museos y decidimos dar un paseo por el barrio del Carmen, uno de los barrios más antiguos y con más carácter de Valencia. Sus calles estrechas y sinuosas, con edificios de diferentes épocas y estilos, transmiten esa sensación de autenticidad que tanto busco cuando visito ciudades históricas.
El barrio del Carmen ha pasado por diferentes etapas a lo largo de su historia: desde zona marginal hasta convertirse en uno de los barrios más bohemios y con más vida cultural de Valencia. Esta transformación se refleja en sus calles, donde conviven antiguas casas señoriales, edificios populares rehabilitados, galerías de arte y establecimientos alternativos.
Una de las particularidades que más me llamó la atención fue el arte urbano que decora muchas de sus paredes. Murales de gran calidad artística que dialogan con la arquitectura tradicional, creando un contraste interesante entre lo antiguo y lo contemporáneo.




Torres de Serranos: a la tercera va la vencida #
Al terminar nuestro recorrido por el Carmen, nos dirigimos de nuevo a las Torres de Serranos. Para nuestra alegría, esta vez las encontramos abiertas. Estas imponentes torres, construidas entre 1392 y 1398 por Pere Balaguer, servían como una de las principales entradas a la ciudad amurallada y posteriormente fueron utilizadas como prisión para nobles y caballeros.
Subir a lo alto de las torres supone un esfuerzo considerable, pero la recompensa es una vista panorámica de la ciudad que merece la pena. Desde arriba pudimos ver el trazado del antiguo cauce del Turia, ahora convertido en jardines, y gran parte del casco histórico de Valencia. La perspectiva que se obtiene desde aquí es completamente diferente a la que tuvimos desde el Miguelete el primer día, ofreciéndonos otra forma de entender la disposición urbana de Valencia.
Además de las vistas, me impresionó la robustez de la construcción. Sus muros, preparados para resistir asedios militares, han soportado el paso de los siglos y los cambios de uso. Incluso durante la Guerra Civil española sirvieron como depósito para proteger obras de arte del Museo del Prado que fueron evacuadas de Madrid.






Los Jardines del Turia: el pulmón verde de Valencia #
Para nuestra última tarde en Valencia, decidimos dedicar tiempo a los Jardines del Turia, uno de los espacios verdes urbanos más peculiares de España. Estos jardines ocupan el antiguo cauce del río Turia, que fue desviado fuera de la ciudad tras la devastadora riada de 1957 que inundó gran parte de Valencia.
En lugar de convertir el espacio en una autopista, como se planteó inicialmente, la presión ciudadana consiguió que se transformara en un parque lineal que atraviesa la ciudad de oeste a este, convirtiéndose en el pulmón verde de Valencia.
Los Jardines del Turia combinan áreas de paseo, zonas deportivas, espacios infantiles y rincones para el descanso. Su diseño incluye diferentes estilos paisajísticos, desde jardines formales hasta áreas más naturales, pasando por zonas de inspiración mediterránea.
Durante nuestro recorrido, pudimos observar cómo los valencianos han integrado este espacio en su vida cotidiana. Familias disfrutando de un picnic, corredores entrenando, parejas paseando, grupos de amigos charlando en el césped... Los Jardines del Turia son un auténtico espacio de convivencia ciudadana.
Aunque turísticamente no ofrecen la espectacularidad de otros lugares de Valencia, me parecieron un ejemplo perfecto de cómo una ciudad puede transformar una tragedia (la riada) en una oportunidad para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Como amante de los espacios verdes urbanos, disfruté enormemente de este paseo relajado bajo los árboles.




Reflexiones finales sobre el día #
La caída de la tarde nos encontró sentados en un banco de los Jardines del Turia, haciendo balance de todo lo que habíamos visto durante estos días en Valencia. La ciudad nos había ofrecido una mezcla fascinante de historia, cultura, arquitectura, gastronomía y naturaleza. Desde el futurismo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias hasta la tradición de las Fallas, pasando por la belleza natural de la Albufera.
Regresamos a nuestro alojamiento con esa sensación agridulce del último día: satisfechos por todo lo vivido pero con cierta nostalgia por la inminente partida. Aprovechamos la noche para organizar nuestras mochilas y prepararnos para el viaje de regreso al día siguiente.
Valencia nos había regalado cuatro días intensos, llenos de descubrimientos y experiencias. Aunque algunas de mis expectativas iniciales sobre la ciudad se habían visto ligeramente modificadas por la realidad, sin duda había sido un viaje que merecía la pena.

Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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