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Día 1. La llegada a una Barcelona diferente

11 septiembre 2020

Día 1. La llegada a una Barcelona diferente

El viaje comenzó con el vuelo Bilbao-Barcelona de las 7:00 de la mañana con Vueling. La experiencia en el aeropuerto El Prat resultó sorprendente desde el primer momento. Donde normalmente encontraríamos bullicio y actividad frenética, había silencio y espacios vacíos. Al aterrizar sobre las 8:00, el panorama era casi fantasmagórico: muchas salidas cortadas y un flujo de pasajeros dirigido directamente hacia el parking o el transporte público.

Mi plan habitual de tomar el tren de Rodalies para llegar al centro resultó imposible, ya que la terminal T2 estaba cerrada según indicaban los carteles. La alternativa fue el metro, a pesar de su mayor coste desde el aeropuerto. Estas pequeñas adaptaciones se convertirían en la tónica general del viaje: flexibilidad ante los cambios provocados por la situación sanitaria.

La imagen de los pasillos casi vacíos del que suele ser uno de los aeropuertos más transitados de Europa resultaba impactante. Las tiendas cerradas, los restaurantes con servicio limitado y el personal con mascarillas y pantallas protectoras componían un escenario que parecía extraído de una película distópica. Sin embargo, también había algo positivo en esa tranquilidad inusual: poder moverse sin prisas, sin empujones, redescubriendo el placer de viajar sin las habituales multitudes.

Reencuentro en un hogar con vistas privilegiadas #

Me dirigí directamente al hogar de mis amigos, situado muy cerca del magnífico Hospital de Sant Pau. Su casa, que sería mi alojamiento durante estos días, me recibió con la calidez que tanto había echado de menos durante los meses de restricciones. Charlamos y comimos juntos en su terraza, disfrutando de unas vistas privilegiadas al hospital modernista, un momento sencillo pero extraordinariamente valioso después de tantos meses de distanciamiento social.

El Hospital de Sant Pau, obra maestra del modernismo catalán diseñada por Lluís Domènech i Montaner, se mostraba esplendoroso bajo el sol de septiembre. Sus pabellones de ladrillo visto, coronados por cúpulas y decorados con mosaicos y esculturas, componían un paisaje urbano único que teníamos el privilegio de contemplar durante nuestras comidas. Este antiguo hospital, hoy reconvertido en centro cultural y turístico, es uno de esos tesoros barceloneses menos conocidos que la Sagrada Familia o el Park Güell, pero igualmente impresionante.

La conversación fluyó durante horas, poniendo al día nuestras vidas y compartiendo las experiencias vividas durante el confinamiento. Esos momentos de reencuentro, de recuperar el contacto humano directo después de meses de videollamadas y mensajes, resultaban increíblemente reconfortantes y recordaban el valor insustituible de las relaciones personales.

Las magnificas vistas desde la terraza de mis amigos Las magnificas vistas desde la terraza de mis amigos
Las magnificas vistas desde la terraza de mis amigos

Primera tarde en Montjuïc: redescubriendo los espacios abiertos #

Tras un descanso y una buena conversación poniendo al día nuestras vidas, decidimos aprovechar la tarde visitando Montjuïc. Los cuatro (mis dos amigos, su hija de cinco años y yo) disfrutamos del buen tiempo y los amplios espacios que permitían mantener cómodamente las distancias de seguridad entre grupos familiares.

La montaña de Montjuïc ofrecía un respiro de naturaleza y vistas panorámicas de la ciudad. La afluencia era notablemente menor que en tiempos prepandémicos, lo que permitía disfrutar con calma de cada rincón. Esta colina histórica, escenario de los Juegos Olímpicos de 1992, alberga algunos de los espacios culturales más importantes de Barcelona: el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), la Fundación Joan Miró y el Castillo de Montjuïc, entre otros.

Paseamos tranquilamente por los jardines, dejando que la pequeña correteara y se desfogara después de tantos meses de restricciones. Los Jardines de Joan Brossa, con sus esculturas y espacios abiertos, y los Jardines del Teatro Griego, inspirados en los jardines mediterráneos clásicos, resultaban particularmente agradables. Desde varios puntos podíamos contemplar unas vistas espectaculares del puerto, la ciudad y el mar Mediterráneo extendiéndose hasta el horizonte.

La tarde avanzaba mientras nosotros disfrutábamos de esa sensación casi olvidada de pasear sin prisas y sin aglomeraciones. Las conversaciones relajadas alternaban con momentos de contemplación silenciosa del paisaje urbano. Barcelona se extendía a nuestros pies, aparentemente tranquila, adaptándose como nosotros a una nueva normalidad que nadie hubiera imaginado unos meses atrás.

Con la puesta de sol tiñendo de dorado los edificios de la ciudad, emprendimos el regreso a casa para cenar y descansar del intenso primer día. Una jornada que había servido como perfecta introducción a esta Barcelona diferente, menos turística y más auténtica, que tendríamos el privilegio de disfrutar durante los siguientes tres días.

Disfrutando Montjuïc Disfrutando Montjuïc Disfrutando Montjuïc Disfrutando Montjuïc
Disfrutando Montjuïc

La cena en tiempos de precaución #

La cena en casa de mis amigos estuvo marcada por la calidez del reencuentro y las conversaciones que se alargaron hasta bien entrada la noche. En aquellos tiempos de restaurantes con aforos limitados y miedo a los espacios cerrados, una comida casera compartida en compañía de buenos amigos adquiría un valor especial.

La terraza se convirtió en nuestro particular restaurante privado, donde la buena comida se mezclaba con risas y planes para los próximos días. La pequeña de la casa, después de jugar hasta el agotamiento en Montjuïc, sucumbió pronto al sueño, permitiéndonos a los adultos disfrutar de una sobremesa relajada.

Antes de retirarnos a descansar, contemplamos las luces nocturnas del Hospital de Sant Pau, que iluminado adquiría un aspecto casi mágico. El primer día de esta escapada a Barcelona llegaba a su fin, dejando la satisfacción de haber roto finalmente con la monotonía de los meses previos y la promesa de nuevas experiencias para los días siguientes.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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